Vistas de página en total

jueves, 30 de agosto de 2012

HAROLD ALVARADO: EL POETA GRANDE DE COLOMBIA

No sé si Harold es el mejor poeta vivo de Colombia: lo que sé es que es el más rebelde, el menos dócil y el único poeta de Colombia que me hace respirar profundo antes de leer sus poemas. Por eso me permití tomar tres de sus poemas recientes para reproducirlos en este blog. No se dejen engañar por su aparente sencillez: siempre tiran anclas que llegan hasta el fondo.
Pido perdón. Al copiar me los puso continuos.

En la quinientos dieciocho de un hospital de Caldas mientras leo fragmentos de Arias Trujillo espero la vida o la muerte.Poco pide ya el cuerpo y apenas celebra la luz.Sabe que todo fue ensueño y un inútil arrojo haber creído en vosotras quimeras de un siglode cartón y de piedra,soberbia y celuloide.En nosotros no hubo amanecer ni mañana ni ayer.Nacimos en lugar equivocado,crecimos donde no debimos,palmamos cuando no quisimos.Esta fue nuestra patria y fortuna:sangre y destierro.

 Wamba
En este lugar, un desocupado Caballero Hospitalariode la Orden de San Juan de Jerusalén ordenó durante cuarenta añoslas tibias, los fémures y las calaveras que ves.Es la Huesera de Wamba,un rey godo coronado a la muerte de Recesvintohace 1339 años.Nadie sabe quiénes fueron,ni qué hicieron,ni nos importa ahora.Por causa de su pobrezano tuvieron sepultura.Sólo eso sabemos.Recuerda, entonces, viajeroque todos somos de Wamba,Wamba es nuestra tierra.Wamba fue nuestro ayery será el mañana.

Rostro y voces en Manga
Fuiste y volver no fue memorable.Menos,el rostro de un muchacho,amaneciendo en Manga.No hubo maravillasni sabiduría ni soberbiani codicia ni desdicha ni engaño.Sólo ese rostro, bello como la misma juventud,helado, como los tiempos que corren,incluso en Manga,donde la luz es más bellay todo parece dispuesto para que seas felizsi, la vida, te lo hubiese advertido. La vida, quiero decir la muerte, que incansable esperaba tras de la puerta,repitiendo: Si todo vale nada,el resto vale menos.  Año nuevo vida nueva

En San Marcel he agotado otra navidad, otro año nuevo.He recordado entonces la helada estanciadel viejo hospital de Olías del Rey,sus Hermanas de la Salud de Cristocon enormes tocados de vuelo de cigüeñay los altos mastines cancerberos de la noche.Al salir vi la plaza inundada de cabrascon pastores que hacían fuegos para paliar el frío.!Qué días y qué noches aquellas!El pueblo era un campo caprinoy el fuego y los cantares alegraban las horasde aquellas semanas de convalecientejunto a los Miranda y José, el panadero,hermanos de esos años de infortunio.Dos camiones de mercadoarrojaron un día tres docenas de putasen medio de aquel lago de cabrassaciando el hambre de los machos pastores.La vida daba tumbosy Madrid enfebrecíacomo caldo de centollosa punto de hervor.Algo que no supimos, estaba por llegar.Una fiesta, un deceso, fue el fin de una era.Al amanecer brindamos al futuro.España era tan pobre que éramos felices.






Cuatro poemas del libro: SES 518 En la quinientos dieciochode un hospital de Caldasmientras leo fragmentosde Arias Trujilloespero la vida o la muerte.Poco pide ya el cuerpoy apenas celebra la luz.Sabe que todo fue ensueñoy un inútil arrojohaber creído en vosotrasquimeras de un siglode cartón y de piedra,soberbia y celuloide.En nosotros no hubo amanecerni mañana ni ayer.Nacimos en lugar equivocado,crecimos donde no debimos,palmamos cuando no quisimos.Esta fue nuestra patria y fortuna:sangre y destierro.  Wamba En este lugar, un desocupado Caballero Hospitalariode la Orden de San Juan de Jerusalénordenó durante cuarenta añoslas tibias, los fémures y las calaveras que ves.Es la Huesera de Wamba,un rey godo coronado a la muerte de Recesvintohace 1339 años.Nadie sabe quiénes fueron,ni qué hicieron,ni nos importa ahora.Por causa de su pobrezano tuvieron sepultura.Sólo eso sabemos.Recuerda, entonces, viajeroque todos somos de Wamba,Wamba es nuestra tierra.Wamba fue nuestro ayery será el mañana.  Rostro y voces en Manga Fuiste y volverno fue memorable.Menos,el rostro de un muchacho,amaneciendo en Manga.No hubo maravillasni sabiduría ni soberbiani codicia ni desdicha ni engaño.Sólo ese rostro, bello como la misma juventud,helado, como los tiempos que corren,incluso en Manga,donde la luz es más bellay todo parece dispuesto para que seas felizsi, la vida, te lo hubiese advertido. La vida, quiero decir la muerte, que incansable esperaba tras de la puerta,repitiendo: Si todo vale nada,el resto vale menos.  Año nuevo vida nueva En San Marcel he agotado otra navidad, otro año nuevo.He recordado entonces la helada estanciadel viejo hospital de Olías del Rey,sus Hermanas de la Salud de Cristocon enormes tocados de vuelo de cigüeñay los altos mastines cancerberos de la noche.Al salir vi la plaza inundada de cabrascon pastores que hacían fuegos para paliar el frío.!Qué días y qué noches aquellas!El pueblo era un campo caprinoy el fuego y los cantares alegraban las horasde aquellas semanas de convalecientejunto a los Miranda y José, el panadero,hermanos de esos años de infortunio.Dos camiones de mercadoarrojaron un día tres docenas de putasen medio de aquel lago de cabrassaciando el hambre de los machos pastores.La vida daba tumbosy Madrid enfebrecíacomo caldo de centollosa punto de hervor.Algo que no supimos, estaba por llegar.Una fiesta, un deceso, fue el fin de una era.Al amanecer brindamos al futuro.España era tan pobre que éramos felices.

viernes, 24 de agosto de 2012

LA VIDA SIN SECRETOS, ACCIDENTE EN SUEÑOS, LA VEJEZ

Tengo 63 años y hoy me miré en un espejo de cuerpo entero. Me impresionó la flacidez de mis piernas. Las mismas piernas que hace más de 40 años pudieron correr diez hits de 400 metros en menos de un minuto mientras entrenaba con los atletas que se preparaban para los Panamericanos en 1971. Esas piernas que impresionaron a mi maestra de Filosofía Ilse Schultz en Cali  hoy son masas de carne en las que apenas se vislumbran como fantasmas de fondo los músculos. Y hoy Profirio Carrillo me preguntó qué te pasa, por qué cojeas. Le respondí escuetamente, son los estragos de los años, y no quise explicarle el asunto de la condromalasia. Y hoy mismo había despetado temprano, impresionado  por un sueño (ni siquiera fue pesadilla): el avión en que viajábamos LL y yo comenzaba a perder altura, se enfilaba hacia una autopista llena de autos, planeaba sobre una ciudad (¿Bogotá?), se inclinaba tratando de no rozar los edificios que hacían corredor a lado y lado de sus alas y, cuando estaba a punto de estrellarse, le dije con toda sangre fría a mi esposa, ponte el cinturón de seguridad, que vamos a chocar. No sé si el avión chocó. El caso es que amanecí en mi cama y todo el día estuve desorientado. Cuando le conté el sueño a LL ella me respondió: te saliste del sueño y me dejaste allá, canalla. Y yo le respondí: Y qué querías que hiciera: si te saco del avión tendría que convivir con dos LLs; imagínate, si no puedo con una, qué haría con dos. Contemplando a distancia el sueño puedo analizarlo: lo más claro es la preocupación (o más bien despreocupación) por el tema de la muerte. Otro elemento: pensé: esto no termina ni cuando termina, ahora debe venir otro capítulo. Y también pensé: ahora mis hijos se quedan solos. La verdad es que no me preocupé por lo que podría pasar con LL: ella es demasiado recursiva, tiene tantos amigos y protectores, todos ellos correrían a socorrerla y quizás sin mí su vida sería más serena, más ohhhm, más Dalai Lama, meditación y programación neurolingüística. Ya no me mandes links con las mafufadas que escribes sobre el pasado, me dijo, y fue a buscar una foto en la que se me ve con la cabeza inclinada sobre su hombro, demacrado, flaco como un perro callejero, sucio, mal vestido. Foto de los tiempos en que yo habitaba el infierno. Y me dijo: ¿Te gustaría que yo todos los días esuviera mostrándote esta foto? Pues eso es lo que haces con tus escritos: atormentas, aburres, te repites, humillas, te revuelcas en tus miserias. Cuando le preguntaron a Albert Camus qué cree usted que han olvidado los críticos de su obra, él respondió: La parte oscura, lo que hay de ciego e insitintivo en mí. Y en otra ocasión dijo: No hay verdadera creación sin secreto. Me pregunto: ¿Será posible que yo, MT, pueda escribir una novela en la que no haya ni un secreto? Tal vez eso sea lo que estoy intentando.

domingo, 19 de agosto de 2012

EL JUEGO ERÓTICO SIN MÁSCARA

El juego erótico es una actividad en la que se busca en primera instancia el placer, en segunda el deber y en tercera el descanso del exceso de energía que impide dormir (aunque el orden no sea siempre el mismo). El juego erótico es el modelo mismo de la poesía, en la que por medio de la belleza se busca una significación trascendente. En la mujer hay un mayor compromiso, un intento más serio, de buscarle sentido y valor al acto erótico, mientras que el hombre tiende a ser frugal en el amor, pues siempre parece tener la cabeza en otra parte. Desde mis primeros recuerdos como escritor el erotismo estuvo ligado a lo que he escrito. La misma actividad de la escritura fue siempre para mí un asedio erótico, es decir, el resultado de una curiosidad, de un amor, de una pulsión hacia un tema (y mis temas en muchas oportunidades no han sido más que mujeres). Uno de mis primeros cuentos fue un texto truculento en el que un niño visitaba a su hermana prostituta para decirle que su madre estaba en el lecho de muerte. Recuerdo que en ese entonces mi madre me preguntó que por qué no escribía sobre las glorias del mundo y no sobre sus miserias. Luego escribí un cuento que llamé "Clemencia ojos de cierva" en el que narraba el acoso de toda una familia en torno a una sirvienta hermosa e inocente, que terminaba sucumbiendo ante el embate de los jóvenes machos de la familia. El erotismo de ese cuento podría clasificarse en dos tipos, netamente diferenciados: el erotismo morboso de los hermanos, y los juegos, casi infantiles y seudoeróticos, del narrador del cuento. No es un secreto digno de ocultarse que este relato y otros surgieron casi en bruto de la materia prima de mi vida. El papel represor de la religión cristiana, que dominó laxamente mis primeros años, contribuyó a crear un misterio en torno al acto erótico, basado en la prohibición; y el papel propulsor fue proporcionado por la presión social de los compañeros de edad, para quienes no era macho quien no estuviera iniciado en los deleites del amor del cuerpo. Casi siempre estuvo separado el concepto de amor de la práctica del erotismo. Los juegos con las novias nunca incluían trasgresiones que involucraran el sexo. Toda sexualidad estaba ligada, ya sea a las prostitutas o a las sirvientas, que fueron las maestras del amor o las víctimas de mi generación. Mis primeros acercamientos al erotismo fueron favorecidos por la abundancia de prostitutas en un pequeño pueblo de Costa Rica llamado San Isidro del General, donde pasé mi adolescencia. Mi cuerpo manifestó sus urgencias gracias a la contemplación de una joven sirvienta, que luego serviría de modelo para Clemencia. Sólo contemplación me fue dada con Clemencia, pues muy adelante en la carrera del erotismo se hallaba mi hermano mayor, que se llevaba la primicia de casi todas las mujeres, jóvenes o viejas, que llegaran a una casa donde no había amo, sino una madre que siempre estaba ausente, en busca del sustento para la familia. Mi iniciación en el contacto real con las mujeres se llevó a cabo en El Barco del Amor, un prostíbulo no muy elegante, en el que una prostituta joven, vestida de mexicana, se tendió en un rústico lecho de tablas, levantó las enaguas, se despojó del calzón y dijo Vénganos en tu Reino. Con más susto que placer terminé mi flujo y tras el acto salí lleno de confusión, preguntándome si aquello era todo, si ese vértigo sin límites precisos era el paraíso que tantos amigos y tantas lecturas me habían prometido. Ya por entonces había leído la versión no expurgada de Las Mil y una Noches, con su erotismo juguetón, y los trópicos de Miller, con esa versión destructiva y machista del sexo. Vale la pena aquí citar un párrafo del libro El amor y Occidente, en el que hallo una caracterización algo rústica del concepto de la mujer que manejaba Miller y que según el francés, coincidía con los conceptos de Lawrence y Caldwell:  Ya estamos hartos de sufrir por ideas, ideales, pequeñas hipocresías idealizadas y perversas en las que ya nadie cree. Habéis hecho de la mujer una especie de divinidad coqueta, cruel y vampiresca. Vuestras mujeres fatales, vuestras mujeres adúlteras, vuestras mujeres resecas de virtud nos han quitado la alegría de vivir. Nos vengaremos de vuestras "divinas". La mujer es antes que nada una hembra. La haremos arrastrarse sobre el vientre hacia el macho dominador. En vez de cantar la cortesía, cantaremos las astucias del deseo animal, el imperio total del sexo sobre el espíritu. Y la gran inocencia bestial nos curará de vuestro gusto por el pecado, esa enfermedad del instinto genésico. Lo que llamáis moral es lo que nos hace volvernos malos, tristes y vergonzosos... El párrafo no da cuenta cabal de la concepción del amor y del sexo de Miller, pero sirve a grandes rasgos para caracterizar una actitud frente a las mujeres, que coincide en mucho con el machismo tan dominante en los tiempos de mi pubertad y adolescencia. A los catorce o quince años de edad yo tenía una olla de grillos en la cabeza, en la que amor, sexo, erotismo, hombría, no eran más que palabras que ocultaban la efervescencia de mi cuerpo y, lo más terrible, de mi imaginación. Ni siquiera el paso de los años ha logrado acallar este escándalo interior, y lo más reciente de mi larga investigación me ha llevado a querer escribir con narradores femeninos. Muchísimos años me llevó ligar el amor y el sexo, muchas mujeres, lecturas y equivocaciones. La experiencia de vivir en San Isidro del General no me marcó de la manera sórdida en que haría suponer el primer cuento de la prostituta y la madre muerta, sino que dejó en mí secuelas jocosas. Gracias al hecho de vivir en aquel pueblo, en el que convivir con las prostitutas era asunto de todos los días, fue que pude escribir una novela como Breve historia de todas las cosas en la que hay un mundo de alguna manera doméstico, donde el sexo y el erotismo eran el pan de cada día y cada uno de los personajes lo consigue de la mejor forma posible.

miércoles, 15 de agosto de 2012

LO QUE DIJO SAMPERIO


MT, Samperio, Félix Luis Viera

Originalmente publicado en La Palabra y el Hombre, Revista de la Universidad Veracruzana, verano 2012
Cuando se habla de novela, se habla un tanto de totalidad. Henry James decía que la única obligación que de antemano podemos imponer a la novela, sin incurrir en arbitrariedad, es que sea interesante y sincera. Y agregaba que para alcanzar este resultado las formas eran innumerables y variadas como el temperamento del hombre, pero triunfaban en la medida en que se revelaba una inteligencia particular diferente a las demás.
Historia de todas las cosas se inscribe en esa revelación inteligente de la que habla James. Es una novela río, como se la ha definido, que construye un universo particular donde diversas historias se desarrollan en una sola con el propósito de revelamos las vidas palpitantes en San Isidro de El General a través de su crónica. Escuchemos: "Los recién llegados siempre se preguntaban que por qué un nombre tan rebuscado para un pueblo infame tan lejos de todo, pudiendo haberse conformado con algún patronímico ilustre o con el apelativo de un santo humilde sin pretensiones castrenses. Los lugareños, después de explicar al ignorante primate que San Isidro de El General -no del General- no era pueblo sino ciudad, confesaban su inefable ausencia de pasado. Y si contaban algo, todo resultaba tan contradictorio como la maraña de raíces contra la que luchó Denario Treviño en el lote de esquina del mundo en el que fincó su fortuna".

Garramuño diseña con entusiasta placer una novela en que cada una de las partes la cuenta un personaje distinto cuya vivencia discurre en una historia principal, como un afluente. La novela es pletórica en imaginación, abundante en personajes, prolija en el lenguaje y el autor conduce con maestría esa intensidad artística que nos entrega transformada en literatura.

El escritor alemán Friedrich Schiller consideraba, con justicia, que ningún genio podía desarrollarse en soledad, que los estímulos exteriores un buen libro, una conversación- movían más a la reflexión que años de trabajo solitario. Una idea debe nacer en compañía, pero su elaboración y su expresión se llevan a cabo en soledad, apuntaba. Garramuño vive de la discusión, del experimento, de la curiosidad y la diversidad, de la musicalidad y la filosofía, de la experiencia poética y de la vida que resplandece a su lado, y la comparte con una naturalidad maravillosa a través de su novela.

Muchos novelistas obtienen el material literario de su entorno cercano. Lo cual no es malo, pero al ser gente cercana, en ocasiones, no profundizan en los rasgos distintivos del personaje a desarrollar ni se divierten con ellos. Esto ocurre, sobre todo, entre jóvenes novelistas, pero no es regla. Lo curioso radica en el hecho de que Historia de todas las cosas fue publicada en Buenos Aires por ediciones La Flor cuando el autor tenía apenas 24 años, y con otro título Breve Historia de todas las cosas. La novela causó revuelo. La crítica lo situó de inmediato'a la sombra de su compatriota Gabriel García Márquez. El crítico Seymour Menton escribió que su primera obra era lo más cercano a Cien años de soledad que se había escrito en Colombia. Rayrnod Williams, intelectual del Círculo de Birmingham, afirmó que Marco Tulio no necesitaba del boom ni de García Márquez, pues era un escritor que podía hacer su propio boom él solo. El crítico uruguayo Jorge Ruffinelli vaticinó que andando el tiempo Garramuño sería uno de los grandes de' la literatura española. Mi admirado maestro Edmundo Valadés consideró que Breve historia de todas las cosas podría repetir el fenómeno de la obra mayor de García Márquez. La editorial argentina, en su contraportada, anunciaba lo siguiente: "Aguilera Garramuño no es un seudónimo utilizado por García Márquez para escribir una novela más divertida que Cien años de soledad. Aguilera Garramuño es el de la fotografía y, como se verá, no tiene bigotes". Así, pues, con este breviario crítico que se puede encontrar en la red y que ahora comparto con el propósito de ubicar la especial recepción crítica que tuvo la novela del joven Garramuño.

Historia de todas las cosas parte de un argumento simple. Mateo Albán, historiador y literato, hace una crónica -en donde también él es descrito- de las vicisitudes, conflictos, encuentros, desencuentros, historias, costumbres, de San Isidro de El General. Su novela es una exploración del ser humano. La estructura novelística de Garramuño pone el acento en la búsqueda del personaje y en la incursión sobre la crónica como fuente histórica y literaria, quizá en forma más enfática que en los sucesos mismos. Garramuño busca comprender, reflexionar sobre lo ocurrido en San Isidro, aunque lo acontecido sea en un pueblo imaginado, inexistente y vivo como el propio Macondo, basándose en las circunstancias y acontecimientos históricos que Mateo Alban, protagonista, describe y reflexiona. Ahora bien, los personajes de la novela establecen un grupo compuesto por tipos humanos que coinciden en mostramos, desde la tribuna, la problemática social, de espacio y de las emociones, personal y existencial, para nada gratuita, de los coloridos habitantes de San Isidro y su ánimo por encontrarse dentro de este mundo caótico, complejo, divertido, exuberante, propuesto por Garramuño. Esta labor tremenda de fabulación no es exclusiva de las musas; percibimos un trabajo denodado, resultado de largas y profundas investigaciones, lecturas, recuerdos, correcciones y reescrituras. No en vano el propio Gabriel García Márquez ha hecho excelentes comentarios sobre ella, los cuales, desde luego, suscribo.

Sin lugar a duda, el lenguaje en Historia de todas las cosas juega un papel fundamental. Garramuño concibe una lengua ampulosa, atrevida, pulcra, culta, que aguijonea los sentidos, que reta la inteligencia, con el propósito de construir un mundo de gracia extrema. Un lenguaje que arriesga e incorpora en grandes dosis el humor. Por ejemplo en los siguientes fragmentos "La costurera siguió enflacando hasta parecer una radiografía de sí misma". O bien: "a los heroicos lectores de este fementido mamotreto que llegó a ser casi la Trompeta del Juicio Final". O esta frase para referirse a una meretriz: "quien dedica su tiempo a la mercenaria colección de humores relegados". O los nombres de algunos personajes que aparecen a lo largo de la historia: la mal llamada Rabo de Puerca, la de Los Pesados Senos, Los Popis Boys, Denario Treviño, entre otros. El lenguaje como preocupación estilística que no excluye la experiencia de lo real, gestando un poderoso vehículo para exhibir la realidad imaginada y confrontar nuestro ridículo cotidiano e histórico.

Marcel Schwob decía que una de las encantos del novelista francés Flaubert será la de haber sentido con tanta intensidad que la fuerza creadora viene de la oscura imaginación de los pueblos y que las grandes obras de arte nacen de la colaboración de un genio con tradición anónima. Historia de de todas las cosas tiene su germen precisamente en el ímpetu creativo donde el mundo exterior y el mundo interior embonan en el rompecabezas de una colectividad imaginada, torrencial, resplandeciente: San Isidro de El General. Descubrir que vivimos en un laberinto también implica diseñar una arquitectura coherente. En este sentido, Garramuño es espléndido. Un intelectual de acción que conjuga los libros con los músculos y rescata su existencia con la escritura.

lunes, 13 de agosto de 2012

MADRE E HIJA CON LA MISMA COBIJA (DE MÁSCARA FRENTE AL ESPEJO)

De la libreta del 82. Me encontré con Bárbara. Es una de esas mujeres que viven preocupadas por gustar. Una mujer profesional. Yo iba conduciendo frente a La Parroquia. No te detengas, me dijo, no quiero causar problemas de tránsito. Eso ya es demasiado. Medio paranoide. Recordé que su hija me había dicho: Mi madre es medio loquilla. Antes de despedirse me dijo: Ahora tengo cinco galanes. ¡Dios!, pensé, ésta va a causar una masacre peor que la masacre de Texas o las tragedias de Shakespeare. 25 de noviembre.  Este era un hombre que, desilusionado por las mujeres de la vida real, comenzó a amar las planas imágenes de las pantallas. Las amó de todas las formas posibles, romáticamente, con celos y ternura, eróticamente o en el fondo de los espejos. Halló que ellas eran  generalmente más hermosas y menos complicadas, fáciles para ir a la cama y complacientes, carentes de juicios morales, imaginativas, adictas a los rituales simples y directos del amor sin amor. Todos los fines de semana, sistemáticamente, los sábados por la noche, a las 8:30, buscaba a una mujer real, y al no hallarla, la perseguía en los anuncios de los cines. Una vez escogida la película –-a su disposición tenía brasileñas de tembrorosos bronces, a rubias de brillos fugaces, a mujeres viles o etéreas, a negras golosas hechas una fronda, todas para él. Antes de salir de su casa se metía en el bolsillo un rollito de papel higiénico. Ya en el cine, formaba un pequeño pañal, un nido, para su pajarito, luego se sentaba en un sitio aislado y allí asistía al gozo de su cuerpo. Ya relajado, regresaba a casa. Durante el resto de la semana se entregaba feliz y vigoroso a su trabajo, sin humores acumulados, sin excesos, tranquilo. Suponía, eso sí, que tarde o temprano una mujer real sustituiría a todas sus amadas planas. Mientras tanto era o creía ser (¿hay alguna diferencia entre ser y creer ser?) serenamante feliz o por lo menos se sentía libre del demonio de la lujuria. El fin de Bárbara. No sé cómo diablos fue que terminé insaculandome con Calíope. De ella no me gustaba absolutamente nada. Además de tener una presunción de reina del Las Nieves y de emperadora del Planeta, poseía una nariz más espantosa que la de la polaca Shaka y unos pechos más que  privilegiados. El caso es que la invité a mi casa y tras un equívoco intercambio de palabras, terminé enredado entre sus piernas. Muchos años después escribí una novela en la que ella era hermosa, tocaba el violín y hablaba de Thomas Mann como si fuera su confesor. Bárbara se enteró del asunto el mismo momento en que la criatura salía de mi casa ya coronada. Según parece recibió casi simultáneamente cinco llamadas telefónicas. Y justo al día siguiente nos encontramos en La Parroquia. 29 de abril de 1984. Hoy fui a cine con Bárbara. La vi hermosa en su plenitud de 37 años, pero la hallé algo reblandecida, como una vikinga después de matar a 300 campeones, con la sangre escurriendo por sus codos, como una Cid Campeadora del amor. Sentí que su brazo rozaba el mío y hallé algo poético en el asunto (poético en comparación con nuestro primer encuentro un par de años antes: ella bocaarriba diciéndome tápame la boca, etc.) Vi a las dos hijas menores. Han crecido como retoños de guisantes. La segunda ya es una mujer, una mujercita algo pasada de kilos y tan fea como la mayor, Calíope. La menor conserva la ingenuidad infantil con la que se escenificó frente a mí en la sala de su casa para mostarse como una estrellita de Hollywood. Sin malicia, claro. Estaba actuando frente al nuevo galán de su madre.  Calíope evitó besarme. Mientras estuvimos juntos en La Parroquia y en el cine, Bárbara y yo evitamos hablar de la implicada. Antes de despedirnos dijo: ¿Por qué se te ocurrió meterte con Calí? Permanecí en silencio. Luego le dije: La verdad es que yo no me metí con ella, sino que sucedió algo. En ningún momento seguí a tu hija, en ningún momento intenté seducirla. Simplemente sucedió algo, es todo. Bárbara intentó explorar hasta dónde había llegado el asunto. Esquivé el tema. Le dejé hablar. El problema con Calípe es que todo el mundo, sus profesores, sus amigos, le hablan maravillas de mí. El colmo: su anterior novio, el gringo, le dijo a  que había tenido un sueño erótico conmigo. Ahora resulta que tanta propaganda le estimula la competitividad. Ella quiere afirmarse sobre mí como mujer, como hembra (pero cómo va a lograrlo, me pregunté, si Bárbara es una yegua pura sangre que respira fuego y traspira sexo, mientras que Calíope es una niña fea, desgarbada e insufrible, pensé).  Bárbara iba en el auto, fumando apasionadamente, a fondo: Para qué competir, dijo, si todos somos únicos, cada uno de nosotros es un universo. Yo sé que Calí es  muy bella, muy sensual (¡falso!), muy inteligente, pero no tiene por qué competir conmigo.
No le dije, pero pensé: comparar a la madre con su hija es como comparar a la modelo de la Venus de Milo con un infusorio.
--La verdad es que si de virtudes femeninas se trata, no hay comparación. Tú eres una Friné, una Salomé, una…--aquí me cortó sabiendo, pero simulando no saberlo, que me estaba burlando.
--De la que estamos hablando es de Calíope …
En esos momentos pensé en los labios de Bárbara, un ejército capaz de derrotar a cualquier hombre, y se me paró el pito. Pensé: ojalá se dé cuenta y le entre el furor y me diga clavando sus ojos en mi entrepierna: dejémonos de retóricas, estaciónate en lo oscurito que tengo que hablar asuntos muy serios con un amigo mío al que veo inquieto. Pero, ay, el asunto era demasiado grave: su hija. Le di un beso intenso en la mejilla a la altura de Xalapaños Ilustres mientras seguía conduciendo mi Alimaña. Calíope quisiera afirmarse pisando mi sombra, dijo Bárbara. Primero fue con X, luego con Y, luego con Z y ahora contigo. Durante la película, en la que un  poeta viejo y dipsómano (Michael Caine) trata de enseñar cultura a una irlandesa vulgar, Bárbara estuvo masticando palomitas de maíz con entusiasmo adolescente y tomando Coca Cola, totalmente absorta.
 --Yo necesito un maestro así.
--¿Para que te enseñe qué?
--No sé.
--Lo que quieres es enamorarte. Siempre quieres enamorarte.
Y sin  transición…
--¿Por qué terminaste con el licenciado bigotón?
--Demasiado posesivo, quería seguirme a todas partes.
--Para un individuo como ése, eres el peor tipo de mujer. Quieres a muchas personas y muchas personas te quieren.
Vestía de blanco. Falda blanca, sadalias. Blusa inconsútil (tenue, digamos, o cómplice) con tirantes que descubría su espalda e insinuaba sus bellos senos (ay, tan distantes, tan distinos a los de su hija: dos melones, dos calabazas  de exposición de Halloween). Bárbara Bláskowitz: su estatura, un metro 75 sin zapatos, su belleza, su cabellera flamígera, lustrosa, la convertía en el centro de atención de la sala de cine, que parecía alumbrada por una fogata. En la sala de cine y en cualquier otra parte, ¡Bárbara!, a donde quiera que vaya encontrará un enjambre de moscardones rondando sus mieles.
--Ya he terminado con las actividades básicas, dijo, y las enumeró: 1., reuniones de  desarrollo humano, 2, cuadros astrológicos a domicilio, 3, psicoanálisis lacaniano, 4, exploración de mis vidas pasadas, 5, indagación en mi árbol genealógico… ahora lo que quiero es vivir.
Al final de la película, cuando el maestro Caine y la alumna irlandesa se despiden con un abrazo en el aeropuetrto, ya se habían terminado las palomitas, Bárbara estaba llorando y decía con apasionamiento: ¡Dile que la amas, dile!
La conclusión a la que llegamos fue que mejor cortara mis relaciones con las dos: madre e hija.
--Ya no podré volver a tu casa con tranquilidad.
--Quizás dentro de un  tiempo …
--Unos cinco años.
--¿Estuviste enamorado de mí? –-preguntó.
--Un poquito.
No le dije que en realidad estaba enamorado de la facilidad, de la perspectiva de una vida de infinitas felaciones,  de las hazañas de su boca de fresas y de sus trémulos labios.
--No sé cómo lo haces: te enamoras a cada rato.
--Es tan bonito enamorarse. No se cansa uno de adorar al amado. Todo lo hace uno mejor, con más alegría.
Y fin. Sobre Bárbara y su hija versan mis novelas Las noches de Ventura, La pequeña maestra de violín y La hermosa vida. No hace mucho me encontré con Calíope en la piscina. Me miró de reojo y con rencor. Ya debe tener casi 40 años y su fealdad se ha reconcentrado. Las pocas veces que me he encontrado con Bárbara ha sido cariñosa: hablamos poco, nos sonreímos, nos damos un beso de hermanos, y adiós. Nunca me ha reprochado que haya escrito sobre ella. Supongo que guarda mis novelas bajo la almohada y revive entre almohadas compinches sus mejores escenas en sus soledades de 66 años de edad. Me entero por las redes sociales que sigue abanderando causas ecológicas, defensorías de canes perdidos, campañas contra los baches, la basura acumulada y asiste a todas las sesiones de meditación trascendental. Alma grande.

sábado, 11 de agosto de 2012

LO QUE DIJO PIMENTEL SOBRE HISTORIA DE TODAS LAS COSAS

En el Portal del Ángel, Barcelona, octubre de 2011
El texto que leerán a continuación es la reproducción de las palabras que pronunció el poeta Enrique Pimentel durante la presentación  de Historia de todas las cosas en el Centro Cultural Profética Puebla.

En la ingenuidad y vigor de la pintura de Rosseau  que ilustra la portada de la nueva novela de Marco Tulio Aguilera Garramuño hay algo así como un adelanto del  erotismo salvaje que campea en las páginas de  Historia de todas las cosas.  Hay en la pintura y en la novela un primitivismo feroz que nos enfrenta a una agresiva y fundamental propuesta erótica. El erotismo al que se entregan las criaturas angélicamente condenadas de San Isidro de El General, pueblo-ciudad protagonista de esta obra, es un despliegue fársico hecho de jadeos primaverales y de resuellos agónicos, más cerca de las fiestas del dios Priapo que de los  de los rituales demorados e íntimos de los castos  pornógrafos. Y  esa erótica presente en la novela, me parece, corre paralela, a la del texto poético: en la sintaxis, en la adjetivación barroca y exuberante  de Marco Tulio, hay toda una propuesta erótica y que, de alguna manera, hace vigente la afirmación de Octavio Paz cuando nos dice que la relación entre erotismo y poesía es tal, que puede decirse sin afectación, que,  primero, el erotismo  es una poética corporal y que, la segunda,  la poesía, es una erótica verbal. En esta novela, el amor, el sexo, las mujeres, son un cuerpo en medio de una selva de palabras, como lo es La mujer en el sofá  en esta selva que pinta El Aduanero Rosseau. No me  parece exagerado decir que Marco Tulio reinventa esa erótica verbal para su propio beneficio,  y que al hacerlo reinventa, inventa otras cosas, entre ellas a sí mismo. Y es cierto, Marco Tulio Aguilera Garramuño es un invento que uno debe buscar en las calles de San Isidro de El General, o más bien en las páginas de Historia de todas las cosas, esa novela que se publica reenergetizada o remasterizada, causando de nuevo inquietud y sorpresa en el mundo literario de habla hispana, quizá porque han transcurrido ya 36 años desde que saliera publicada por primera vez en Argentina por ediciones La Flor, la misma editorial que publicó a Quino y su Mafalda. Originalmente la novela de Marco Tulio fue publicada  bajo el circunspecto título de Breve Historia de todas las cosas. A pesar de los años transcurridos y a pesar de haber sido reescrito e incansablemente revisado por su autor, este libro esperpéntico, sudoroso, amoroso  y extenso, es uno de esos bichos que va por ahí con la mala fama a cuestas: que si es Cien años de Soledad, pero más divertido; que si el autor es el mismísimo García Márquez , o más bien el mismísimo Antigarcía Márquez; que  si  su apetito de extiende más allá de los mitos fundacionales, se estaciona en los personajes que como un mosaico abigarrado  invertido deambulan por calles, casas, cantinas y burdeles de San Isidro de el General movidos por el puro impulso de su libido, su hambre, o su desazón.

Más allá de chismes literarios y meticherías de críticos, Historia de todas las cosas es una novela que se sostiene por su enorme calidad literaria, así como por su exuberancia imaginativa. Su aliento selvático nos planta sin misericordia en medio de una plaza, a veces en medio de una selva, donde el sol rezuma y mata los malos pensamientos. Los humanos de carne y hueso de este pintoresco pueblo habitan según algunos estudiosos sin remedio en Colombia aunque otros insisten en suponer que habitan en Costa Rica. Son seres extremistas que se deslumbran y se desbarrancan en los socorridos moldes de la picaresca universal.

Para mí, Historia de Todas las cosas es, sin duda, una de las obras fundamentales, capitales, de la moderna picaresca en lengua española. Porque la larguísima corte de los milagros de Historia de todas las cosas, como su nombre lo indica, refleja o retrata los estereotipos más convencionales, para desmandarse con ellos, para desnudarlos y ponerles ropas nuevas y de esa forma presentarnos una cara renovada de las largas, existentes y vigentes en todo latinoamericano que se respete.

Atento a su propio proceso creativo, el narrador de historia de todas las cosas  se mete, como chivo en cristalería, a comentar pasajes y a opinar sobre lo acontecido con una impunidad que sólo la proverbial soberbia de su autor puede sustentar, pues el universo creativo de Marco Tulio Aguilera Garramuño, el dios único y único diablo el defenestrador principal, es quien sostiene el sartén por el mango y pobre del que se queje, incluso si es el autor mismo.

Historia de Todas las cosas no es sólo una novela, sino también es una trampa, una trampa porque Marco Tulio Aguilera Garramuño es también uno de los mejores cuentistas que hay actualmente en la lengua española. Esa novela que es una novela río, también  puede leerse, como él lo hace, de manera  al azar, en cualquier capítulo, porque también tiene atrás la maestría que ejerce en el cuento, muchos de estos capítulos pueden ser cuentos por sí mismos, ¿no? Como sucede un poco con las historias que nos cuenta el Quijote, y  bueno, aquí también hay un paralelismo que decía yo en la mañana: así como  el Quijote de Cervantes es una recreación satírica de las novelas de  caballerías, así también yo leo Historia de todas las cosas, como esa recreación satírica que puede superar en calidad y en intención a las novelas, no sólo de García Márquez, sino de todo el realismo mágico, bueno, Historia de Todas las cosas no es pues la epopeya de la vida latinoamericana, no persigue entender ni fundar una mitología ni una épica, es una travesía por un imaginario narrado por un aventurero de la palabra, una parodia de la vida sentimental, pasional y cotidiana de seres que parecen sacados de los más oscuros retratos de la historia del día a día de cada pueblo nuestro, de cada casa, de cada alcoba, de cada burdel, de cada esquina donde se gestan las pequeñas risibles y grandes ambiciones de personajes demasiado cercanos a nosotros mismos. Muchas gracias.  PLAS, PALAS, PLAS, PLAS, PLAS…!!!!!!!!!!!!!!! (Aplausos)

lunes, 6 de agosto de 2012

LO QUE DIJO LIRIAN MARULANDA SOBRE HISTORIA DE TODAS LAS COSAS

Hace varios años le envié un archivo de más de 500 páginas a mi amiga Lirian Marulanda, cuyos juicios críticos sobre mi obra han sido implacables a lo largo de nuestra amistad de casi 40 años. En más de una oportunidad ha descalificado mis obras. Recuerdo que una vez me dijo: “Eres el mejor cuentista latinoamericano pero un novelista mediocre”. El manuscrito que le envié hace varios años era la versión definitiva de mi Historia de todas las cosas.  Le mandé un cuestionario y éstas fueron sus respuestas. Estoy publicando esta entrevista porque antecedió a la respuesta crítica extremadamente positiva que la obra está teniendo y porque Lirian reclama el privilegio de haber dicho antes lo que ya publicada la novela han dicho D’Alessandro, Avilés Fabila, Samperio, Felipe Garrido, Pimentel, Jorge Arturo Abascal y muchos otros
¿Te gustó la novela?
No sólo me gustó, me encantó, me llenó de alegría, me hizo reír a carcajadas, me puso a imaginar San Isidro de El General, como pueblo, como espacio narrativo. Me puso a pensar sobre los personajes, sus características e interrelaciones.
¿Por que?
Porque la estructura narrativa está muy bien lograda, por el manejo del lenguaje, por el léxico, porque los personajes no sólo se identifican por las características que les han sido asignadas como sujetos actuantes, sino también, por su íntima correlación con el espacio que ocupan: casa, habitación, prostíbulo, bar…… cárcel, ventana, basurero, montaña…… carretera…En la trama los personajes y el lenguaje de cada uno de ellos, se entrelazan, los identifica y enriquece muchísimo. Es maravilloso.El historiador-literato es genial. Es su historia y no la de otros la que él cuenta. Así de fácil. Es cómo vemos a los otros, a las situaciones y cómo las interpretamos de acuerdo a nuestro propio saber y entender, a nuestra propia historia de vida. Es algo así como: “la historia de San Isidro de El General la cuenta el ranador como la ha vivido, la ha imaginado, la ha interpretado, la ha soñado, la ha deseado, encerrado en su propio yo, en su propia subjetividad de sujeto actuante, vivo y presente”. Porque entrelíneas encuentro mucho de ti, particularmente de aquellos momentos de tu vida narrados en las milnosecuantas páginas de “Memorias…”
 Que personajes te parecen memorables y cuales desechables?
No desecharía ningún personaje. Todos tienen su rol determinante. Crecen, aparecen, se diluyen sin desparecer. Siempre están ahí, a la espera que el ranador les dé la oportunidad de actuar. Están entre bambalinas, nunca salen del escenario. Se me ocurre que a veces se comportan como “el coro del teatro griego”. Eso de NO capítulos, de No punto y aparte; de párrafos largos,  sin comas ni puntos, son como si todos los personajes, a la par con el lector, fueran el auditorio que escucha al orador sin respiro, como en un suspiro inconcluso. Es fantástico. Involucras al lector dentro de la narración. Eso es dramaturgia. Destaco al historiador-literato, sin él como personaje que cuenta lo que cuenta a su manera, la historia no tiene sentido y sin las acotaciones de Don Garrapata, nos tragaríamos el cuento completo y diríamos que “lo que nos cuenta el historiador-literato es la verdad verdadera” y no “mi verdad soñada, deseada, imaginada, inventada,……”. Tu don de la poesía hace que encuentre nebulosas tus observaciones.
¿Te pareció larga o aburrida en ocasiones?
NOOOOOOOOOOOOOOO. Sólo te diré  que  me he divertido de lo lindo y que si tú me autorizas, se la envío a mi hijo para que la disfrute en las vacaciones de fin de año. Quiero que entiendas que cuando digo divertido no es solo porque me he reído, sino por las bofetadas que das a los acartonados y arcaicos académicos de la literatura. Por tu fecunda creatividad  que a partir de un pequeño detalle, exaltas y construyes un personaje, una situación, un espacio, un tiempo. Porque en ciertos momentos me sentí como de la mano del Quijote o Sancho Panza, indistintamente, en pleno siglo XXI.
¿El final te dejo satisfecha?
Por supuesto que me dejó satisfecha. Lo he entendido así:
a. Continuará cuando al historiador-literato se le d la regalada gana.
b. Cuenta tú el resto de los acontecimientos, si es que eres capaz.
c. Vuelve a leerla, como quieras, empieza por donde quieras, que el final puedes encontrarlo en cualquier parte y si no lo encuentras, pues invéntalo.  Eso es genial!!!!!!!!!!!!!
¿ Aporta algo a la lit colombiana y latinoamericana?
Sólo te diré que es el mayor aporte después de GGM y su combo. Para mí, en mi humilde entender, entre otras cualidades, es un excelente texto para los estudiantes de literatura que quieran aprender a escribir relatos, cuentos o novelas. Es una gran obra de  la literatura latinoamericana del siglo XXI. Te lo dice mi humilde conocimiento y mi corazón. No tengo ganas de hacer un análisis detallado y exhaustivo.
¿ Encuentras algo más allá de la narración divertida?
Siiiiiiiiiiiiiiiiiii. La estructura narrativa. Atrevida, osada, innovadora. Me imagino que tú tienes los mapas y cuadros de interrelaciones de los personajes, situaciones, espacios y tiempos.  Ellos están solo contigo y son tuyos. Es posible que en mis ratos de ocio me ponga a hacerlo y espero lograrlo, aunque a simple vista, no se ve nada fácil. Eso es un gran aporte a nuestra literatura. El manejo del lenguaje. El substrato filosófico. El rompimiento con esquemas literarios que nos dicen cómo debemos escribir una novela. Sin sentar cátedra, sin academicismos se entrelazan en la “aparente” sencillez  de la narración.   Denota gran conocimiento de nuestro idioma castellano. Construcción de las oraciones, gramática poco ortodoxa, al igual que el léxico y la fonética. Se siente mucho más cuando hacemos la lectura en voz alta.El juego de palabras, palabras inventadas, palabras trastocadas de lo oral a lo escrito que se escuchan bellísimo cuando el texto se lee en voz alta. Amigo del alma, tú sabes que soy bastante crítica con tu producción literaria, que siempre he dicho que los cuentos de Marco Tulio son excelentes y las novelas no tanto. Ahora te digo y te lo repito: “Historia…” es un excelente relato novelado, es fantástico!!!!!
Te amo
Lirian

jueves, 2 de agosto de 2012

GARRAMUÑO: EL ANIMAL LITERARIO


Las noches de Ventura/Buenabestia (El Libro de la Vida I)

BUENABESTIA. El libro de la vida, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Plaza y Janés, Santafé de Bogotá, 1994, 266 págs. (También publicado bajo el nombre de Las noches de Ventura, Narradores Contemporáneos, Planeta, México).
Oscar Torres Duque

La historia de una decepción. Memoria de una insatisfacción, de una angustia, de un cuasifracaso que bien pueden no implicar acontecimiento alguno digno de mostrar pero que previsiblemente contienen un drama humano similar al de los grandes desastres públicos. ¿Cuál más podría ser el asunto de este nuevo libro de Marco Tulio Aguilera Garramuño, el aún recordado escritor colombiano que arrancó con patada de antioqueño —bogotano, él—, a los 25 años con Breve historia de todas las cosas? Desde entonces, Aguilera demostró que era un novelista de talento. Sobre todo se lo demostró a sí mismo, pues parecía haber tomado la literatura muy a pecho, dispuesto a destronar a García Márquez (aunque la crítica nacional no pudo dejar de ahogar la ópera prima en una fácil relación con el mundillo garcíamarquiano), a ganarse cuanto concurso —grande o chico— hubiera por ahí, a escribir las novelas más importantes de la narrativa colombiana del siglo XX. Conjeturas comprobables hoy, desde sus 46 años, desde su último texto, enteramente autobiográfico, desde el cinismo ingenuo que no abandona, impenitente, sus ambiciones juveniles.
¿Qué hacer con un escritor que a los 46 años empieza a mirar de retro, a escribir su obra autobiográfica, a querer emular a Proust y a Durrell? Sus declaraciones iniciales a ese respecto no esconden nada; son una declaratoria de ambiciones, tan naïf en su formulación que casi se confunde con una madurez sincera. Se justifica: "Me ampara en mi osadía la sentencia de san Pablo: el Señor no juzgará al hombre por sus sueños". Y aventura: "Aventuro que haré cualquier cosa menos aburrir al poco paciente lector". Sí aburre. En algunos pasajes. Pero se deja leer hasta el final. No como una novela, no por el suspenso de una historia magistralmente contada para sorprender al lector ansioso de emociones fuertes. Se deja leer a medida que uno va entrando —muy lentamente y, definitivamente, con paciencia— en sus discretas reflexiones, en su tono indiscutiblemente coherente, en su humor resignado, en la intensidad y sapiencia de algunas descripciones, en su ruda, esquemática pero personal percepción de las realidades eróticas. O sea, siguiendo por el camino confesional de las impresiones de lector, Buenabestia tiene un solo y definitivo mérito (y agreguemos "extraliterario", por pedantear): convierte al lector en un cómplice, digamos mejor en un alcahuete, del irónico destino, fatalmente literario, de su autor. Toda una confesión, sin lágrimas, más bien con cierta tendencia a la autojustificación, y dando tal vez no lo mejor del animal literario (como literatura, son más consistentes Breve historia de todas las cosas y Cuentos para después de hacer el amor), pero sí lo mejor de su lucidez y de su voluntad de escritor. Dos cualidades que hacen al buen diarista.
En efecto, en Buenabestia se intercala el recurso del diario, bien trabajado al lado del relato de las peripecias de quien pretende escribir un género "grande", una novela; al tiempo que, para vivir, no deja de escribir (lo cual ya es heroico) un folletín por entregas sobre aventuras eróticas (si es que el erotismo es una aventura) de un álter ego del narrador, alias Marco Tulio, quien a su vez se mira hacer, decir y escribir en tercera persona. Pero en realidad no hay enredo. Aguilera no pretende ser ingenioso en la "técnica narrativa"; sencillamente (a la carga con los adverbios: sinceramente) yuxtapone fragmentos, narra, transcribe y, sobre todo, piensa cómo lo está haciendo Ventura —su héroe—, como lo haría cualquier adolescente en su diario íntimo sin el temor de que sus textos vayan a ser descubiertos.
¿Y de la novela qué? Finalmente la crónica de la flojera de Ventura para escribir una novela se concreta en la existencia de la novela que es Buenabestia. La novela aguanta todo... (y permítaseme decir, pero eso es harina de otro costal, que En busca del tiempo perdido y El cuarteto de Alejandría no lo son). Para bien o para mal, la novela se ha convertido (eso quizá siempre ha sido lo esencial del género) en un receptáculo de todas las potencias y expresiones literarias: la novela es narración, es drama, es poesía, es ensayo, es diario, es memoria, es divertimento, es crónica, es historia, es fantasía, es crítica mordaz y declaración de principios. Puede cobijar bajo un solo título todas esas manifestaciones y seguir siendo novela. La calidad es otra cosa y depende también de lo que con ella se quiere decir. En nuestro caso, Aguilera no tiene que decir más que su propia desazón, su propio cinismo: el del escritor que le ha apostado —quizá lo haya apostado todo— a vivir de su invento literario, a escribir obras dignas de recordación, y ve, con el paso de los años, que toda vida literaria resulta bien pronto una caricatura, un cebarse irresponsablemente en la soledad para saber que todo éxito es relativo pero que la falta de éxito es agobiante, sobre todo cuando no se tiene vocación de mártir. La novela aguanta todo. A estas alturas, lo tiene que aguantar todo; es el único soporte que le queda a quien la ha elegido como amante, como desahogo de una intimidad frustrada. Y entonces Buenabestia es una novela —como dice Aguilera al comienzo, anunciando su tríptico autobiográfico: El libro de la vida—, lejos de toda ficción y de toda "técnica narrativa", que convierte en materia literaria el propio escombro, la decepción, el hartazgo de literatura. Ésa es, al menos, la impresión que deja, en su aspecto más logrado, esta obra del escritor colombiano residente en México.
En Buenabestia se encuentran deshilachadas, casi despedazadas por la conciencia, las obsesiones de Aguilera: una sexualidad desaforada (que ha encontrado, sin duda, su propio lenguaje), la pasión literaria (con sus correspondientes: la abstinencia, la aridez, la impaciencia de escribir de un solo golpe la pieza más conmovedora, la angustia de no poder expresarse), el magisterio del Papá Grande (Gabo, quien pudo haber augurado que Aguilera sería su sucesor), la vida en el exilio, los escrúpulos morales, el producto en metálico de la inteligencia... En general, todas presencias de doble filo que al cabo pueden volverse contra quien sueña una vida literaria y descubre que ella también es una ficción; no una farsa, pero sí una utopía que se recrea una y otra vez, terca, obstinadamente. Esa constancia, quizá, es lo que convierte a este bicho raro, a este escritor de oficio, a esta bestia dominada por la lujuria y por la lujuria de escribir, en una buena bestia que aún quiere producir la mejor obra literaria, con sinceridad, con compromiso. Por ese camino —y éstas no son palabras de consuelo—, un escritor como Aguilera puede conseguirlo. Pongámoslo en la historia de la literatura colombiana —y aun latinoamericana—: el autor de Cuentos para después de hacer el amor y de Cuentos para ANTES de hacer el amor (quien ha anunciado la publicación de Cuentos EN LUGAR de hacer el amor para los años de su madurez) aún es joven. La desesperación también puede ser un aliado del buen novelista. Si lo lograron borrachines como Lowry o Dylan Thomas no hay duda que lo logrará Marco Tulio que desde joven ha demostrado una voluntad de espartano.

Eduardo García Aguilar habla de Garramuño

SAMEDI 13 AVRIL 2019 LAS AVENTURAS LITERARIAS DE AGUILERA GARRAMUÑO  Por Eduardo García Aguilar La Universidad Veracruzana ...