Vistas de página en total

jueves, 26 de abril de 2012

EL DIA EN QUE CLARICE LISPECTOR TERMINÓ EN LA CÁRCEL POR FUMAR MARIHUANA

Yo tengo una historia menos doméstica de Clarisce Lispector. Asisitió a un Congreso de Escritores organizado por Gardeazábal (al que asistieron Vargas Llosa, Onetti y otros famosos). Clarice se aburría oyendo ponencias, se hizo amiga que un poeta caleño que se llamaba o se apodaba Octavio Paz (no es invento: debe de estar vivo todavía, aunque no he vuelto a oír de él). Octavio la llevó a ella y al querido Edmundo Valadés, director de la revista El Cuento, en la parte trasera de su moto. Clarice quiso entrar en una iglesia. Se sentó en una banca, mirando a la Virgencita, al lado de Octavio y se pusieron a fumar marihuana. Terminaron en la cárcel, de donde los rescató Gardeazábal a las cinco de la mañana.

sábado, 21 de abril de 2012

EL GUARDIAN DE LA REINA ROJA DE BEATRIZ MEYER Y ENRIQUE PIMENTEL

Notas para presentar El Guardián de la Reina Roja
Editorial Educación y Cultura, Colección Jeunesse, 2012

Luisa, hija de un arqueólogo famoso, quiere ser escritora y escribir un best-seller sobre sus aventuras  con su hermano Germán, la gata Nieve desaparece llevando al cuello un extraño collar, raros pájaros como gárgolas prehistóricas son avistados en las azoteas de Puebla, el arqueólogo guarda un mapa en una caja fuerte. Ese mapa remite a Palenque y a una sepultura donde está la Reina Roja, una de las más importantes mujeres de la antigua Mesoamérica, esposa del rey Pakal. Una ola de muertos y atentados, robos, violaciones y asaltos, terremotos, inundaciones, azota México y el mundo, crece como una plaga una desconocida hierba roja que comienza a cubrirlo todo. Así se incia  El guardián de la Reina Roja,  obra verdaderamente inclasificable de Beatriz Meyer y Enrique Pimentel. Como en Alicia en el país de las maravillas uno no sabe si la gran aventura fue motivada por unas pastillitas alucinógenas o si de verdad sucedió lo que se cuenta o si lo que estamos leyendo es una novela escrita por la niña Luisa, la que aspira a escribir un best-seller.

El guardán de la Reina Roja es una novela que involucra las profecías mayas del fin del mundo, involucra a los maras, al México y el mundo contemporáneo, con sus crisis, sus desastres y sus esperanzas. La  joven Luisa, de 14 años, descubre que es descendiente de la Reina Roja de Palenque. Y súbitamente halla que el destino de la Tierra depende de que ella cumpla una misión que es, ni más ni menos que evitar el cataclismo final de la Tierra, y evitar que se cumpla la profecía maya que anuncia el fin del mundo para el 21 de diciembre de 2012.

Como en los cuentos de Lovecraft, en la civilización maya se consideraba que hubo un tiempo en que las fuerzas del bien lograron dominar las fuerzas oscuras y las sumieron en el infierno, pero que cumplido un ciclo o roto un sello estas fuerzas oscuras volverían a salir para intentar destruir la tierra. No son muchos los libros de autores mexicanos en los que se intenta descifrar el misterio de la civilización maya, “pueblo de sabios y magos poderosos”. Recuerdo una novela de Hernán Lara Zavala, llamada Península, Península¸ que aunque tiene una trama interesante  y personajes atractivos, en mi opinión eludió profundizar en el enigma de los mayas: por qué una civilización tan poderosa e imaginativa, súbitamente desapareció, sin dejar más que vestigios, monumentos, arquitecturas asombrosas, y como descendientes, a grupos humanos que fueron sojuzgados, negada su identidad, tragados por una civilización menos poderosa espiritualmente hablando.

El guardián de la Reina Roja, a más de ser una novela juvenil inteligente para  jóvenes inteligentes, interesará sin duda a todo tipo de lectores. Hay en ella un ritmo cinematográfico que recuerda las películas del ciclo de Lara Croft y de En busca de la esmeralda perdida.  Hay alusiones a la gran literatura: a Dante, con su Divina Comedia,  cuyo  Infierno,  es de alguna manera semejante al infierno maya, el Xibalbá, donde se hallan como en una caja de Pandora, atrapadas las fuerzas malignas, esperando que se cumpla el Quinto Sol. Cuando se cumpla, esas fuerzas malignas saldrán a acabar con todo. Pues la misión de la niña Luisa, la niña novelista (tras la cual es casi inevitable pensar en una Bety Mayer adolescente) es visitar el infierno maya, como visitaron el infierno Dante, Orfeo, Osiris y otros famosos. La niña debe entrar en el infierno y llevar a cabo una misión que no les voy a contar para no echarles a perder la novela. Novela de acción, novela juvenil, novela de indagación antropológica, juego de puntos de vista, manejo de documentos, uso inteligente de recursos de las redes sociales, exploración del mundo de las drogas, de la incipiente sexualidad adolescente, todo ello se mezcla en esta obra, que no es precisamente la primera en la que colabora este dúo dinámico: Meyer-Pimentel. Antes nos habían ofrecido, en esta misma editorial, Educación y Cultura, una novela apasionante, original como quizás ninguna otra en la literatura mexicana, una novela llena de imaginación, bien escrita, divertida, muy original. Se llama Tajín 365 y recupera de forma contemporánea los mitos prehispánicos. Es obra también del dúo dinámico Meyer-Pimentel. Tal vez el dúo siga cooperando para crear una saga en la que el pasado prehispánico regrese a nosotros a manera de gran literatura. Vale la pena leer las obras de este desde ahora famoso dúo dinámico.

Muchas gracias.

domingo, 15 de abril de 2012

BORGES HABLA SOBRE LA CREACIÓN POÉTICA

La voz de Borges: una conferencia
TOMADO DE SOLOLITERATURA




[Autoridades, Señoras y Señores:] Me piden que hable de la creación poética. (...) La creación poética (...) parte de la memoria y la memoria está hecha sobre todo de olvido; ya que la memoria, como dijo Bergson, escoge lo que quiere o debe olvidar. Yo escribí un cuento sobre un hombre abrumado por una memoria infinita, ese cuento se llama "Funes el memorioso". Felizmente nuestra memoria no es infinita, uno puede olvidar, uno puede inventar. Y todavía hay otro hecho: que cada lengua es una tradición, una tradición literaria y poética. Yo no estoy seguro de que la palabra lune, por ejemplo, en latín, en español, en italiano, en portugués o en rumano sea la misma palabra que la palabra lune en francés. La palabra lune es más fina y además es una sílaba, como esa palabra inglesa, muy larga, moon.

Todas esas palabras no significan lo mismo, todas esas palabras corresponden a una literatura anterior, es decir, si digo lune hay que pensar que esa palabra ha pasado por Verlaine, que la palabra moon ha pasado por Shakespeare y que la palabra "luna" ha pasado por Virgilio; entonces, cada lengua es una tradición.

Con relación a la creación poética he leído algunos libros de estética, conozco mi Aristóteles, mi Benedetto Croce, por ejemplo, pero he preferido leer las reflexiones de los escritores. Sé que hay dos teorías extremas de la poesía. La primera, que sería la segunda en el tiempo, sería la de aquel gran poeta romántico, Edgar Allan Poe, al cual todos debemos alguna cosa, como a Walt Whitman. La teoría de Poe, que él ha expresado en su Filosofía de la composición, es que la poesía, la creación poética, es un acto intelectual. Bien, yo estoy seguro de que él se equivoca. El tomó su propio poema, un poema que ha sido bien mejorado por sus traductores, por Baudelaire, por Mallarmé —"El cuervo"—, un poema bastante mediocre en inglés, y explicó cómo llegó a ese resultado. Según él, comenzó por la idea del refrán; la importancia, la fuerza estética del refrán. Entonces pensó: los dos sonidos más sonoros de la lengua inglesa son [eer] y [oor], entonces llegó, inmediatamente, según él, a la palabra nevermore y después pensó: es bastante extraño que un ser dotado de razón repita continuamente la misma palabra, entonces pensó en un animal, pensó en un loro, pero en fin... la dignidad poética le hacía falta. El leía en ese tiempo Barnaby Rudge de Dickens y ahí encontró un cuervo, entonces el cuervo le sugirió el busto de Palas, el busto le sugirió una biblioteca y siguió así, por un sólido razonamiento, hasta la escritura de su bastante mediocre poema "El cuervo". Según él, comenzó por el último verso, Shall be lifted nevermore!, y después escribió el resto para llegar a ese fin, un poco melancólico, diría yo. Y bien, esta teoría de la composición poética como un acto intelectual, como una serie de razonamientos y de silogismos es, me parece, del todo inexultable. Es extraño que esa idea clásica sea la obra de un gran escritor romántico, como lo era sin duda Edgar Allan Poe, sobre todo siendo que él no escribía versos sino maravillosas fábulas en prosa, por ejemplo, Las aventuras de Arthur Gordon Pym.

Y tenemos la otra idea. Es la antigua idea de la inspiración. Esa palabra es demasiado grandiosa para mí, pero ¿por qué no aceptarla durante el curso de esta charla?... Y bien, la idea de la inspiración es la idea del poeta como secretario, digamos: como alguien que recibe el dictado de una fuerza desconocida. Entonces. los griegos pensaban en las musas, los hebreos pensaban en los reyes, en el espíritu... Esa idea es más posible. Se puede pensar también en lo que el gran poeta irlandés William Butler Yeats llamaba great memory, la idea de que en cada uno de nosotros yace la memoria de nuestros ancestros. Somos infinitos. Entonces el poeta no se puede reducir a su realidad personal y recibe cuando escribe esa gran memoria. Se podría pensar también en los arquetipos platónicos, eso sería lo mismo; es decir, uno tiene todo y uno lo expresa.

Y bien, eso puede aceptarse o no. Una cosa es más verosímil que la otra. Yo quisiera hablar de mi larga experiencia, mi modesta experiencia. Yo pasé... yo consagré toda mi vida a la literatura. Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir: yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien quizá me dio esa idea. Y bien, sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y escribiendo, y tal vez publicando, pero eso no es importante, no hace parte de un destino literario, pero en fin... yo hice eso. Hice lo posible, no por leer todos los libros, como decía Mallarmé, sino, en fin, para leer los libros que me gustaban. Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil. Entonces voy a contarles, puesto que estamos hablando de una manera tranquila, espero, mis experiencias personales. Y bien, yo camino por las calles de Buenos Aires, por la Biblioteca Nacional, que dirigí hace un tiempo y que dejé después, y, de pronto, siento que algo va a llegar. Entonces espero. Ese algo llega. Es quizá una fábula, una noción cualquiera, que no concibo de manera clara, pero percibo siempre el comienzo y el fin y después me toca inventar lo que hay entre esas dos cosas. Hago lo que puedo. Después siento que esa idea exige, digamos, un cuento, un poema, un ensayo. Eso me es revelado después...

Las teorías pueden ser útiles para estimular la poesía. Por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión estadística para mí. Pero esa idea ha hecho de Whitman un gran poeta. La idea de la democracia, esa extraña idea de escribir un libro con un personaje... un triple personaje, una suerte de trinidad. Pues el Walt Whitman de Hojas de hierba es el periodista Walt Whitman que lo escribe; una imagen muy magnificada de su propia vida y esta idea es genial... Es decir que cada lector es un poco Walt Whitman, Walt Whitman se dirige a él; cuando uno lee el libro piensa haberlo escrito de una cierta manera. Y hay un hecho que quisiera señalar, bastante extraño, y es que todo el mundo imitó el resultado de Walt Whitman. Todo el mundo; por ejemplo, Lee Masters, por ejemplo, Neruda, por ejemplo, Carl Sandburg —puede ser su mejor discípulo americano—, en fin... todo el mundo imitó aquello a lo cual él llegó, pero nadie ha repetido esa extraña experiencia de un héroe que fue tres personas: el escritor; una imagen glorificada del escritor y el lector. Y bien, ésa es una manera de trabajar.

Pero, a veces, mi punto de partida fue un texto cualquiera, ya que, entre las experiencias humanas, quizá una de las más bellas, una que asegura la felicidad de una cierta manera, es, como lo sabemos todos, la lectura. O, como decía Emerson, otro gran poeta: la poesía nace de la poesía; o, lo que yo dije anteriormente: la poesía nace del lenguaje, pues cada lenguaje es una manera de sentir el mundo, cada lenguaje es una literatura posible, incluso si no llega a serlo. Y bien, ésa es para mí otra manera de la creación poética.

Pero hay otra manera que yo he empleado para mis modestos fines, esa manera es una reflexión cualquiera. Por ejemplo, la palabra "inolvidable", que yo pensé en inglés, un-for-get-table. Bien... Comencé por esa palabra. Me dije: todos los días empleamos la palabra "inolvidable"... pero si algo fuera inolvidable ¿qué pasaría? Uno no podría pensar en otra cosa. Si alguna cosa fuera continuamente inolvidable, entonces uno se volvería loco. Ese fue mi punto de partida para una historia que yo escribí, puede ser que ustedes la hayan leído... se llama "El zahir". Es una moneda de veinte centavos que es inolvidable. El hombre que la ha visto se vuelve loco al cabo de algunas páginas. Es un cuento bastante corto. Y en otra ocasión, partí de una reflexión abstracta también. Pensé en esa admirable invención teológica de la eternidad. Me dije: en la noción de eternidad se piensa que hay un momento, un momento divino evidentemente —no pertenece al hombre sino a la divinidad—, hay un momento donde se encuentran todos los momentos del tiempo, es decir, en un simple momento de la divinidad se encuentra todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir. Y bien, pensé en una categoría más modesta que el tiempo, el espacio. Uno puede imaginar, por qué no imaginar, que en alguna parte hay un rincón donde se encuentran todos los rincones del universo, entonces escribí una historia que quizá ustedes han leído, "El aleph": yo no sé si es un buen cuento o no, ya mucha gente lo ha leído y lo han encontrado... legible, digamos.

Y bien, mi punto de partida, en esos dos cuentos, han sido esas dos ideas no muy interesantes, no muy nuevas que yo sepa. Y además hay otra cosa: cada vez que escribí sentí la emoción, la emoción de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción. sin pasión. La idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una idea falsa. Y además. cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en un hombre de letras esto pide una forma (...)

En La Odisea se lee que los dioses dan desgracias a los hombres para que las generaciones siguientes tengan algo que cantar. Veinticinco siglos después, Mallarmé pensó lo mismo, pero él pensó en términos de un libro, dijo: "Tout abouti à un livre", es la misma idea, la idea de que nuestras experiencias son hechas para el arte, son hechas para hacer otras formas de arte. En este arte encontramos a primera vista que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se mezclan las interjecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor. Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada mientras que el infortunio debe ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del arte, o también la nostalgia, la nostalgia está ligada a una felicidad perdida, a un paraíso perdido.

Hay un gran poeta en España en el presente, el gran poeta Jorge Guillén, que quizá es el único que haya cantado la felicidad presente. No la felicidad como el paraíso perdido, sino como si él estuviera en el paraíso. Yo no conozco ningún otro poeta que haya hecho eso. Whitman hace lo posible por cantar la felicidad, pero uno siente que él era un hombre triste, solo, y que su felicidad es un deber que él se impuso, que su felicidad es una faena, digamos.

Yo comencé, como todos los escritores, siendo barroco. Eso es una forma de timidez. Comencé siendo sorprendente y genio. En el presente sé que no lo soy. Yo quería ser Quevedo o sir Thomas Browne o Leopoldo Lugones y tantos otros... en el presente yo me resigno a ser Borges. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Parece que, como yo, la gente se ha resignado a esto y yo puedo ser Borges sin correr ningún peligro.

Yo estoy muy sorprendido de encontrarme aquí con ustedes. Es una forma de felicidad a la cual yo nunca había aspirado o en la cual yo nunca habría pensado. Alfonso Reyes me dijo una vez: nosotros publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Eso es verdad. Cuando publico un libro lo olvido, lo olvido holgadamente. Cuando me dicen, y es una noticia sorprendente para mí, que hay bibliotecas enteras escritas sobre mí... yo no he leído ni un solo libro... yo continúo pensando en el futuro... pienso que es enfermizo pensar en el pasado, pensar en aquello que uno ha escrito. En el presente, pienso en mis libros futuros. Tengo 83 años, entonces mi futuro no es verdaderamente grande pero, con todo, trato de mirar hacia adelante y no hacia atrás pues eso es enfermizo.

Cuando yo era joven era barroco, buscaba palabras muy antiguas o trataba de forjar palabras: en el presente intento interferir lo menos posible en lo que escribo. Es decir, escribo... dejo la página de lado, la releo al cabo de algún tiempo, suprimo todas las palabras o frases que puedan sorprender al lector. Trato de que eso resbale e incluso estoy obligado a veces a dar esa impresión aunque yo sepa que eso nunca ha resbalado, y a cambiar y a corregir, y a corregir mi corrección, y así de continuo... Pero yo quiero que el lector, cuando lea mis libros (...) los mejores son El libro de arena, El informe de Brodie, La cifra. Son mis mejores libros, se pueden olvidar los otros ampliamente, yo lo he hecho. Yo pienso que alguien que no ha leído nada puede comenzar por La cifra, en la poesía, y por El libro de arena, en la prosa.

En el presente intento ser lo más simple posible, siendo complejo pero de una manera secreta y modesta, de una manera no evidente. Es decir, yo no tengo estética, no busco los temas, los temas me buscan, yo intento detenerlos pero al final ellos me encuentran, entonces hay que escribir para quedarse tranquilo (...) En ese momento yo publico o no. En general lo hago para quedar libre de los borradores, como decía Reyes. Pero creo que cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si él quiere que lo escriba en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa... creo que la estética es dada a cada tema. Hay temas que exigen una novela, esos no me han visitado, no creo que escriba una novela, he leído pocas novelas, he escrito demasiados cuentos, quizá, y bastantes poemas también. Y, lo repito, intento sobre todo ser legible. No pienso en el lector salvo en el sentido de que intento que la lectura sea fácil y, si es posible, agradable.

Pero quizá he hablado demasiado. Quizá la ocasión, las palabras que he dicho, no son más que un punto de partida para las preguntas. Estaré muy contento de responder a sus preguntas. Les prometo una sola cosa: la sinceridad, no puedo prometer otra cosa además de eso... En fin, amigos, gracias.


Este es el texto de una conferencia en francés dictada por Jorge Luis Borges y filmada por Alain Jaubert y François Luxereau en el Collège de France en 1983. Considerando la traducción como una traición, esta transcripción es una doble traición ya que no solamente hemos pasado las palabras de Borges del francés al español, sino que las hemos llevado de lo oral a lo escrito. Este atrevimiento es mucho más reprensible si tenemos en cuenta el tratamiento y los largos silencios en busca de las palabras apropiadas que revelan al observador la timidez del conferencista: sin embargo la lucidez y el orden de las ideas expuestas bien merecen este atrevimiento. Los puntos suspensivos entre paréntesis indican fragmentos incomprensibles, ya sea por la calidad de la grabación o por el titubeo de la voz de Borges. Este documento audiovisual se encuentra en la Vidiothèque de la ciudad de París y es de libre consulta. La transcripción y traducción son de Juan Moreno Blanco. Se publicó originalmente en la revista colombiana Número, y lo reproducimos para recordar que en agosto de este año se cumplen cien años del nacimiento de Jorge Luis Borges.



martes, 10 de abril de 2012

LO QUE SE HA DICHO DE MÍ

Foto en Barrio Gótico, Barcelona
“Si uno lee con detenimiento las obras anteriores , se da cuenta que son portentosos ensayos para llegar a su obra maestra. Dentro del resto, hay libros que apenas se sostienen. La obra de Aguilera Garramuño es más sólida, más innovadora, menos repetitiva que la de su compatriota. Su Historia de todas las cosas  es una novela espléndida” (www.reneavilesfabila.com.mx).
René Avilés Fabila, La Crónica, México


Aguilera Garramuño en Historia de todas las cosas  ha creado un libro desternillante, libérrimo, totalmente disfrutable que no es comparable con  Cien años de soledad pero que no necesita la comparación”.
Guillermo Vega Zaragoza, Revista de la Universidad Nacional

“Así como Cervantes parodió las novelas de caballerías, Garramuño parodió el realismo mágico y creó lo que no dudo en llamar un clásico de la picaresca contemporánea en lengua castellana”
Enrique Pimentel, en la presentación en Puebla

 "Sin lugar a duda, el lenguaje en Historia de todas las cosas juega un papel fundamental. Garramuño concibe una lengua ampulosa, atrevida, pulcra, culta, que aguijonea los sentidos, que reta la inteligencia, con el propósito de construir un mundo de gracia extrema. Un lenguaje que arriesga e incorpora en grandes dosis el humor”.
Guillermo Samperio, en la presentación en el FCE, en el DF 

“Aventuro la opinión de que  Historia de todas las cosas  en menos de cinco años será considerada un clásico, a la altura de lo mejor que se ha escrito en lengua castellana”
Héctor D’Alessandro, Presentación en Barcelona

 “Terminar la lectura de una novela y sentir deseos de tomarla de nuevo, extrañar sus personajes, comprobar la necesidad de llamar al autor para agradecerle, quizás sean tres de los “síntomas” que nos avisan que hemos leído algo fuera de serie. Y si pasan los días y sentimos igual, entonces uno se atreve a firmar, definitivamente, que ha leído algo fuera de serie”.
Félix Luis Viera, revista Otrolunes, Berlín

“Fiel a su afición por los excesos, Marco Tulio Aguilera Garramuño nos ha asestado, en las quinientas y tantas páginas su nueva Historia de todas las cosas, más que una novela, un tumulto de fabulaciones, personajes y palabras. Muy especialmente de palabras que surgen, germinan, se desbordan, se reinventan, se multiplican con la ferocidad con que crecen la selva y los deseos. De alguna manera, eso que Marco Tulio cuenta es no tanto la historia de su mítico San Isidro de El General, sino cosas que sucedieron allí, en ese espacio que le debemos y le agradecemos. Marco Tulio ha creado una gran novela”.
Felipe Garrido, Presidente Adjunto de la Real Academia de la Lengua en México, Durante la presentación en Puebla


viernes, 6 de abril de 2012

LA CARROZA DE BOLÍVAR

Nota de lectura de  La carroza de Bolívar
Antes de leer  La carroza de Bolivar , de Evelio Rosero,  los lectores colombianos habían asistido a un gran chisporroteo publicitario en torno a la obra de este colombiano que comenzó a despertar interés a partir del premio Tusquets . Mucha publicidad, primer lugar de ventas durante varios meses en Colombia, grandes elogios. También indignación  por la forma en que desmitificaba a Bolívar a partir de los rencores que el pueblo pastuso guarda por las masacres de ese pueblo que fue realista y defensor del rey. Independientemente de si Bolívar fue todo lo que protesta el protagonista de la novela de Rosero –embaucador, vanidoso, violador de doncellas impúberes, traidor, ambicioso- lo que destaco es la calidad de una novela que se lee con fruición. Que los héroes todos tienen pies de barro y cola que les pisen, no lo dudo. No conozco las fuentes en las que abrevó Rosero para sustentar las tesis del protagonista de La carroza de Bolívar. Carezco de autoridad para juzgar su solidez. Lo que sí destaco es una obra estremecedora, con personajes profundamente encantadores –Primavera, Fátima, el mismo Bolívar, Justo Pastor Proceso-. La descripción de la masacre de Pasto es memorable. Con un pulso narrativo sereno y preciso, sin nerviosismo, Rosero afronta un tema tabú en Colombia. La novela ha cosechado tanto la admiración de muchos buenos lectores, como las rechiflas y los insultos de los adoradores del Bolívar oficial, al punto que en la presentación de la obra en Pasto, un hombre le gritó: ¡Viva Bolívar, hijueputa! Grito no inusual en Colombia, país de extremistas. No olvido que en Medellín un sicario quiso matarme porque yo había dictado una conferencia demasiado optimista en medio de una ciudad que estaba en el filo de la navaja (eso dijo en un correo electrónico que me mandó. Y además agregó “No te maté, animal, porque me compadecí de tu esposa. Tan linda, parece una actriz mexicana de los años veintes. Me cayó bien”).

LO QUE SE DICE


Extractos de notas de prensa y revistas sobre Historia de todas las cosas (Educación y Cultura, México; Trama Editorial, Madrid).
“Si uno lee con detenimiento las obras anteriores  de García Márquez, se da cuenta que son portentosos ensayos para llegar a su obra maestra. Dentro del resto, hay libros que apenas se sostienen. La obra de Aguilera Garramuño es más sólida, más innovadora, menos repetitiva que la de su compatriota. Su Historia de todas las cosas  es una novela espléndida” (www.reneavilesfabila.com.mx).
René Avilés Fabila, La Crónica, México

Aguilera Garramuño en Historia de todas las cosas  ha creado un libro desternillante, libérrimo, totalmente disfrutable que no es comparable con  Cien años de soledad pero que no necesita la comparación”.

Guillermo Vega ZaragozaRevista de la Universidad Nacional

“Así como Cervantes parodió las novelas de caballerías, Garramuño parodió el realismo mágico y creó lo que no dudo en llamar un clásico de la picaresca contemporánea en lengua castellana”

Enrique Pimentel, en la presentación en Puebla

“Sin lugar a duda, el lenguaje en Historia de todas las cosas juega un papel fundamental. Garramuño concibe una lengua ampulosa, atrevida, pulcra, culta, que aguijonea los sentidos, que reta la inteligencia, con el propósito de construir un mundo de gracia extrema. Un lenguaje que arriesga e incorpora en grandes dosis el humor”.

Guillermo Samperio, en la presentación en el FCE, en el DF 
“Aventuro la opinión de que  Historia de todas las cosas  en menos de cinco años será considerada un clásico, a la altura de lo mejor que se ha escrito en lengua castellana”
Héctor D’Alessandro, Presentación en Barcelona
 “Terminar la lectura de una novela y sentir deseos de tomarla de nuevo, extrañar sus personajes, comprobar la necesidad de llamar al autor para agradecerle, quizás sean tres de los “síntomas” que nos avisan que hemos leído algo fuera de serie. Y si pasan los días y sentimos igual, entonces uno se atreve a firmar, definitivamente, que ha leído algo fuera de serie”.
Félix Luis Viera, revista Otrolunes, Berlín
“Fiel a su afición por los excesos, Marco Tulio Aguilera Garramuño nos ha asestado, en las quinientas y tantas páginas su nueva Historia de todas las cosas, más que una novela, un tumulto de fabulaciones, personajes y palabras. Muy especialmente de palabras que surgen, germinan, se desbordan, se reinventan, se multiplican con la ferocidad con que crecen la selva y los deseos. De alguna manera, eso que Marco Tulio cuenta es no tanto la historia de su mítico San Isidro de El General, sino cosas que sucedieron allí, en ese espacio que le debemos y le agradecemos. Marco Tulio ha creado una gran novela”.
Felipe Garrido, Presidente Adjunto de la Real Academia de la Lengua en México, Durante la presentación en Puebla
Historia de todas las cosas no sólo me gustó, me encantó, me llenó de alegría, me hizo reír a carcajadas, me puso a imaginar San Isidro de El General, como pueblo, como espacio narrativo. Es una novela maravillosa, extraordinaria, lo mejor que ha producido Colombia después de Cien años de soledad
Lirian Marulanda, Cultura en Veracruz
Historia de todas las cosas es una larga crónica de un pueblo llamado San Isidro de El General. Al contrario de la mayoría de novelas de largo aliento, sustentadas en una historia principal que sirve como centro a escenas y anécdotas incidentales que refuerzan los papeles protagónicos, la obra de Aguilera Garramuño no apuesta a una línea ininterrumpida que pueda seguirse con facilidad. El lector se enfrenta, página a página, a un feroz entramado de personajes, acciones, historias que terminan y dan paso a otras que se ramifican como las ramas de un árbol”
Alejandro  Badillo, El Devorador de Libros, Puebla

martes, 3 de abril de 2012

MURAKAMI ABSUELTO, SOBRE MI "LIBRO DE LA VIDA" (PÁGINAS DE SIN MÁSCARA FRENTE AL ESPEJO)

Que el mundo se esté acabando no quiere decir que uno deba echarse a morir... Acabemos por ahora con Murakami: mi veredicto es, después de muchas dudas y vacilaciones, ¡absuelto! Me terminó por agradar el relato a veces casi lamentoso de sus “fracasos” en las maratones de Boston, Nueva York y su pueblo natal, los sufrimientos por los que tenía que pasar para culminar los 42 kilómetros 250 metros, y tal vez simpaticé con Murakami porque me hizo recordar algunos momentos de mi experiencia como fondista: cuando corría cuesta arriba por la empinada calle de Miguel Alemán en Xalapa y súbitamente vi a un hombrecillo que mediría apenas un metro cincuenta y cinco, llevaba a sus espaldas una mochila y en sus pies no unos zapatos de carreras sino uno pobres y gastados zapatos de cuero, y ese hombrecito escuálido me rebasó a buen paso y me dejó atrás, a mí, al atlético Mistercolombias, cuando apenas rebasaba los 30 años, y pensar que había entrenado por varios meses al lado del famoso Otón, el mesero maratonista; o me recordó la ocasión en que, muy cerca de la meta, en el Estadio Xalapeño, vi que una mujer de unos 35 años, con evidente sobrepeso, me rebasaba limpiamente, cuando estábamos a 800 metros de la meta (hay que hacer una salvedad en el segundo caso: luego me enteraría que la mujer no había hecho el recorrido completo, sino que se había sumado a la carrera cuando faltaban mil metros). Terminé de leer  De que hablo cuando hablo de correr mientras crucificábamos la ciudad de lado a lado en medio de un calor de barco de vapor... Y al final me doy cuenta de por qué después de rezongar y gruñir contra Murakami he decidido revalorarlo: porque me sentí reflejado en estas líneas que yo firmaría si no las hubiera escrito él ante: Hasta ahora he vivido haciendo sencillamente lo que me gusta y como me gusta. Y nunca, aunque la gente me intentase refrenar o aunque recibiera críticas malintencionadas, nunca he variado mi forma de actuar. Si comparto fervientemente estas palabras, más aun las siguientes: Lo único que se ve allí es mi naturaleza  de siempre: individualista, testaruda, falta de compañerismo, a menudo egoísta, y aun así, poco segura de sí misma y que siempre intenta encontrarles gracia (o algo parecido) hasta a las situaciones más penosas. Pero volvamos atrás: a mi Libro de la vida.  En alguna parte lo llamé Currículum genital,  haciendo más que evidente que esa serie de novelas no era precisamente la saga de un escritor en busca de amor y conocimiento, persiguiendo el difícil arcano del violín y casi de perfil tratando de pergeñar por lo menos una obra literaria de valor: era (o parecía ser) simplemente el inventario de las mujeres que habían caído bajo el encanto de Ventura: en las primeras escenas Barbara Blaskowitz, mujer madura, descendiente de polacos, erudita y de voraz boca competía con Concha Chacón, descendiente casi pura de totonacas, estudiante de psicología, insufriblemente pedante, que cedía sus encantos con apreturas de virgen necia (luego para matizar una castísima Lili, vecina del depredador, que no entregaría su castidad al novelista sino a un cuarentón de  enorme coche, que no podía ocultar sus aires de diputado del PRI); luego aparecerían en escena Trilce, la hija de Bárbara, niña prodigio del violín, y Claris, la ex esposa de Ventura (y de pronto un salto: en  Mujeres amadas  el protagonista no se casa con Irgla, y en  Noches de Ventura se dice que nuestro novelista sufre de nostalgias por su ex esposa). Y dentro de la novela principal, para aliviar un poco la sobrecarga de mujeres y de actos eróticos a veces medio circenses, se me ocurrió intercalar capítulos de una novela francamente burlesca o sicalíptica, en la que Ventura se crea un alter ego, Eleuterio Moon, el Doctor Amóribus, que somete a sus tratamientos, siempre lúbricos a: Ranita, la hija de Fernanda, niña de catroce años; a Margarita Seca,  criatura dulce y despedazada por la existencia; a Cleopatra Martínez, insufrible y diminuta muñeca de porcelana con naricilla egipcia; a la Korolenko, fantática de Chopin, otra polaca de sofisticación inaguantable: a todas ellas las sometía mi Doctor Amóribus a tratamientos fisicopsíquicos de ersuasión que culminaban, en general en la cama y en el fracaso). Las dos líneas argumentales coincidían: los protagonistas, Ventura y Moon, resultaban inmersos en una desolación tremenda, que… sin embargo presagiaba mejores tiempos. Los de las novelas siguientes: La hermosa vida y  La pequeña maestra de violín.  En ellas Ventura seduce o es seducido por la hija de su amante titular (que aparece en tres novelas), Bárbara Bláskowitz: Trilce es un diablillo, una Lolita demasiado intelectual (lectora de Mann), una violinista prodigiosa, a la que persigue nuestro protagonista a lo largo de 400 páginas, para arrepentirse inmediatamente después del primer encuentro. Aquí y allá van apareciendo nuevas mujeres, entre ellas una auténtica demonia, que está a punto de dejar a nuestro Ventura en los puros huesos y en el hospital. Y entre tanto estropicio de sexo despiadado y fingimiento de amor van apareciendo como subtexto las novelas que va escribiendo nuestro Ventura, los intentos de dominar las posiciones más elevadas del violín y los asedios de la más esquiva de las hembras: la Fama.  Después de  El libro de la Vida, que consta hasta ahora con  cuatro libros publicados, debe venir (ya está escrito el libro terrible,  El sentido de la melancolía, la obra que nunca debí escribir porque nunca hubiera querido vivir lo que motivó su escritura, asuntro doloroso que me exige cambiar de dirección este barco, a la espera de vientos propicios y un  estado de ánimo menos grave).

Eduardo García Aguilar habla de Garramuño

SAMEDI 13 AVRIL 2019 LAS AVENTURAS LITERARIAS DE AGUILERA GARRAMUÑO  Por Eduardo García Aguilar La Universidad Veracruzana ...