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miércoles, 17 de abril de 2019

Eduardo García Aguilar habla de Garramuño

SAMEDI 13 AVRIL 2019

LAS AVENTURAS LITERARIAS DE AGUILERA GARRAMUÑO 


Por Eduardo García Aguilar
La Universidad Veracruzana rinde homenaje al escritor colombiano Marco Tulio Aguilera Garramuño (1949), quien cumple 40 años de actividad en esa prestigiosa institución situada en Xalapa, en el estado de Veracruz, donde ha sido profesor, editor y director de varias publicaciones. A lo largo de fructífera vida literaria ha publicado decenas de libros de narrativa y ensayo y ejercido la crítica literaria en revistas y diarios de México y el continente americano, donde se ha involucrado en diversas polémicas por su implacable criterio al analizar las obras de sus contemporáneos. 
Al llegar a la venerable edad de 70 años, Garramuño, como suele llamársele, sigue siendo el infatigable autor que no ceja en una tarea literaria iniciada de manera precoz con su primera novela Breve historia de todas las cosas, publicada por Ediciones de la Flor en 1975, y el año pasado logró el Premio nacional de Novela de México con su ultimo libro sobre la melancolía, Formas de luz, una vasta obra donde cuenta el hundimiento de un hombre en el infierno de la depresión, siguiendo los pasos del gran autor estadounidense William Styron, quien en lo máximo de su fama cayó de repente en el abismo personal tras recibir un premio literario en París.
Aguilera Garramuño estudió filosofía en la Universidad del Valle, donde en los tiempos de Estanislao Zuleta, Andrés Caicedo y Enrique Buenaventura, empezó a escribir su obra bajo la tutoría de Gustavo Alvarez Gardeazábal, que leyó el primer manuscrito de su novela más famosa. Desde entonces empezó a ganar todos los concursos de cuento y novela en que participaba, entre ellos el prestigioso galardón del Sesquicentenario de la Universidad del Cauca en 1978 con su cuento Próxima guerra en Alaska.
Como fui finalista de ese premio al lado de Sandro Romero Rey y Nayla Chehade, empecé a seguirlo desde entonces como autor, antes de encontrarlo en México en 1980 y compartir con él las páginas de varios suplementos y revistas mexicanos, como el conocido Sábado del diario Unomásuno, que abrió las puertas a varias generaciones de autores latinoamericanos y mexicanos de ese tiempo bajo la conducción de Huberto Batis. 
Garramuño dice de él mismo que es un megalómano, un egoísta, pero por el contrario es tal vez uno de los más generosos autores de su generación y uno de los pocos que lee a sus contemporáneos y los sigue con afecto y paciencia celebrando sus éxitos o criticando sus malos libros. El ejercicio crítico le ha granjeado no pocas molestias y le ha cerrado puertas a este autor que sin duda merece un sitio más prominente en la lista de los narradores más notables del post boom.
Dotado de una gran inteligencia, erudito en temas literarios y además atleta destacado en pruebas de natación desde su primera juventud, Garramuño es en cierta forma un inclasificable pues su trayectoria ha sido casi la de un apátrida a quien ningún país reivindica como suyo porque tiene varios. Nacido en Colombia, terminó el bachillerato en Costa Rica, donde se sitúa su primera novela, y después residió en Estados Unidos, donde realizó el posgrado de literatura en Kansas y más tarde en la ciudad de Monterrey, desde donde viajó para ser acogido por la prestigiosa Universidad Veracruzana, la misma que editó en los años sesenta por primera vez Los funerales de la mama grande de Gabriel García Márquez y Diario de Lecumberri de Alvaro Mutis.
De madre argentina y padre colombiano Garramuño dejó muy pronto su natal Colombia, a la que ha sido fiel a lo largo de estas décadas. Del lado argentino vienen tal vez sus tendencias megalómanas y su "déficit de atención", como dice su sabia hermana menor; y de Colombia el espíritu guerrero que lo ha llevado a tratar de derruir torres y molinos imaginarios y ganarse enemigos gratuitos. De Estados Unidos viene su pasión por la ciencia y el deporte competitivos, de México su rebeldía sacrificial y prehispánica y de Centroamérica la efervescencia de sus transiciones, inspiradas en el ímpetu del nicaragüense Rubén Darío y la productividad del guatemalteco Miguel Angel Asturias.
Esa diversidad de orígenes lo hace inclasificable, una especie rara que no ondea ninguna bandera ni aspira ser el emblema de algún país, grupo o región específica. En su torre de marfil de la ciudad de Xalapa, Aguilera Garramuno vive un exilio interior que le facilita ejercer su libertad literaria por caminos muy originales que lo hacen derivar al mismo tiempo por abismos y vertientes cruzadas, como el improbable amor loco entre un helicóptero y un rinoceronte.    
En México ha publicado casi todos sus libros, entre los que se destaca Cuentos para después de hacer el amor,  Mujeres amadas, Paraísos hostiles, Venturas y desventuras de un frenáptero, Los grandes y los pequeños amores y otros más que exploran las tribulaciones del deseo, las derivas del amor, los misterios de la mujer, los secretos de las lolitas de Nabokov, los disturbios mentales del creador, las ansias y las angustias de los declinantes hombres heterosexuales de la segunda mitad del siglo XX y los primeros lustros del siglo XXI.
Su obsesión por las mujeres y sus misterios surge tal vez de la búsqueda imposible de la bella madre perdida, que muy joven quedó viuda y a cargo de una amplia prole y cuyo destino explora en El amor y la muerte, novela que resultó finalista del premio Alfaguara. En tiempos de radical insurrección feminista, la obra de Aguilera Garramuño puede ser un material básico para entender la decadencia definitiva del hombre heterosexual en Occidente y el agotamiento del cruel patriarcado milenario.    
La prosa de Garramuño se destaca por la complejidad de un estilo que no da concesiones a la facilidad en boga y sus intrincadas tramas nos muestran la labor de un coloso literario que revisa con furia maniática cada una de sus oraciones, las retuerce, pule, energiza, golpea, rompe y teje como en su tiempo lo hizo Marcel Proust encerrado en su habitacion de asmático para escribir En busca del tiempo perdido. 
Tal vez por estas y otras razones Marco Tulio Aguilera Garramuño es uno de los autores latinoamericanos más notables de la actualidad y la Universidad Veracruzana acierta al homeneajearlo en el marco de la Feria Internacional del libro de Veracruz dedicada este año a Colombia. 
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* Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 14 de abril de 2019

viernes, 5 de abril de 2019

La cloaca: una forma heterodoxa de recuperar las Islas Malvinas


La cloaca, Guillermo Ferreyro, Universidad Veracruzana, Colección Ficción 2019. Premio Sergio Galindo a Primera Novela
La extraña naturalidad con la que un niño cuenta sus descubrimientos en el  submundo de las cloacas de Buenos Aires, una familia disfuncional (como todas): una madre llena de manías y un padre con secretos, la eclosión de la sexualidad en el niño protagonista-narrador y el descubrimiento de la sexualidad de quienes lo rodean, un viejo que vive en las cloacas y que tiene la extraña perversión de meterse camarones en el culo, una vecina que busca lograr un embarazo en su cuerpo para apoderarse del estatus de mujer legítima y con heredero, un grupo de rapaces niños que hacen asociación para compartir sus descubrimientos sobre el mundo de los adultos, masturbarse en las cloacas y para indagar los misterios de los submundos de Buenos Aires… todos los personajes y todas las situaciones de esta peregrina novela son extravagantes,  aunque de alguna manera inocentes y sin duda resultado de una situación social incómoda y frustrante.
Ferreyro nos presentan un teatro de sombras siempre divertido y ameno, en algunas ocasiones cargante por obsesivo,  donde la moral y las buenas costumbres son apenas malas palabras. Esto es La cloaca de Ferreyro, galardonada con el premio Sergio Galindo a Primera Novela 2018. Este argentino con aspecto de espía ruso es un escritor que tiene sin duda un mundo y un lenguaje particulares, propios, a los que no les encuentro filiación, aunque tal vez Cortázar, Roberto Arlt, Becket y Rabelais podrían reclamar algún parentesco.
El niño protagonista, a los once años o más, asiste a una serie de rituales que no entiende: los adultos se pasan el tiempo maquinando traiciones u organizando rituales en los que los camarones son parte fundamental. El cuartito donde guarda sus secretos el padre (asuntos escatológicos,pornografía escrementicia, recetas de cocina o quién sabe qué), se convierte en el refugio del niño, que espía a sus mayores a través de un huequito. Si esta novela tiene algún arte domiante, es el arte de la tensión no resuelta.
El lector, andado la página 150, no entiende qué está sucediendo, pero es hábilmente manipulado por Ferreyro que sabe mantener el interés en la lectura gracias al arte de ocultar, sugerir, y nunca revelar sino hasta la página final. Después de la cual, sin embargo, persiste la perplejidad: ¿qué diablos hemos leído? ¿Un embuste, una trama maquiavélica contra los ingleses que se apropiaron de las islas Mavlinas y de paso vapulearon en aparentemente indeformable ego de los argentinos, que a pesar de tener a Borges y aMaradona y más allá a Messi, siguen sufriendo el oprobio de haber sido humillados por el poderío británico?
Ni comedia, ni farsa, ni parodia ni drama ni obra de denuncia social, aunque tiene aristas de todas las anterires, comparte todos los géneros y especies e involucra disciplinas tan aparentemente dispares como la guerra bacteriológica y la gastronomía y resulta ser una especie de bufa protesta contra el vil abuso anal que ejerció el proderoso ejército británico contra la orgullosa pero débil Argentina.
Novela disfuncional, como la familia del protagonista, se prolonga en disquisiciones sobre mutaciones genéticas que desesperan al lector que busca certezas y coherencias. Desmesuras y absurdos, desafueros, violaciones a la mal llamada realidad, se acumulan como un alud de excrecencias que arrasan las cloacas de Buenos Aires y que dejan al lector exhauso y preguntándose qué fue eso que acaba de leer.
Elvio Gandolfo, reconocido escritor argentino de mi amplio y fatigado kilometraje quiso hacer un prólogo sin entender a fondo la novela y yo lo he querido emular haciendo esta elusiva presentación tras alcanzar la misma perplejidad. De muchos escritores a partir de la primara novela ya se puede decir qué se puede esperar. De Ferreyro lo único que espero esperar es otra perplejidad.

viernes, 29 de marzo de 2019

La vida continúa: marzo 2019 (fotos y noticias)

EN AquaX después de entrenar los 1500 para
el próximo Nacional Máster en

Cuatro  medallas de oro y una de plata en el Campeonato
Abierto de Azteca CANMEX marzo 2019

Presentaré la novela La cloaca, Premio Sergio Galindo 2018, en la FILU

Diario de Xalapa anuncia
el homenaje que la Feria
del Libro  me hará, con la
presencia de Joaquín
Diez Canedo,  Raciel
Martínez
y
Daniel Ferreira

Presumiendo medalla

Sigo asistiendo los martes al programa
IRRADIA de Radio Más a hablar
sobre libros

jueves, 14 de marzo de 2019

INVITADOS A LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO UNIVERSITARIO 2019


Darío Jaramillo Agudelo

Poeta, novelista y ensayista. Premio de Poesía Federico García Lorca 2018.

William Ospina

Poeta, novelista y ensayista. Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2009.

Pablo Montoya

Poeta, cuentista, novelista y ensayista. Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2015, Premio Casa de las Américas, Premio de Narrativa José María Arguedas 2017.

Daniel Ferreira

Novelista y cronista. Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo 2010, Premio Clarín de Novela 2014.

Larry Mejía

Poeta y novelista. Premio Platero del Club del Libro de las Naciones Unidas 2011.

Jairo Buitrago

Escritor de libros-álbum para niños. En 2007 fue ganador del XI Concurso de Álbum Ilustrado “A la orilla del viento”, del Fondo de Cultura Económica de México.

Ivar Da Coll

Escritor e ilustrador de libros para niños. Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil 2014.

Julio César Goyes

Poeta y ensayista. Profesor del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura de la Universidad Nacional de Colombia

Grupo Guatapurí

Agrupación musical y dancística de origen colombiano que difunde y comparte las manifestaciones artísticas del folklor de Colombia en los ritmos de cumbia, vallenato y mapalé.
México

David Huerta

Poeta, editor, ensayista y traductor. Premio Xavier Villaurrutia 2005.

Cristina Pacheco

Periodista, escritora, editora y conductora de programas enfocados a hablar de la sociedad mexicana.

Paco Ignacio Taibo II

Escritor, político y activista sindical hispano-mexicano. Actualmente es encargado de Despacho del Fondo de Cultura Económica.

Carmen Villoro

Escritora, poeta y narradora.

Elmer Mendoza

Dramaturgo, cuentista y novelista. Premio Tusquets de Novela 2007.

Laura Emilia Pacheco

Narradora, ensayista, traductora y editora

Francisco Haghenbeck

Escritor novelista y guionista de cómics. Premio Nacional de Novela Negra: Una vuelta de tuerca 2006.

Eduardo Limón

Periodista cultural y escritor.

Bernardo Esquinca

Escritor mexicano inscrito en la temática de la llamada weird fiction o “ficción de lo extraño”. Premio Nacional de Novela Negra 2017.





https://www.uv.mx/filu/invitados-2019/
OTROS INVITADOS…

WILLIAM OSPINA
FERNANDO MONTOYA
DANIEL FERREIRA
GUILLERMO FERREYRA
ARTURO RIPSTEIN
PACO IGNACIO TAIBO  II
PEDRO ANGEL PALOU
DAVID BETANCOURT
JOAQUÍN DIEZ CANEDO
LETICIA LUNA
Germán Martínez, coordinador
de la FILU
DARÍO JARAMILLO
MARCO TULIO AGUILERA GARRAMUÑO
LARRY MEJÍA
JAIRO BUITRAGO

Leticia Luna presentará cómics
del SENDIU

sábado, 16 de febrero de 2019

MEMORIAS INDISCRETAS 30-31 LA DIOSA PERRA

 Lo que soy al día de hoy, bueno, malo o grado X en la escala ética, estética o política, productivo, feroz, crítico, vanidoso, voluntarioso, admirador de la belleza, lector voraz, estudioso de todo lo existente, aventurero, soberbio, buena gente, honrado, sincero, aspirante a super héroe  –eso digo yo, habrá que ver qué opina le gente—, todo lo que soy tuvo su semilla en un pueblo-ciudad de Costa Rica que se llama San Isidro de El General: allí tuve mis estrenos, incluyendo uno fundamental en el Bar Tico, leí todo Dostoievski, Miller, las Mil y una Noches, Vargas Vila, recibí clases de lectura y redacción de la discretamente  sugestiva Vilma Alfaro de Vega (ah, nostalgia la mía de una debilidad endémica: la primera minifalda que vi en mi vida: el atisbo del gran secreto)  y lecciones de locura feliz de don Danilo Salas y arcanos feroces e indescifrables de matemáticas del despiadado negro Lindor, allí gané mi primera  medalla en carrera atlética compitiendo ni más ni menos que contra el campeón centroamericano Rafael Ángel Pérez (perdí pero me dieron medalla) (de ahí mi actual adicción a las preseas de todo tipo), allí tuve una existencia silvestre cerca del río General y conocí a las mujeres más ferozmente hermosas del mundo que habitaban el polvoriento parnaso de San Isidro. Allí comencé a escribir y gané mi primer concurso (segunda gran adicción) con una Biografía de Beethoven: el premio fue escuchar la Novena Sinfonía en el Teatro Nacional de San José de Costa Rica (recuerdo que disfruté la obra de quien consideraba mi semblable) con deleite de sibarita ignaro en el gallinero del Teatro, enfundado en un traje de paño negro grano-de-pólvora que me regaló el señor Rossi, dueño de la fábrica de fideos en donde trabajé empacando tallarines; recuerdo que mi madre recibió el traje de regalo y le pidió a un sastre que lo redujera para que se ajustara a mi cuerpo de quince flacos años).
Y a ese pueblo-ciudad, San Isidro de El General,  es a donde fui hace poco tiempo  a dar conferencias sobre la novela que escribí hace más de 40 años, una novela en la que yo describía a las lindas y atrevidas y descaradas putas de aquel pueblo del fin del mundo y al sargento y a las ferozmente hermosas, y al padre Coto y a don Danilo y a la Sietecolores y a la Musoc … Esa novela fue publicada por La Flor en Buenos Aires, tuvo una edición de 25 000 ejemplares en Colombia, le gustó a García Márquez, recibió el Premio Aquileo J. Echeverría, fue declarada novela post moderna y fundadora del post boom, fue criticada, censurada, alabada, acusada de plagio, el título de la obra fue usado por un filósofo norteamericano de apellido Wilbur (que según parece ha tenido buen éxito).
Y por esa novela es que regresé a San Isidro de El General y a Costa Rica.
La fundación de San Isidro fue llevada a cabo precisamente por el primer Barrantes, Sergio Barrantes, hombre no sólo vivo sino vivísimo, poseedor de 54 hectáreas de bosque y selva
 a cuya casa nos dirigimos.
¿Tema de la reunión?
Homenaje al prócer que ha cantado las glorias municipales y las llevado allende los mares. Allí se oficiaría no sólo una cena pantagruélica y una bebeta tremenda gargantuelesca, sino una de las escenas más memorables y acaso insoportables de mi vida. En un comedor gigantesco con ventanas monumentales que nos ofrecían el paisaje original más esplendido de palmas, árboles en estado diríase prehistórico, y atrás el río, el viejo río General en el que hicimos yo y mis hermanos de niños tantas fechorías y gozamos de tantos deleites, se llevó a cabo una especie de glorificación extrema de mi inmodesta persona.
El viejo Barrantes, un auténtico totem de aspecto prehistórico, presocrático, paleolítico tenía una cámara digital recién comprada y estaba dispuesto a agotar el infinito. Comenzó a disparar fotos, lo que haría constantemente durante varias horas. Decía mirando su contador de fotos: ya he tomado 60, me faltan 1117, ¡flash, flash, flash!: fotografió a mi esposa en todas las actitudes, me fotografió a mí de forma casi demencial y poco faltó para que me siguiera hasta el baño con su cámara con capacidad para tomar 1500 fotos. Pidió que lo fotografiaran conmigo entrelazando los brazos mientras bebíamos rústica champaña local en altas copas como si fuéramos novios. Barrantes tiene 93 años pero posee una energía de galeote bien alimentado. Su esposa, tan veterana como él, es una mujer dulce, mansa, sumisa. Doña Petrita recordó haber tenido gran amistad con doña Ruth, mi madre. “A esta casa venía doña Ruth contigo, un muchacho flaco, de brazos y piernas muy largas. Tendrías doce o trece años y no te quedabas quieto ni un instante, te movías para arriba y abajo, hablabas, cantabas, recitabas poemas de Neruda y García Lorca y no había forma de hacer que te sentaras quieto”. Mientras tanto el patriarca Barrantes seguía eufórico, me servía ron con coca, cognac de marca, guaro, insistía en que Lety bebiera, pero ella impávida (y siempre obsesiva por la salud y la buena digestión) seguía tomando agua. El patriarca le puso un plato con huevos de codorniz al frente. Este plato digno de Montesquieu es solo para mi hija, dijo -el patriarca había decidido adoptar a mi amada con quien había intimado desde la fiesta anterior. Los huevos de mis pajaritos queridos son sólo para mi hija, insistía de manera casi infantil. Leticia comió solo dos huevos, yo me comí el resto, unos veinte, deliciosos, incomparables, adictivos, podrías haber muerto engullendo huevos de codorniz, cien, doscientos, quinientos, estabas en la cima de la ola de la gran euforia,  de la vanidad satisfecha, me diría mi esposa al amanecer del día siguiente mientras yo pagaba las consecuencias en el trono de los incontinente, eres el modelo perfecto del perfecto suicida, imagínate el resultado de la autopsia: murió de una intoxicación de ego satisfecho. Frente a nosotros había veinte variedades de carnes: de faisán, de venado, de tepezcuintle, de la putamadre. Leticia ni las probó. Solo me miraba beber, comer, posar para las fotos y es como si estuviera diciendo yo te dejo, yo te dejo, nada más te miro. Todos los concurrentes insistían en demostrar la trascendencia de mi novela fundacional, su fidelidad al pasado, el carácter de documento de la obra, me hacían preguntas cómo qué se siente ser famoso y yo decía, no se siente nada: yo regreso a mi casa y allá no soy famoso, nadie me pone atención, soy como todos: trabajo, natación, leer, escribir y a veces salir de viaje y disfrutar de estas atenciones…pero generalmente mi vida es como la de cualquier oficinista al que su mujer manda a comprar tortillas y al que regaña si no lava los platos. No faltó quien dijera que mi novela era mejor que la mejor novela del mundo, y todos apoyaron y trataron de demostrarlo. Yo les dije: mi novela es importante para ustedes porque en ella se ven reflejados y en verdad no importa si es mejor o peor que otra, simplemente es una novela en la que este pueblo se ve reflejado. La fiesta se prologó aunque yo estaba al borde del desmayo tras horas y horas de conferencias, entrevistas, traslados, viajes, emociones violentas, encuentros. Comenzó a llover torrencialmente. A las ocho de la noche me puse de pie y dije ¡ya estoy muy cansado, no aguanto más, me voy!, y el patriarca dijo ¡no, no!, otro trago, y bueno, otro trago, más fotos, muchas más. Me regaló una hermosa edición de las obras completas de Cervantes en un tomo, me dijo que iba a hacer todo lo posible para traerme a San Isidro pues era imperativo que regresara y me instalara aquí y escribiera, Como Cervantes,  la segunda parte de la novela, y me retrató con su nieto Sergititito Barrantes: un muchacho rubio de ojos claros, inteligente, que hablaba con coherencia e información, mencionaba a Nietzsche y a Rilke con naturalidad, y me dijo: este muchacho, mi nieto, es tu sucesor, este muchacho es el que va a escribir la segunda parte de la gran novela.
Termine la noche mareado, como ayer, con el vientre lleno como un odre de todas las carnes, todos los vinos, todas las frituras, frijoles, arroz con pollo, confituras, vinos, aguas de mil aromas… pero, no pude dormir precisamente porque estaba agotado y sin embargo henchido de la energía inevitable cuando se han colmado todas las expectativas.

MEMORIAS INDISCRETAS 31. No lo niego: en mi vida hay tres o cuatro escenas (unas completamente reales, me constan, las viví con certeza y las recuerdo puntualmente; otras, imaginadas, que llegaron por alguna razón  inextricable a convertirse en parte del mapa de mi ser aquí y ahora; y otras de las que me he enterado porque me las han contado); escenas que regresan a mí de manera recurrente, como olas de brea que oscurecen esta deportiva, irresponsable forma de vida que llevo (según mi mujer). El recuerdo de mi iniciación en la vida sexual no es algo que me moleste. Fue desagradable o más bien un acto patético o grotesco. La conté en una de mis novelas. Si yo lograra investigar con precisión la fecha del acto, podría eliminar la posibilidad de que X sea en efecto hijo mío. (Explorar en Lacan: la estimulación del lado psicótico o suicida y el papel de los cortes).
MEMORAS INDISCRETAS 32.  Después de recibir todos los elogios y halagos imaginables y de engullir (no estoy exagerando) aproximadamente quince kilos de carnes de todas las aves, peces y maníferos terrestres y acuáticos y de bogar en siete u ocho litros de los licores más finos y/o estrambóticos que ha dado la tierra … me retiré tambaleante de aquel banquete de Trimalción. Leticia me llevaba como quien guía a un ciego.Al entrar al Casino del sur, donde nos estábamos hospedando,  vi en el espejo a un hombre con un enorme vientre. Un vientre de caricatura de hombre rico. Un vientre de fenómeno de circo. ¿Ya viste a ese tipo, le dije a mi esposa. Se puso al frente como un agente de tránsito, extendió la mano: Serás, pendejo, Garrita, ese que ves el el espejo eres tú. Entendí: ese era yo, señoras y señores, ese hombre ridículo en grado sumo que estaba viendo en el espejo del Casino del sur en Costa Rica tras una semana de excesos gastronómicos en San Isidro era yo.
El penúltimo día antes de salir de regreso a casa estoy pesando 99 kilos 800 gramos, es decir 200 gramos bajo mi récord histórico de los ciento cinco kilos (marca que logré tras quince días de comer paellas y tapas en los más caprichosos restaurantes de Madrid y Barcelona, después de presentar en uno de los más estruendosos fracasos de mi vida mi Historia de todas las cosas... Ya es contaré). He sido feliz en España tragando, engullendo, asimilando, saboreando y no me he preocupado: cuando llegue a mi rancho me someteré a una dieta rigurosa y redoblaré mi entrenamiento de natación. 
Vuelvo atrás, a la reunión en casa del seudo fundador, el tótem Barrantes. Era tanta la joda de los asistentes a la reunión en casa de don Sergio Barrantes: que si yo era el hombre más sincero del mundo, el mejor escritor del mundo, el más fuerte y simpático y agradable, el que tenía a la mujer más extraordinaria que se pudiera imaginar, el que se lo merecía todo, incluso una estatua en el centro de la ciudad, una casa de la cultura con su nombre, que se lo merecía todo, era tanta la joda, tanta y tantísima, que dije, en un rapto de inspiración, “si hay algo que yo quisiera en este mundo es ser poseedor de un buen pedazo de selva y bosque”: dicho y hecho: la comunidad comenzó a maquinar la posibilidad: ¿qué tal si don Sergio Barrantes le donaba al escritor una de las 54 hectáreas de paraíso que posee a espaldas de su casa? ¡Pura vida!, así nuestro héroe se vería obligado a venirse a vivir sus últimos años a San Isidro de El General, donde nos iluminaría con su sabiduría y su talento innegable; bueno, don Sergio Barrantes dijo que sí estaba de acuerdo y que inmediatamente le cedería su hectárea de paraíso a Garramuño; el inconveniente era que no había notario en cuerpo presente o abogado a la mano para legalizar el trato. Y yo entre los humos del alcohol y la perniciosa vanidad satisfecha comencé a preguntarme qué haré (¿qué haría?) si de verdad Barrantes me donara una hectárea de paraíso, humm, tendré (tendría) que venir a vivir a San Isidro, 40 grados a la sombra, las mujeres más ferozmente hermosas del mundo, ¡pura vida!, sin embargo, habría que cercar el terreno o ponerle una barda, no problem, maje, todos te ayudamos, yo regalo el alambre de púas, yo los postes, yo pago los peones, ¡listo!, ah, pero habría que darle mantenimiento al paraíso, chapear; ¡momento!, mejor meter unos cuatro o cinco caballos o  vacas para que se coman la hierba; el caso es que no tengo dinero para comprar caballos o vacas, dijo el escritor; fácil, respondió Sergio II, veterinario de pelos parados e impresionante papada, prestamos el terreno a los dueños de caballos; a ver, aclaremos esto, lo mejor es una venta, no una donación, pues eso generará muchos impuestos, dijo Eduardo Rojas, recién llegado, el abogado de los pobres, mira, escritor, le ponemos un precio simbólico, digamos 200 colones, es decir, cuatro dólares, y listo, ni siquiera te cobraré el trámite, basta que me hagas una donación de todos tus libros con firmas autógrafas. ¡Pura vida! El trato quedó hecho y don Sergio Barrantes, seudo fundador de San Isidro y poseedor de 54 hectáreas de paraíso, estuvo de acuerdo. Habría que ver si cuando se le bajaran los humos de la cruda estaría dispuesto a sostener el trato.

Eduardo García Aguilar habla de Garramuño

SAMEDI 13 AVRIL 2019 LAS AVENTURAS LITERARIAS DE AGUILERA GARRAMUÑO  Por Eduardo García Aguilar La Universidad Veracruzana ...