Vistas de página en total

domingo, 30 de diciembre de 2012

Ray Bradbury, el hombre que amo la vida

Ray Bradbury: decálogo de un amante de la vida Posted: 29 Dec 2012 05:10 PM PST Tomado de La Nación. Este es el pensamiento, tallado en diez sentencias de ley, de un hombre maravilloso, de un poeta de la vida, al que le gustaría que le recordasen así: «Aquí yace Ray Bradbury, un tipo que amó completamente la vida». Selección de Antonio Astorga/ Tomado de abc cultura/ Madrid. 1. Yo no inventé el futuro: «Se me han acercado japoneses para ponerme un walkman en las orejas y decirme: "¡Con Fahrenheit 451 usted inventó esto, señor Bradbury!” Mi respuesta fue: "No, gracias". Estamos rodeados de demasiados juguetes tecnológicos, con Internet, los ipod, los ipad… La gente se equivocó. Yo no traté de prever, sino de prevenir el futuro. No quise hablar de la censura sino de la educación que el mundo tanto necesita. Podemos salvar a Estados Unidos, gracias a los niños, si les enseñamos a leer y a escribir a partir de los 3, 4, 5 años para que lleguen a la escuela primaria sabiendo leer. Después, es muy tarde. Cuando en realidad, ya desde muy pequeños, queremos leer las palabras de las historietas». 2. Escribo por amor: «Lo que funda toda escritura es el amor, es hacer lo que amamos y amar lo que hacemos. Y olvidarse del dinero. En mis comienzos, yo ganaba 30 dólares por semana, y mi novia era rica, pero le pedí que hiciera voto de pobreza para casarse conmigo. No teníamos ni automóvil ni teléfono, vivíamos en un departamento pequeño en Venice, pero la estación de servicio de enfrente tenía una cabina telefónica. Iba corriendo a atender cuando sonaba y la gente creía que me llamaba a mi oficina. Yo les repito: “Rodéense de personas que los quieran, y si no los quieren, échenlos. No hay necesidad de ir a la Universidad, donde no se aprende a escribir. Vayan más bien a las bibliotecas”. Yo escribí Fahrenheit 451 porque había oído hablar del incendio de la biblioteca de Alejandría y de los libros quemados por Hitler en Berlín. Escribo todos los días, cada mañana, desde hace setenta años. ¡No paro! Y escribo para el teatro desde hace cuarenta y cinco años; me encanta». 3. No leo ciencia ficción: «Me he pasado los últimos setenta años de mi vida jugando porque para mí la literatura no es un trabajo. Si leo ciencia ficción cometería incesto. Quien se dedica a leer en el campo en el que escribe o trabaja es un mal escritor. Raymond Chandler, maestro de la novela negra, bebió en las fuentes de William Shakespeare, Pirandello, Lorca». 4. Amo la poesía: «He leído muchísima poesía a lo largo de mi vida y, como es metafórica, simbólica y sensorial, me ha servido de agran ayuda en mi trabajo. Recuerdo un ensayo de José Luis Garci titulado Ray Bradbury, humanista del futuro. Olvidándose de clichés y tópicos al uso, José Luis Garci supo reflejar el hecho de que uno no es solo un escritor de ciencia ficción, yo no me considero así, sino que puede ser perfectamente un hombre al que le gusta el teatro, la poesía, la cultura, en general, que siempre es maravilloso. 5. Hay que tener mucho cuidado con los intelectuales: «En mis obras no he tratado de hacer predicciones acerca del futuro, sino avisos. Es curioso, en mi país cada vez que surgía un problema de censura salía a relucir como paradigma de la libertad Farenheit 451. Los intelectuales, ya sean de derechas o de izquierdas, siempre tienen miedo a lo fantástico porque les parece tan real ese mundo que creen que estás intentando engañar y, evidentemente, así es. Creen que es malo para los niños vivir en un mundo de fantasía cuando en realidad es bueno: todos tenemos una vida interior fantástica muy rica. Vivimos en un mundo que nos absorbe con sus normas, con sus reglas y la burocracia, que no sirve para nada. Hay que tener mucho cuidado con los intelectuales y los psicólogos, que te intentan decir lo que tienes que leer y lo que no». 6. Mi esqueleto resultó ser Steinbeck: «Yo aprendí a leer a los tres años para disfrutar de las caricaturas. Amo las tiras cómicas, las caricaturas de los domingos y tuve un libro de cuentos de hadas cuando cumplí los cinco años, y me enamoré de la lectura, y de todas esas maravillosas historias como La bella y la bestia y Jack y la habichuela mágica. Así que comencé con la fantasía. A los tres años ví mi primera película y me enamoré de El Jorobado de Notre Dame. Esperaba crecer para ser jorobado. Después, con cinco años vi El fantasma de la ópera, con Lon Chaney, y cuando tenía seis vi una película de dinosaurios, y los dinosaurios llenaron mi vida. Cuando tenía treinta y tres años trabajé en Moby Dick porque me había enamorado con seis de los dinosaurios. Mi gran influencia fue John Steinbeck. Leí Las uvas de la ira con diecinueve años y me dí cuenta de que había aprendido de ellas y Steinbeck resultó ser mi esqueleto». 7. La vida es un don: «Y así debemos disfrutarla. Esta es una oportunidad gloriosa. Sólo estaremos aquí una vez. He tenido la oportunidad de escribir cada vez que siento que tenía un propósito. ¿Y cuál fue mi objetivo cuando escribí tal o cual artículo? Escribir el mejor artículo que se haya escrito hasta ese momento, escribir la mejor historia nunca publicada. No sé si lo habré logrado. Ustedes, mis queridos lectores, deciden». 8. Encontré mi amor en una librería: «Conocí a una hermosa muchacha en una librería, se me acercó y la invité a un café. La llevé a cenar y me enamoré de ella, y de los libros que tenía. La tomé y le pedí casamiento un año después porque yo no tenía nada, y ella era una chica rica. Y dejó todo su dinero para convertirse en pobre como yo. Estaba en desventaja sin teléfono, sin coche, pero vivimos del amor, de los libros, y de mi escritura. Esa es la respuesta de la vida. Si pueden encontrar una persona para amar que ame la vida tanto como ustedes atrápenla fuerte y cásense con ella. No tengan la menor duda». 9. Aprender de la Historia: «Debemos aprender de la Historia acerca de la destrucción de libros. Cuando yo tenía quince años Hitler, quemó libros en las calles de Berlín. Eso me aterró porque era un bibliotecario (hombre de libros) y estaban tocando mi vida, todas esas grandes obras, toda esa gran poesía, todos esos maravillosos artistas, esos grandes filósofos. Luego me enteré de que Rusia estaba quemando libros "detrás de escena", de tal forma que la gente no se enteraba. Y estaban matando a los autores. Y aprendí que si no tienes libros no puedes ser parte de una civilización ni de una democracia». 10. Mi obituario: «Aquí yace Ray Bradbury, un tipo que amó completamente la vida»

jueves, 20 de diciembre de 2012

GARRAMUÑO REGRESA A COLOMBIA


Publicado originalmente en Diario de Xalapa
Cecilia Moreno Botello[i]
Huberto Batis y MT en la caverna del glorioso director de Sàbado de Unomàsuno
El escritor Marco Tulio Aguilera Garramuño regresa a Colombia después de 35 años, después de haber publicado 30 libros en Argentina, Colombia, México y España; después de haber recibido más de 30 premios literarios entre los cuales están varios latinoamericanos de cuento y varios internacionales de novela; después de haber sido finalista del Premio Alfaguara en España y en el de Radio Francia Internacional de París; después de haber recibido los Premios nacionales de Cuento y De Cuento Infantil del Instituto de Bellas Artes de México; después de ser nombrado Creador Artístico y Creador con Trayectoria del Estado de Veracruz, donde actualmente reside y donde es académico de carrera de la Universidad Veracruzana y ex director de la revista científica  La ciencia y el hombre.
En la actual visita a Bogotá, Cali y Neiva, Garramuño –como se lo llama desde el éxito literario de su novela  Breve historia de todas las cosas en Buenos Aires a la temprana edad de 24 años—cumplió con varios objetivos: asistió como invitado a la entrega en Neiva del Premio de la Bienal Internacional de Novela José Eustasio Rivera, del cual fue presidente del jurado y ganador de la primera versión de ese concurso en 1988.
También presentó su novela Historia de todas las cosas en el Gimnasio Moderno de Bogotá y en la Biblioteca Departamental de Cali. La obra, publicada  en co edición de Educación y Cultura de México y Trama Editorial de Madrid, una voluminosa novela de 515 páginas, se agotó en tres meses y recibió crítica extraordinariamente elogiosa en muchos países. Autores y críticos no midieron sus elogios: se dijo que estaba a la altura de las mejores novelas en lengua castellana, que pronto sería un clásico, que inauguraba la “nueva picaresca latinoamericana” y que “Garramuño podría hacer un boom él solito”. La revista  Newsweek en español  destacó la obra de Garramuño en la portada en noviembre de 2011 con el siguiente título: “Historia de todas las cosas la nueva gran novela hispanoamericana”.
Garramuño dictó conferencias y dirigió talleres en las universidades Nacional y Central.  Y, finalmente, entró en contacto con editores colombianos para publicar los libros que actualmente no están en el mercado colombiano: las novelas  Agua clara en el Alto Amazonas, Historia de todas las cosas  y El amor y la muerte.  También los libros inéditos  El rinoceronte enamorado,  libro de cuentos infantiles, y la novela inédita  El sentido de la melancolía, novela-tratado sobre la depresión. Garramuño, fue homenajeado por la Asociación de Escritores del Valle del Cauca, fue entrevistado por el diario El Espectador y Radio Nacional de Colombia le dedicó un programa. El autor, un escritor máster en plena producción, es lo que se llama un escritor mediático: tiene tres blogs en los que se pueden documentar sus actividades:  http://www.mistercolombias.blogspot.com , http://wwwmisterkolombias.blogspot.com y http://www.misterkolombias.blogspot.com
Calificado como uno de los más brillantes escritores latinoamericanos de su generación, también ha sido caracterizado como “maestro del cuento erótico”, en cuyo género ha publicado Cuentos para antes de hacer el amor, Cuentos para después de hacer el amor, Mujeres amadas (los tres publicados por Plaza y Janés de Colombia). Inédita en Colombia tiene una saga novelística del tamaño de  En busca del tiempo perdido:  incluye Las noches de Ventura, La hermosa Vida  y La pequeña maestra de violín (ya publicados) y otras tres novelas inéditas.
Los escritores vallecaucanos hicieron un homenaje a Garramuño en la casa de campo Barú, de Armando Barona, y el escritor Gustavo Alvarez Gardeazábal organizó un almuerzo en su honor en su finca El Porce, en Tuluá.



[i]  Subdirector de la Editorial Educación y Cultura de México y Gerenta de publicidad de la empresa.

domingo, 16 de diciembre de 2012

The book of life: El libro de la vida (conferencia en Canadá)


                                               THE BOOK OF LIFE
Second lecture at the Banff Centre for the Arts at Banff, Canada
                                            By Marco Tulio Aguilera
There was, there is, there will be this famous literary raven called "Nevermore", which has been following me since I started walking along the trails that surround Banff. The idea that everything I live is already past, makes me at the same time unhappy and happy. All the faces I see, for sure I will never see again, because even if I come back to this 'paradise encountered' for artists called Banff Centre for the Arts, they will never more be the same. I will be someone else: more aged, more calm (I suppose), less eager to drink, and eat and meet nice people, and imagine the many things I usually write.
            As some of you may know I came here to write, to finish writing, a big novel ambitiously called The Book of Life. This big novel, as a whole is formed by four books, maybe five. The first one is already published and is called Goodbeast or The Nights of Venture. The next two novels are ready, thanks to the Centre for the Arts. The second novel is called Beautiful Life and the third, The Little Violin Teacher. They deal with the theme I have always pursued, which is, the relations between women and men in the mainstream of life. I, as narrator, follow the steps of an artist, a male artist named Ventura, obsessed by three goals: the accomplishment of a work of art, the mastery of violín interpretation, and his need for understanding and loving women.
            Pulled by these three different cords, Ventura falls into a crisis. None of the three goals are attained, and he leads a life of exceses. Nevertheless he lives intensely, he knows biblically and unconventionally several women who allow him the experience of differing levels of involvement ranging from plain physical relations to something similar to love. Three women have a main role in Ventura's adventures: Barbara, a divorced woman about 40 years old, who is an authentic goddess of love and lust in a small city of Mexico called Xalapa; Trilce, her daughter, a 14 year old child gifted with the violin, and Carmina Ximena, the Princess of Huamantla, a humble but sophisticated psychology student.
            Here we have the elements of a dark comedy, of a quest in which Ventura struggles within the depths of depression, solitude, the pursuit of fame, glory, vanity, the search for beauty and satisfaction. All these elements mingle to create a fictional world full of what could be called as The Book of Life, but ends up being just the book of a solitary writer with great aspirations and very few achievements.
            There is something false about the life of this writer. The sense of sin is always present. Also the idea that life could be more than that vacuous pursuit. In the third novel, The Little Violin Teacher, an idea is taken to an extreme: the need to overcome rules is incarnated in a very tense relation between Ventura and the daughter of his past lover, Bárbara Blaskowitz. As a means to seduce the young girl, Trilce, the writer is taking violin lessons from her. He supposes he is in love with her and ends up sleeping with Trilce in a pitiful scene that practically ends the relation, not only with Trilce, but with her mother too.
            The fourth novel, which I worked on in Banff, is, or is meant to be, a tour de force. It portrays an authentic love story with all the components human feeling can possibly bear. Ventura meets another young woman and engages in a passionate relationship, which makes him forget all his other goals and relations. This young woman, Flor de María (something like Maryflower) is almost illiterate, but so beautiful and full of grace, so funny, witty and naive, that Ventura falls into an abyss. The relationship begins in a rather simple and natural way when Ventura invites her to the movies, and she doesn't watch the screen, but, instead, stares at him. This goes on until Ventura falls into a kiss, which is accepted enthusiastically by Flor de María. From that moment on, this artist will have no peace, no violin playing, no novel writing, no office work. Day after day, night after night Flor de María takes possession of Ventura. Not a step can Ventura venture, without having his loving Flor by him. This is a novel about the mysterious relationships that exist between love, sex and transcendence. It's also a novel about the struggle against selfishness by a male and the voracious love of a woman. Vanburgh said: "Once a woman has given her heart you can never get rid of the rest of her." Men, on the contrary, seldom commit to other than themselves. Rudyard Kipling had a very acute observation about the power of women: "A woman's guess is much more accurate than man's certainty".
            I have being saying for several years that the only hope for this world is for it to be ruled by women. They are more honest, more artistic in the way of feeling, more adept at finding hidden meanings, more loving. This world, ruled by men, is a pragmatic, decafeinated, unloving place. Women understand the world better because they rise and fall each month and know the alternation of bodily seasons. Men go straight as a line. They eat, then read the newspaper. They make love, then go to sleep. Women would go on enjoying the moment as it deserves.
     The novel I have just written is a novel about violence, about love in it's deepest sense, about eroticism's failures and splendors. It wouldn't be honest to say that this work is a masterpiece of originality. The idea of a big novel in several volumes following a cast of characters, most of them women, was developed by Marcel Proust in A la recherche du temps perdus. Also by Lawrence Durrell in The Alexandria Quartet, and by Henry Miller in The Rose Crucifixion. AlI I can say is that there is in this novel great optimism, a firm belief in life, love and the possibility of happiness on earth. The quest for love and fulfillment is the basis of this project. In a certain way this is The Book of Life I am reading and living, and this book was written by God. Not by me. Most of the stories have some relation to my existence, to the women I have met and the goals I have pursued. I have tried to explain myself to myself, to understand my eager abundance of excitement, and to be absolutely sincere.
     As has been said, a single person can have, in certain incomprehensible ways, the universe within him and herself, including planets, stars, beginnings and ends of new, flowing waters, mountains and wild roses, corruption, heavens, hells, sickness and health, sin and virtue, and also, please never forget, immense void space. As a person, the universe is full of galaxies, tiny and huge stars, and vast void space. Scientists have discovered that the percentage of void in an atom is millions of times larger than the percentage of matter. They have also discovered that the percentage of void in an atom is as great as the  percentage of void space in the Universe. Imagine in a human life that most of this life is void; that is to say, it lacks sense. Let's make a little experiment to prove that: let's try to remember the few really significant moments of our lives. Probably most of us would have to confess that love has had something to do with those moments. So probably the clue of this puzzle of life resides in love.
            As love, art is a place where meaning resides. Where real, profound meaning, relates to what we are as human beings. The survival of art is the survival of humankind. The battle of life today  inclines towards productivity, toward lack of sensitivity, and consumption. People work as donkeys to buy their spiritual empoverishment. Love and art are two of the main weapons against this death force.
            What I've tried to accomplish with this big bunch of pages called The Book of Life, is to humbly understand, to dramatize, to create a novel of the universe. No more, no less is what should be a work of art. My friend, the Mexican orchestra composer and conductor, Sergio Cardenas, in the midst of conversation over beer, raised this question: What do you, Marco, believe is in the very bottom of the human soul? I answered as plainly as I could, finding that it was a rather simple question: In the very bottom of the human soul lies the aspiration to be God. Not to be gods, but to be God. We have the choice of answering to that need, trying to be God, living as intensely as we can, trying to understand as much of the universe as we can, or we can plainly rest in the conviction that we are nothing but void advancing toward nothingness. That's the challenge God has put in front of us, and that is what God meant when God said that he made us in his image.
            Finally, on behalf of my Mexican compadres in this visit to this paradise of artists, on behalf of the composers Sergio Cárdenas and Rodrigo Sigal, I say thank you and farewell. I will always remember this place, hoping to return, keeping my links with Carol Holmes, Jill Swartz and Erin Michie, heads of the Leighton Studios for Artists, who have been always kind, as kind as humans beings can be. Farewell biking along the trails, farewell watching the Bow River growing, farewell playing basquetball with Rodrigo at five o'clock in the afternoon 40 days out of 43, farewell to ten pounds of overweight, farewell to philosophical conversations with Sergio Cardenas, farewell to my admiration for Canadian women and my indiscrete questions. Canada will be for me, from now on, not a vast and unknown territory in the world, but a big significant country in the map of my life.
            And finally again to this literary raven called "Nevermore" which has been following me along the trails of this Canadian Rockies. I can peacefully answer, without sadness, that he cannot molest me. His harrassment has been in vain, for I will keep this day in my heart, and hopefully, in a special place of my literature.
                                                                 
                                   Banff, June the fourth, 1997

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Discurso de Mo Yan al recibo del Premio Nobel de Literatura

Estocolmo, 10 de diciembre de 2012
Estimados miembros de la Academia, señoras y señores:
Por cortesía de Memorabilia.GGM
Gracias a la televisión y a internet puede que ustedes hayan conocido mi pueblo natal, el distrito Dongbei de Gaomi, que está muy lejos de aquí. A lo mejor puede que hayan visto también a mi padre, un señor de noventa años, o a mis hermanos, mi esposa, mi hija y mi nieta, una señorita de dieciséis meses. Sin embargo, en este momento tan glorioso, solo echo de menos a una persona, y es a mi madre. A ella no podremos verla más. Cuando la noticia de que yo había conseguido el Premio Nobel se extendió por China, mucha gente me felicitó, pero ella no lo podrá hacer nunca. Mi madre nació en el año 1922 y falleció en 1994. Sus cenizas estaban enterradas en un huerto de melocotoneros al este de mi pueblo. El año pasado, debido a la construcción de una vía ferroviaria que iba a pasar por ese lugar, no tuvimos más remedio que trasladar su tumba hacia otro lugar más alejado del pueblo. Cuando la desenterramos, me di cuenta de que la caja de cenizas se había descompuesto y que éstas se habían convertido en parte de la tierra. Sólo pudimos sacar un poco de barro como recuerdo para ponerlo en la nueva tumba. A partir de aquel momento, sentí que mi madre era parte de la tierra y cuando me pongo de pie sobre ella para contar cuentos, sé que mi madre está escuchándome. Soy el último hijo que tuvo mi madre. Uno de los primeros recuerdos que tengo es el de aquella vez que llevé la única botella térmica que teníamos para coger agua caliente en el comedor público. Como estaba hambriento y sin fuerza, no pude soportar el peso de la botella y la rompí. Como tenía mucho miedo, me escondí en una pila de paja sin atreverme a salir el resto del día. Al anochecer, oí a mi madre llamándome por mi apodo familiar. Salí de allí esperando que me regañara o me pegara; sin embargo, mi madre no lo hizo, y por el contrario acarició mi cabeza y dejó escapar un largo suspiro. El recuerdo más amargo que tengo es el del día en que fui a acompañar a mi madre a recoger unas espigas de trigo caídas en el campo que pertenecía a la comunidad. Cuando vino el guardia del campo, todos los demás se escaparon corriendo a toda velocidad, pero mi madre apenas podía correr con sus dos pies vendados. Fue capturada por aquel guardia que era muy alto y fuerte y le dio a mi madre una bofetada en la cara. Ella no pudo aguantar el golpe y cayó al suelo. El guardia nos quitó las espigas recogidas y se marchó silbando sin preocuparse de nosotros. Mi madre sangraba por la boca mientras seguía sentada en el suelo y en su cara apareció una desesperación que jamás olvidaría en toda mi vida. Muchos años después, cuando el joven guardia del campo se había convertido en un anciano y las canas habían sustituido completamente su cabello negro, me encontré con él en el mercado. Quise lanzarme hacia él para pegarle como venganza, pero mi madre me lo impidió y cogiendo mi mano me dijo con calma: “Hijo, aquel señor que me pegó y este señor mayor no son el mismo”. Un recuerdo imborrable que tengo es el de un mediodía en la fiesta de Medio Otoño. Habíamos superado muchas dificultades para poder cocer unos raviolis; a cada uno sólo le tocó un cuenco pequeño. Cuando estábamos a punto de empezar, un viejo mendigo se acercó a nuestra casa. Cogí un bol con varias tiras de boniato seco para dárselo, pero sin embargo se volvió enfadado y dijo: “Soy un señor mayor. Vosotros os coméis los raviolis y a mí en cambio me dejáis un poco de batata seca, qué corazón tan frío tenéis”. Sus palabras me irritaron y me defendí: “Tan solo podemos comer raviolis unas pocas veces al año. A cada uno nos tocan unos pocos, apenas pueden llenar la mitad de mi estómago. La batata seca es lo único que nos queda, si no la quieres, ¡vete ya!”. Madre me criticó. Luego levantó su medio bol de raviolis y se los dio todos al señor. El recuerdo que más arrepentimiento me ha causado es el del día que acompañé a mi madre a vender coles chinas. Por accidente, cobré diez céntimos de más a un señor mayor. Sumé todo el dinero y fui a la escuela. Cuando la clase terminó y volví a casa, vi a mi madre, una mujer que casi no lloraba, llorando con mucha tristeza. Las lágrimas le habían empapado la cara. Mi madre no me regañó sino que dejó escapar suavemente unas palabras: “Hijo, qué vergüenza me has ocasionado”. Durante mi infancia, mi madre se contagió de una enfermedad pulmonar. El hambre, la enfermedad y el cansancio arrastraron a toda la familia hacia el fondo de un abismo oscuro de desesperación. Cada día tenía más claro un terrible presentimiento, me parecía que mi madre podría suicidarse en cualquier momento. Siempre que volvía a casa del trabajo, al entrar por la puerta gritaba el nombre de mi madre en voz alta. Si me respondía, podía acabar tranquilamente ese día; en caso contrario, me ponía muy nervioso, buscaba por todas partes a mi madre, incluso iba a la habitación lateral y al molino para buscar algún rastro de ella. Hubo una vez que después de recorrer todos los lugares posibles, no pude encontrar a mi madre así que me quedé sentado en el patio y me eché a llorar con todas mis fuerzas. Justo en ese momento, vi a lo lejos a mi madre que volvía con un haz de leña. Me expresó el disgusto que le causaba mi llanto y aun así, no le pude explicar lo preocupado que estaba por ella. Madre percibió el secreto de mi corazón y dijo: “Hijo, no te preocupes, aunque se me haya despojado de cualquier alegría en la vida, si no ha llegado el momento no iré al otro mundo”. Soy genéticamente feo desde que nací, muchas personas de mi pueblo me gastaban bromas en mi cara; unos malvados compañeros de clase incluso me pegaron por esa razón. Un día cuando volví a casa, me eché a llorar con mucha tristeza y Madre dijo: “Hijo, no eres feo. Eres un chico normalito, ¿cómo puedes decir que eres feo? Además, si sigues siendo un joven de buen corazón y sigues haciendo cosas buenas, aunque fueras feo de verdad, te convertirías en un chico guapo”. Cuando me mudé a la ciudad, unas personas que habían recibido una buena educación hacían chistes tontos sobre mi cara, a veces a mis espaldas o incluso delante de mí. En aquellos momentos, las palabras de mi madre regresaban a mi cabeza, me tranquilizaban y me daba cuenta de que era yo el que tenía que pedirles perdón. Mi madre era analfabeta, por eso respetaba extraordinariamente a las personas con educación. La vida estaba llena de dificultades, no se podían garantizar las tres comidas regulares del día, pero siempre que le pedía que me comprara algún libro o algo de papelería, me lo compraba. Mi madre era una persona trabajadora, odiaba a los jóvenes perezosos, pero siempre que dedicaba mucho tiempo a leer libros y me olvidaba de trabajar, mi madre me lo perdonaba. Una vez vino un cuentacuentos a nuestro mercado. Yo me escaqueé de los trabajos que me había asignado mi madre y fui allí en secreto a escuchar los cuentos. Mi madre me criticó por ello. Por la noche, cuando mi madre se disponía a confeccionar las chaquetas de invierno bajo la débil luz de la lámpara de aceite, no pude controlarme y recité los cuentos que había aprendido durante el día. Al principio, ella no tenía ganas de escuchar ni una palabra porque le parecía que ser cuentacuentos no era una profesión normal y que los cuentacuentos eran personas charlatanas y unos farsantes; además, los cuentos que contaban no versaban sobre cosas buenas. No obstante, poco a poco le fueron atrayendo los cuentos que le recitaba. Más adelante, cada vez que se celebraba la feria, mi madre no me asignaba ninguna tarea; me había dado un permiso implícito para ir a escuchar los cuentos. Para recompensar su gratitud y también para presumir de mi buena memoria, le recitaba con todo detalle todos los cuentos que había escuchado durante el día. Al poco tiempo, no me satisfacía recitarle los cuentos de los cuentacuentos tal cual, así que me inventaba detalles durante mi relato. Con el propósito de que le gustaran a mi madre, creaba unos nuevos párrafos e incluso modificaba el final del cuento. La audiencia no se limitó solo a mi madre, sino que mi hermana, mis tías y mi abuela también formaron parte. Hubo veces en que después de escuchar el cuento, mi madre expresaba sus preocupaciones. Parecía que se estaba dirigiendo a mí pero también podría ser que estuviera hablando consigo misma: “Hijo mío, ¿que vas a hacer en el futuro?, ¿quieres ganarte la vida contando cuentos?”. Entendí la preocupación que tenía mi madre porque en mi pueblo un chico hablador no estaba bien visto, a veces podía traer problemas, para sí mismo e incluso para la familia. En mi relato 牛 (Toro) el chico que es rechazado por su pueblo por hablar demasiado es parte de la historia de mi pubertad. Madre me recordaba frecuentemente que hablara un poco menos porque esperaba que pudiera ser un chico tranquilo, generoso y callado. Sin embargo, yo había demostrado tener una enorme competencia lingüística y una gran disposición para hablar, lo que resultaba ser tremendamente peligroso. Pero mi capacidad para recitar los cuentos le producían mucha alegría a mi madre. ¡Qué gran dilema tenía ella! Como dice un refrán chino: Es fácil cambiar de dinastía, es difícil modificar la personalidad y aunque mis padres me habían educado con mucho cuidado, no consiguieron cambiar el hecho de que a mí me gustara hablar. Esto le había dado un sentido irónico a mi nombre Mo Yan que significa “no hables”. No pude terminar el colegio y tuve que abandonarlo porque, cuando era niño, mi estado de salud era muy delicado; no podía hacer muchos esfuerzos sino tan solo apacentar el rebaño que teníamos en un prado abandonado. Cuando guiaba a los bóvidos hacia el prado y pasábamos por la puerta de mi escuela, veía a mis compañeros de clase jugando y estudiando y me sentía muy solo y desdichado. A partir de aquel momento tuve conciencia del dolor que se le puede ocasionar a una persona, incluso a un niño, cuando se le aparta de la comunidad en la que vive. En el prado solté al ganado y lo dejé pacer por su cuenta. Bajo el cielo de un color azul tan intenso que parecía un océano inacabable, en ese prado verde tan vasto que no se veían sus límites en ninguna dirección, no había nadie excepto yo y no se podía oír a nadie excepto el piar de los pájaros. Me sentía muy aislado, muy solo, como si mi espíritu se hubiese escapado y sólo me quedara un cuerpo vacío. A veces me tumbaba en el prado viendo las nubes que flotaban vagamente y muchas imágenes irreales y sin sentido venían a mi cabeza. En mi pueblo se difundían unos cuentos sobre los zorros milenarios que podían convertirse en mujeres hermosas. Por eso imaginaba que a lo mejor una de esas hermosas mujeres en la que se había convertido un zorro vendría y me acompañaría mientras cuidaba al ganado, pero ella nunca apareció. Sin embargo hubo una vez que vi un zorro de un llamativo color rojo saltando del arbusto que tenía frente a mí. Me caí al suelo a causa del susto. Enseguida desapareció, pero yo me quedé allí sentado y temblando durante bastante tiempo. A veces me sentaba en cuclillas al lado de un toro para observar sus ojos de color azul celeste y mi reflejo en su ojo. A veces imitaba el piar de los pájaros e intentaba comunicarme con ellos; a veces le confiaba los secretos de mi corazón a un árbol. Sin embargo, los pájaros no me hicieron caso, ni los árboles. Muchos años después, cuando me hice escritor, incluí en mis novelas todas las fantasías que tenía durante mi pubertad. Mucha gente elogió mi capacidad de imaginación. Unos aficionados a la literatura me preguntaron el secreto para tener tanta. Entonces sólo pude contestarles con una amarga sonrisa. Como lo que dice nuestro sabio antepasado Laozi: “En la felicidad es donde se esconde la desgracia; en la desgracia es donde habita la felicidad”. Durante mi adolescencia padecí bastantes sufrimientos, como tener que abandonar el colegio, la hambruna, la soledad y la falta de libros. Sin embargo, hice lo que hizo Congwen Shen, un gran escritor de la generación anterior: leer lo antes posible sobre la sociedad y la vida que conjuntamente forman un gran libro invisible. Lo que les comentaba al principio de ir al mercado a escuchar cuentos es la primera página del libro de mi vida. Después de abandonar el colegio, me exilié entre los adultos y empecé un largo periodo de leer con las orejas. Hace doscientos años, en mi provincia natal, vivía un cuentacuentos que era un genio: El señor Songling Pu. Muchos de mi pueblo, incluido yo mismo, somos sus herederos. En el campo de la comunidad, en la granja de la brigada de producción, en la cama de mis abuelos, en el tembloroso carro tirado por el buey, había escuchado muchos cuentos sobre fantasmas y duendes, muchas leyendas históricas, anécdotas interesantes que estaban estrechamente vinculadas con la naturaleza local y la historia familiar, y me habían producido una clara sensación de realidad. Nunca pude imaginar que algún día en el futuro estas cosas me servirían como material para mis obras. En aquella época sólo era un chico a quien le fascinaban los cuentos y las palabras que se usaban para contarlos. En aquella época era, definitivamente, un chico teísta. Creía que todas las cosas tenían su espíritu. Cuando me encontraba con un árbol alto y grande, tenía ganas de expresarle mis respetos. Cuando veía un pájaro, me preocupaba por cuándo se convertiría en un ser humano. Cuando veía a un desconocido, dudaba si sería un espíritu de animal metido en un cuerpo humano. Cada noche cuando volvía a casa desde la oficina de la brigada de producción, me sobrevenía un miedo enorme. Para expulsar ese miedo cantaba en voz alta mientras corría a casa. En aquella época estaba entrando en la adolescencia, mi voz estaba cambiando, y las horrorosas canciones interpretadas por mi voz ronca eran una tortura para mis vecinos del pueblo. Durante los veintiún años que viví en mi pueblo natal, el viaje más largo que realicé fue una excursión en tren a Qingtao. En aquel viaje, casi me pierdo entre los grandes trozos de madera de una serrería. Cuando mi madre me preguntó sobre el paisaje de Qingtao, le contesté que por desgracia allí no había nada excepto grandes trozos de madera. Pero gracias a este viaje a Qingtao, tuve muy claro que debía salir de mi pueblo natal y ver el mundo de fuera. En febrero de 1976 cumplí todos los requisitos del reclutamiento militar, me llevé los cuatro volúmenes de la Breve historia de China que mi madre me había comprado con el dinero de unas joyas suyas que vendió, salí del distrito Dongbei de Gaomi, un lugar plagado de todos mis sentimientos, tanto positivos como negativos, y empecé una importante época de mi vida. Tengo que confesar que si no hubiera sido por los grandes progresos y el desarrollo de la sociedad china durante estos treinta años, por la apertura y la reforma, no existiría un escritor como yo. Debido al aburrimiento de la vida militar, entré en una nueva oleada literaria y en la apertura de pensamiento de los años 80 del siglo pasado. Pero entonces, no era más que un chico a quien le gustaba escuchar cuentos y recitar lo que había escuchado, así que decidí empezar a contar cuentos con el bolígrafo. Sin embargo al principio este camino fue muy difícil porque no me daba cuenta de que mi experiencia de vivir en el campo durante más de veinte años era una riqueza. Pensaba que la literatura era anotar las cosas buenas y recordar a personas notables, creía que era simplemente describir a los héroes y modelos sociales, así que aunque publiqué algunas obras, no tenían mucha calidad. En el otoño de 1984 aprobé el examen de ingreso y me incorporé a la Facultad de Literatura de la Academia de Artes del EPL (Ejército Popular de Liberación). Gracias a las indicaciones y a la ayuda de mi apreciado profesor, el famoso escritor Huaizhong Xu, conseguí elaborar algunos relatos y novelas cortas, tales como秋水 (El agua otoñal), 枯河 (Río seco), 透明的红萝卜 (El rábano rojo invisible), Sorgo rojo, etc. En El agua otoñal, apareció por primera vez el nombre de mi pueblo natal: El distrito Dongbei de Gaomi, y a partir de ese momento, me sentí un campesino vagabundo que por fin ha encontrado el campo que buscaba, un escritor perdido que ha encontrado su propia fuente de inspiración. Tengo que confesar que en el proceso de creación del distrito Dongbei de Gaomi en mis obras, William Faulkner, el escritor estadounidense, y García Márquez, el escritor colombiano, me han inspirado mucho. Entonces no había leído sus obras minuciosamente, pero su espíritu creador y su generosidad me animaron mucho. Me hicieron entender que cada escritor debía tener una especialidad. Una persona tiene que ser modesta en su día a día, sin embargo, debe ser altiva y decidida en su producción literaria. Durante dos años seguí los pasos de estos dos maestros, pero luego me di cuenta de que tenía que alejarme de ellos. Esto lo expresé en un artículo: “Estos dos maestros son como dos hornos al rojo vivo y yo como un trozo de hielo, por lo que si me acercase mucho a ellos me evaporaría”. A mi juicio, la influencia que se recibe de otro escritor se debe a la semejanza espiritual que escondemos en el fondo del corazón, como lo que se dice en China: dos espíritus similares se entienden enseguida. Por tanto, aunque no les hubiera leído muy atentamente, con solo unas páginas podía entender lo que habían hecho, podía entender cómo lo habían hecho y a continuación me quedaba claro lo que debía hacer y la forma de hacerlo. Lo que hice fue muy sencillo: contar mis cuentos a mi manera. Mi manera es la misma de los cuentacuentos del mercado de mi pueblo, a quienes conocía muy bien; es también la manera de mis abuelos y los ancianos de mi pueblo natal. Sinceramente, cuando cuento mis cuentos, no puedo imaginar quiénes serán mis lectores. A lo mejor, es alguien como mi madre, o alguien como yo. Mis cuentos son mis experiencias del pasado, como por ejemplo lo es, en Río seco, aquel chico al que pegan de manera horrible; en (El rábano rojo invisible) lo es aquel chico que no habla nada desde el principio hasta el final de la obra. Igual que a él, mi padre una vez me pegó terriblemente debido a un error que cometí. Y yo también tuve que encargarme de un fuelle durante la construcción de un puente. Por supuesto, cuanto más singulares sean las experiencias personales, más se incluirán en las novelas, pero las novelas deben ser imaginarias y fabulosas, no pueden incluir experiencias sin más. Muchos amigos míos me han dicho que El rábano rojo invisible es mi mejor novela. Respecto a esta opinión, no la contradigo, tampoco la admito, pero, de todas formas El rábano rojo invisible es la más emblemática de mis obras y destaca por su profundo significado. Ese chico de piel oscura que tiene una capacidad incomparable para aguantar toda clase de sufrimientos y otra capacidad sobresaliente para percibir los pequeños cambios de la vida es el espíritu de esta novela. Aunque he creado muchos personajes después de este, ninguno puede compararse con él porque prácticamente es el entero reflejo de mi espíritu. O mejor dicho, entre todos los personajes creados por el mismo escritor siempre habrá uno superior a los demás; este chico callado es de ese tipo, que no habla nada pero que es capaz de dirigir al resto de personajes y observar las maravillosas actuaciones de los demás en un escenario como el distrito Dongbei de Gaomi. Las experiencias personales son limitadas. Cuando se acabaron esos cuentos no me quedó más remedio que contar los de otras personas. Los cuentos de mis parientes y vecinos, los cuentos de los antepasados que me contaron los ancianos de mi pueblo, llegaron a mi cabeza como si fueran soldados que se reúnen al oír una orden. Se metieron dentro de mí con la esperanza de ser escritos por mi mano. Mis abuelos paternos, mis padres, mis hermanos mayores, mis tíos, mi esposa y mi hija han aparecido como personajes en mis novelas. Por supuesto, les hice unos cambios literarios para que tuvieran más significado y se convirtieran en verdaderas figuras poéticas. En mi última novela Rana, aparece la figura de mi tía. Como consecuencia del Premio Nobel, muchos periodistas han ido a su casa para entrevistarla. Al principio, tuvo mucha paciencia para contestar las preguntas, pero después no pudo aguantar más las molestias y se escondió en casa de su hijo, que está en la capital de nuestro distrito. Mi tía fue mi verdadero modelo cuando elaboraba esa novela; sin embargo, este personaje literario difiere mucho de mi tía. El carácter del personaje es muy fuerte, como si fuera un miembro de la mafia, y mi tía en cambio es muy simpática y alegre, una perfecta esposa y una madre encantadora. Mi verdadera tía ha tenido una vida muy feliz hasta ahora, pero mi tía literaria, cuando envejeció, padecía insomnio consecuencia de una profunda herida psíquica y vestía una toga negra todos los días como si fuera un fantasma que estuviera vagando en la noche. Tengo que agradecerle a mi verdadera tía su tolerancia porque no se enfadó después de saber que la había descrito de aquella forma; también aprecio mucho su inteligencia porque ha sabido entender la compleja relación que existe entre los personajes literarios y las personas reales. Cuando falleció mi madre, me ahogó el dolor y decidí escribir un libro sobre su vida. Me refiero a Grandes pechos amplias caderas. Como la conocía de toda la vida y estaba lleno de sentimientos hacia ella, terminé el primer borrador de esta novela de quinientas mil palabras en tan solo ochenta y tres días. En Grandes pechos amplias caderas me he atrevido a usar los detalles que conocía sobre su vida; no obstante, respecto a su experiencia amorosa, he inventado una parte y también he acumulado las experiencias de las madres de su edad del distrito Dongbei de Gaomi. En la dedicatoria de este libro puse la siguiente frase: “Al alma de mi madre”, sin embargo, esta obra en realidad está dedicada a todas las madres de este mundo. Esta es una de mis ambiciones, como la de querer abstraerme de China y de este mundo y minimizarlos en el distrito Dongbei de Gaomi. Los escritores tienen diferentes maneras de inspirarse, y mis libros también surgen de diferentes fuentes de inspiración. Algunos de mis libros se inspiraron en mis sueños, tal como ocurre en el El rábano rojo invisible, otros se inspiraron en la realidad, como por ejemplo sucede en Las baladas del ajo. Sea cuál sea el origen de la inspiración, las experiencias personales son imprescindibles y consisten en una parte muy importante, capaz de dotar a la obra de su singularidad literaria. Las obras pueden tener diferentes personajes bien perfilados con sus propias características, mostrarnos sus brillantes palabras y contar con una estructura sobresaliente. Querría hablar un poco más de Las baladas del ajo. En esta novela he diseñado un personaje muy importante: un cuentacuentos. Pero he usado el nombre verdadero de un amigo mío que en la realidad es un cuentacuentos también, así que tengo que pedirle perdón. Por supuesto, lo que hace en la novela es inventado. Me ha pasado muchas veces este fenómeno en mis obras: cuando comenzaba a escribir una novela quería usar nombres reales para transmitir una sensación de realidad, y sin embargo, cuando acababa la novela ya me resultaba imposible cambiar esos nombres. Muchas veces, las personas reales cuyos nombres se habían utilizado en mis obras buscaron a mi padre para quejarse. Mi padre no sólo les pidió perdón a ellos, sino que también les tranquilizó y les explicó diciendo: «La primera frase que aparece en Sorgo rojo sobre su padre es “Mi padre es hijo de un malvado bandido. Si yo no le hice caso, ¿por qué os tiene que molestar a vosotros?”». Cuando escribí las novelas del tipo de Las baladas del ajo, es decir, las novelas realistas, el mayor problema que se me presentó no era que tuviera miedo de enfrentarme a las oscuridades sociales y criticarlas, sino cómo controlar la pasión ardiente y la furia para no desviarme hacia la política ni alejarme de la literatura. No quiero escribir una crónica de los acontecimientos sociales. Un novelista es parte de la sociedad, por lo que es natural que tenga sus propias opiniones e ideas; sin embargo, cuando está escribiendo debe ser justo, debe respetar a todos los personajes igual que respeta a las personas reales. Siempre y cuando se cumpla este requisito, la literatura puede nacer de la realidad e incluso superarla, puede preocuparse por la política pero estar por encima de ella. Los largos y difíciles periodos de tiempo que he vivido me han dado una profunda comprensión de la humanidad. Sé qué es la verdadera valentía y qué es la auténtica misericordia. Entiendo que en el corazón del ser humano existe un espacio que no se puede definir por bondad ni por maldad; es un espacio grisáceo que le da a un escritor la gran posibilidad de elaborar una obra majestuosa. Siempre y cuando haya elegido correctamente y descrito vívidamente este espacio grisáceo e incierto, su obra podrá tener calidad, superar el límite de la política, y ser verdadera literatura. El hecho de hablar sobre mis obras sin parar me incomoda mucho, pero mi vida y mis novelas son las dos caras de una misma moneda, y si no hablara de mis obras, no sabría de qué otra cosa más les podría hablar aquí. Así que, permítanme seguir. Respecto a mis primeras novelas, dado que era un cuentacuentos moderno, decidí camuflarme en ellas. Pero, a partir del 檀香刑 (El suplicio del sándalo), decidí cambiar mi estilo. Si describimos mi estilo anterior como el de un cuentacuentos que no piensa en los lectores, a partir de este libro me imaginé que estaba en una plaza contando cuentos ante un público con palabras impresionantes. Esto es clásico en la elaboración de las novelas y también es clásico de las novelas chinas. Aprendí los estilos de las novelas modernas de Occidente, también usé diferentes estilos narrativos, pero al final, recurrí a la tradición. Por supuesto, la vuelta a la tradición no es solo eso. El suplicio del sándalo y las siguientes novelas son una combinación de las tradiciones chinas y las técnicas narrativas occidentales. Las novelas innovadoras son productos de este tipo. No sólo combiné la tradición y la técnica sino también la narración y otras artes folclóricas. Por ejemplo, El suplicio del sándalo fue un intento de combinar la novela con la ópera local, igual que sucede en mis primeras novelas, que también se han nutrido de las bellas artes, la música e incluso de la acrobacia. Por último, permítanme presentarles otra obra mía, La vida y la muerte me están desgastando. El título de este libro está inspirado en unos versos budistas. Según me han dicho, la traducción de este título ha causado problemas, no muy grandes pero sí considerables, a los traductores de diferentes países. No soy un especialista en budismo y mi entendimiento sobre los versos budistas es superficial, pero la razón por la que elegí este título para mi novela fue por la admiración que siento hacia los pensamientos budistas. Uno de los puntos básicos de este pensamiento es la verdadera comprensión del universo. Desde el punto de vista de los budistas, muchos de los conflictos humanos son insignificantes. A los budistas el mundo actual les parece muy sombrío. Por supuesto, no quería escribir este libro como si fuese un sermón; lo que escribí hablaba sobre el destino y las emociones del ser humano, así como de los límites que tiene, la tolerancia, los esfuerzos y sacrificios que se requieren para lograr el objetivo personal y alcanzar la felicidad. El personaje de cara azulada que luchaba contra la corriente histórica era el verdadero protagonista en mi corazón. La persona real a la que corresponde este personaje fue un campesino que vivía en un pueblo vecino al nuestro. En mi pubertad, le veía pasando con frecuencia por la puerta de mi casa y empujando un carro de madera que emitía un leve y extraño sonido. Un burro cojo tiraba de aquel carro y la persona que guiaba al animal era su esposa, que tenía los pies vendados. Ese grupo de trabajo tan extraordinario en la sociedad de aquella época resultaba muy raro y muy inapropiado. A los ojos de unos niños como nosotros, eran unos seres ridículos que iban contra el progreso histórico; incluso les arrojamos piedras para expresar nuestro desacuerdo con ellos. Muchos años después, cuando empecé a escribir cuentos sobre ellos, este personaje de cara azulada, esta imagen, apareció en mi mente. Sabía que tarde o temprano escribiría un libro sobre él, que compartiría sus cuentos con todo el mundo; sin embargo, no fue hasta 2005, cuando estaba visitando un templo budista y admirando los murales que representaban la leyenda de Las seis etapas de la gran rueda del karma, que llegué a entender cuál era la manera más adecuada de contar sus cuentos. Haber conseguido el Premio Nobel de Literatura ha supuesto muchas paradojas. Al principio pensaba que yo era el protagonista de esas contradicciones; sin embargo, poco a poco me di cuenta de que era otra persona diferente que no tenía ninguna relación conmigo. Me convertí en espectador de un drama mientras veía al resto actuando en el mismo escenario. Había visto que al protagonista, ganador de un premio, le ofrecían flores, pero además también le tiraban piedras y agua sucia. Temía que no pudiera aguantarlo. No obstante, huyó de las flores y las piedras, se limpió las manchas de agua sucia y salió tranquilamente a dar un discurso al público. Dado que soy escritor, la mejor manera de comunicar al público es escribir. Todo lo que tengo que decir está en mis obras. Las palabras que salen de la boca se las lleva el viento, sin embargo las que están escritas quedarán para la historia. Espero que ustedes puedan leer pacientemente mis obras, aunque por supuesto no tengo ningún derecho a obligarles a leerlas. Y si ya las han leído, no puedo obligarles a cambiar la opinión que tengan de ellas porque en este mundo no existe un escritor que pueda satisfacer a todos los lectores, sobre todo, en una época como la que estamos viviendo ahora. No quería comentar nada más, pero teniendo en cuenta el momento y el lugar siento que debo hacerlo, así que les hablaré de la única manera que sé. Soy un cuentacuentos y sigo queriendo contarles cuentos. En los años 60 del siglo pasado, cuando estaba en el tercer curso del colegio, la escuela organizó una visita a una exposición sobre el sufrimiento. Teníamos que llorar según las órdenes de nuestro profesor. Para mostrar al profesor lo obediente que era no quise secarme las lágrimas de la cara. Al mismo tiempo, vi a unos compañeros de clase mojarse a escondidas los dedos en la boca y pintarse dos líneas de lágrimas en la cara. Por último, entre todos los que estaban llorando, ya fuera de verdad o de manera hipócrita, descubrí que había un compañero que no tenía ni una lágrima en su cara y que ni siquiera se tapaba el rostro con las manos para simular tristeza, sino que tenía los ojos bien abiertos y un gesto de sorpresa, como si no entendiera. Más tarde, denuncié este suceso al profesor y por esta razón nuestro colegio decidió ponerle oficialmente un punto negativo y una advertencia. Muchos años después, cuando le confesé a mi profesor la pesadumbre que me causaba este acontecimiento, me consoló diciendo que más de una docena de alumnos fueron a quejarse también. Este compañero falleció hace unos diez años, pero cada vez que recuerdo esta anécdota, me siento muy apenado. Aprendí una gran lección con este asunto: aunque todo el mundo llore, debemos permitir que haya personas que no quieran llorar. Y como hay otras que fingen sus lágrimas entonces debemos sentir una especial simpatía hacia los que no lloran. Tengo otro cuento para ustedes: Hace más de treinta años trabajaba en el ejército. Una noche, cuando estaba leyendo un libro en la oficina, entró un viejo oficial, echó un vistazo al asiento enfrente de mí y susurró para sí: “Bien, aquí no hay nadie”. Me levanté inmediatamente y me atreví a gritarle: “¿No has visto que estoy aquí?”. Aquel viejo oficial se enfureció y su cara se puso roja, yéndose avergonzado. Me sentí muy satisfecho durante mucho tiempo, me consideraba una persona valiente; sin embargo, después de muchos años, sentí un profundo arrepentimiento. Permítanme contarles el último cuento que me contó mi abuelo hace muchos años: Hubo ocho albañiles que salieron de su pueblo natal para buscar trabajo. Para resguardarse de la tormenta que estaba a punto de caer, todos entraron en un templo en ruinas. Los truenos se sucedían, los relámpagos iluminaban el oscuro cielo, unos extraños sonidos penetraban por la puerta del templo y parecían los rugidos de un dragón. Todos estaban muertos de miedo, y sus rostros se habían vuelto pálidos. Uno de ellos comentó: “Es señal de castigo celestial. Entre nosotros debe haber alguien que ha hecho algo malvado. ¿Quién es ese maldito? Sal ahora mismo. Sal para recibir tu condena celestial y para no extender la mala suerte entre nosotros”. Obviamente, nadie quería salir fuera. Otro propuso: “Como nadie de nosotros quiere salir, arrojaremos nuestros sombreros de paja fuera y el que no vuelva significará que su dueño es la persona de la que estamos hablando. Entonces, le pediremos que se vaya”. Todos asintieron y lanzaron sus sombreros afuera. Solo un sombrero quedó en el exterior y los demás volvieron dentro. Los siete albañiles querían echar del templo a la persona cuyo sombrero había quedado fuera. El chico se negó a aceptar esa decisión. En ese momento, los siete jóvenes le cogieron y le expulsaron a la fuerza. Supongo que a estas alturas ya habrán adivinado el final del cuento: En el mismo instante en que le expulsaron el templo se hundió y los siete chicos murieron. Soy un cuentacuentos. Me han dado el Premio Nobel por mis cuentos. Después de haber sido premiado han ocurrido muchas anécdotas maravillosas que serán parte de mis próximos cuentos y que me hacen creer en la existencia de la justicia y la verdad. En el futuro seguiré contando cuentos. ¡Muchas gracias por su atención! Traducido del chino por Yifan Li en colaboración con Cora Tiedra Garcia

lunes, 10 de diciembre de 2012

Opinión de mi compadre Magno Garcimarrero sobre Historia de todas las cosas

Antes: Lo que dijo Burgos Cantor en Bogotá
http://www.revistacoronica.com/2012/11/roberto-burgos-cantor-presenta-historia.html

Cuando se me ocurrió en mala hora pedirle a mi compadre Magno Garcimarrero --el único compadre que tengo en esta vida-- que presentara mi novela y le dije: Compadre, quiero que presentes mi novela, pero te pido que hablas mal de ella, quiero que le partas la madre porque estoy aburrido de tantos elogios, que además quizás ni siquiera sean sinceros, no sabía con qué iba a salir el tremendo compa. Y esto fue lo que dijo. 

Quiero sincerarme con el público y, como buen mexicano quiero decir que no creo que Marco Tulio Aguilera Garramuño sea buen escritor, ¡como puede serlo si es mi compadre! Si sé donde vive, si Lety, su esposa, es mi comadre y Sebastián su hijo es mi ahijado. Si nadamos en la misma piscina de barriada, o sea que somos renacuajos de un mismo charco. ¿Cómo puede ser buen escritor mi compadre, por muy Garramuño que sea?
            Historia de Todas las Cosas, de Garramuño, como su nombre lo indica… es muy difícil de leer, y muy fácil del entender. El autor, que tiene la buena suerte de ser mi compadre, como ha quedado dicho y repetido, ha inventado un nuevo idioma español para escribirlo, y debemos  darnos de santos que su genialidad tenga límite, que si se hubiera puesto a inventar un nuevo alfabeto, el libro sería imposible de leer lo que es fácil de comprender…
            No se trata de un documento breve, desde luego que contiene la historia de todas las cosas, es un libro al que hay que entrarle con harta paciencia y, sentado en el diccionario panhispánico de dudas, que seguramente no contiene ninguna de las palabras que se ha inventado mi compadre Garramuño, pero que por lo pronto nos permitirá levantar muchas veces nuestras asentaderas del diccionario, consultarlo, fracasar en el intento, y volver a sentarse en él resignadamente para continuar la lectura.
La primera versión de esta misma historia, la hizo Marco Tulio hace 37 años, se la editó entonces Plaza & Janes de Colombia, en tiempos en que mi compadre era un novel escritor en grado de tentativa. Esta nueva versión, que no tiene nada que ver con la primera, es la que le valió el comentario de su paisano García Márquez de: “…es lo mejor que has escrito, y quizá lo mejor que vayas a escribir en toda tu vida”. García Márquez lo sabe bien, porque a él le pasó lo mismo con Cien años de soledad.
Creo que ni el premio Nobel ni mi compadre hacen mucha gracia, porque nacieron y aprendieron a leer y escribir en el país en donde mejor se expresa y se escribe el idioma castellano: Colombia. Ahí se habla mejor castellano que en Castilla; la prueba está en los propios escritores mencionados, así como otros ejemplos: Álvaro Mutis, Fernando Vallejo, Porfirio Barba Jacob,  las piernudas de las telenovelas Café con aroma de mujer y Las muñecas de la mafia que trascurren en la pantalla chica haciendo alarde del bien hablar, entre montones de pesos y pezones, y que sólo basta hacer la versión mexicana para echarlas a perder, como ocurrió con el aroma del café que acabó siendo “La gaviota con aroma de sexenio”.
Los que tenemos el hábito de la lectura, presumimos de poder distinguir el estilo, el modo de escribir de nuestros autores favoritos, eso me ha pasado ahora con mi compadre de quien creo ser no sólo su mejor, sino su único lector. Leí el viejo libro de Breve Historia de todas las cosas y ahora el nuevo y no tan breve: Historia de todas las cosas. Me atrevo a afirmar que, aunque ambas versiones se refieren a la vida cotidiana de San Isidro del General, un pueblo colombiano de donde mi compadre es originario, y si no lo es, debiera serlo. He sentido digo, que el uso del idioma en el nuevo libro, igual que mi compadre, ya no es tan colombiano, está empapado de modismos mexicanos, me atrevería a afirmar que otros muchos son veracruzanos, y hasta tan jalapeños como los tlaconetes. Amén de las palabras inventadas cuya cantidad podría permitir hacer un gordo diccionario de neologismos garramuñescos, en honras del H.L., historiador literato, o más bien histeria-dor lito-orate, que no es un narrador, sino un ranador, para gusto y placer del atrevido que cometa la hombrada de comprar y leer el libro. Que finalmente, quiero decir, parafraseando al propio ranador Mateo Albán que en medio de sus tribulaciones nos advierte que en su libro se contiene “una ranación capciosa, personal e intransferible que en nada puede lastimar a un buen lector y menos a un donoso y próspero pueblo como San Isidro” y nos hace ver que “tiene el derecho de inventar lo que le venga en gana”, y el que quiera oír y leer, que oiga o lea, y el que no, que ponga a enfriar sus pelotas o el cofrecito de sus gustos” Amén.

Magno Garcimarrero.  Mayo 2012  

viernes, 7 de diciembre de 2012

Roberto Burgos Cantor presenta Historia de todas las cosas

POR CORTESÍA DE LA REVISTA CORÓNICA REPRODUZCO UN VIDEO FILMADO EN EL GIMNASIO MODERNO DE BOGOTÁ Y UNA ENTREVISTA EN AUDIO QUE ME HIZO STANISLAUS BHOR


El pasado 15 de noviembre en el Gimnasio Moderno de Bogotá, Roberto Burgos Cantor presentó la novela del escritor colombiano Marco Tulio Aguilera Garramuño reeditada por Trama editorial (Madrid) y Ediciones de Educación y Cultura (México) en 2011. La novela narra la vida en un pueblo de Centro América llamado San Isidro de El General con un lenguaje exhaustivo que la pone en la tradición literaria hispánica, iniciada en Don Quijote de la Mancha y reivindicada por los novelistas latinoamericanos de los años 60s. Fue publicada en Argentina en 1975 por Ediciones de la flor bajo el título Breve historia de todas las cosas.  En el siguiente link podrá escuchar las palabras de Roberto Burgos y después una entrevista que hizo Stanislaus Bhor a MT.

http://www.revistacoronica.com/2012/11/roberto-burgos-cantor-presenta-historia.html

martes, 4 de diciembre de 2012

La serpiente sin ojos de William Ospina

Hace algunos años escribí un ensayo que llamé “El Amazonas de William Ospina” (http://mistercolombias.blogspot.mx/2010/11/el-amazonas-de-william-ospina.html). Hoy, que he terminado la lectura de La serpiente sin ojos (Literatura Mondadori, Colombia, 2012), tercera novela de la serie que William Ospina ha dedicado al Amazonas, me parece que lo que escribí no sólo sigue vigente como promesa sino que se ha cumplido: “…tras una visita personal al Amazonas (que me sirvió para terminar mi novela Agua clara en el Alto Amazonas), donde fui consciente de su majestad y del poderío de la naturaleza y del sentimiento de indefensión que se apodera del viajero ante la soberanía de la selva, no puedo menos que asombrarme ante la magnitud de la hazaña emprendida por Pizarro, Orellana, Ursúa y Lope de Aguirre, auténticos héroes, seres de dimensión casi mitológica, en general despiadados, a veces compasivos, los unos adoradores de la naturaleza, los otros descarados perseguidores del brillo del oro, depredadores de todo lo que pueda parecer ajeno, extraño o diferente. Y tampoco puedo evitar asombrarme ante la hazaña narrativa emprendida por William Ospina: una saga sobre los esplendores del Cuzco, la Amazonia, la sabana de Bogotá, las hazañas que motivaron aquellos paisajes que no volverán y los hombres que las acometieron y disfrutaron. No sólo el poder narrativo de Ospina es admirable sino la serena poesía que emana de la prosa de quien fuera considerado uno de los poetas más interesantes de Colombia actual y que ahora, considero, debe ser colocado al lado de los grandes narradores”. Hoy, frente a La serpiente sin ojos, cierro el ciclo de escritura y reflexión que ha suscitado en mí la obra (magna obra, sin ambages, hay que decirlo, de Ospina): crónica de un sueño, de la búsqueda y pérdida de El Dorado, historia de amor de un rufián seductor y despiadado, narración de una expedición maltrecha, en la que Ursúa lleva a su mujer, Inés de Atienza; lleva también a cientos de indígenas; lleva numerosas balsas y canoas, bergantines, chatas, cerdos, perros, caballos; se hace acompañar por cientos españoles, y entre ellos por Lope de Aguirre, que a su vez lleva a su hija amada. Es una expedición mal armada desde el principio, plagada de personajes insidiosos y llenos de rencor, envidiosos. Inés y Ursúa, a lo largo de la desafortunada expedición, que parecía destinada a fracasar desde el inicio, exhiben inverecundamente sus lujurias en las soledades de las noches amazónicas ante una horda de hombres atacados por los ardores propios de las prolongadas abstinencias. Tras una tormenta que cegaba el mundo y hacía perder toda esperanza, llegaron a la región de Machifaro: Una tierra de indios desnudos que se pintan los cuerpos de colores vivos, y sólo llevan collares de semillas rojas y adornos de plumajes. El que narra la historia de la expedición es Fray Gaspar de Carvajal, quien acompañó y cronicó la primera expedición de Orellana en la que se recorrió todo el río Amazonas, desde sus fuentes primarias, hasta desembocar en las bocas en el Atlántico en Brasil. (Ospina usa las crónicas históricas para alimentar su novela y al lector de novelas no se preocupa de si fue fiel o no). El asesinato de Ursúa, perpetrado por diez conjurados con espadas, puñales y floretes, es memorable, y evoca el atentado de Bruto contra César. También es memorable el destino final de su cadáver: No hubo féretro, ni honor ni ceremonia. Bajo rezos susurrados su cuerpo entró a la selva para volverse musgo y agua, y el alma no encontró ángeles entre los árboles gigantes sino alas de guacamayas, silbos de pájaros. También Inés de Atinza cae, tras huir a la selva con sus doncellas, perseguida por lebreles de Lope de Aguirre, el traidor contrahecho. El final de Inés tiene la altura de una tragedia shakespeariana: Nosotros la encontramos después sobre el suelo de hojas descompuestas y entre el cerco de árboles silenciosos, vimos su palidez y su resignación a la muerte. Yo vi en su rostro que no sabría cómo encontrarse con Ursúa en la noche del musgo, después de haberse aferrado a su asesino, pero sé que el amor resuelve de otro modo las cosas, y que en la soledad de la muerte los amantes que estuvieron juntos siquiera un instante sabrán acompañarse para siempre. Luego la novela recupera el relato del resto de la aventura que llevó al traidor Lope de Aguirre a seguir la expedición: Nosotros seguimos todavía muchos meses bajo la locura tenebrosa de Aguirre, cada vez más infame y más cruel. Aguirre termina acuchillando a su propia hija antes de ser derribado por dos disparos de arcabuz. El protagonista del final de la novela resulta ser Lope de Aguirre (sobre quien ya tanto se ha escritor, filmado, comentado, particularmente a partir de la película de Herzog, inolvidable): … no se lo llamó tirano por ser tan sanguinario, pues derramar sangre era el oficio de aquellas expediciones: lo que le ha dado su leyenda y su sombra es haber sido el asesino de 72 españoles y haberse atrevido a alzar su voz contra la corona. La leyenda de El Dorado (una de las grandes leyendas de la historia universal, que compite en prestigio con la leyenda de la Atlántida) cobra vigencia con las tres novelas de William Ospina: Ursúa, El país de la canela y La serpiente sin ojos. Me parece un proyecto novelístico que merece los más altos reconocimientos. Sólo le hallo dos defectos: los poemas que separan los capítulos (que me parecen accesorios y desechables) y… el hecho de que la trilogía se cierre, dejándonos con la nostalgia de lo que podría ser o seguir siendo.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Dos audios: Presentación de Historia de todas las cosas en Bogotá y Entrevista de Stanislaus Bhor con MT

Audio de la presentación de Historia de todas las cosas en el Gimnasio Moderno en Bogotá. Presentador: Roberto Burgos Cantor...

HTTP://WWW.REVISTACORONICA.COM/2012/11/ROBERTO-BURGOS-CANTOR-PRESENTA-HISTORIA.HTML


 Audio de...  La  revista Corónica entrevista a Marco Tulio Aguilera Garramuño sobre Breve historia de todas las cosas:

Eduardo García Aguilar habla de Garramuño

SAMEDI 13 AVRIL 2019 LAS AVENTURAS LITERARIAS DE AGUILERA GARRAMUÑO  Por Eduardo García Aguilar La Universidad Veracruzana ...