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miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL ORGASMO SIN MÁSCARA

Me escondió los zapatos para que no saliera de casa. Hemos hecho el amor casi a diario:
            --Te voy a confesar una cosa –dijo con gesto trágico.
            --¿Qué?
            --Yo nunca me he venido.
            --¿De dónde, de tu casa?
            --Nunca me he venido. Nunca he tenido un orgasmo, ¡tarado!
            --Pero entonces por qué gritas y te emocionas y me das las gracias y me dices miamor, mamor y luego me pides papel para ponerte entre las piernas y luego te duermes como santa Teresita de Jesús tras hacer la buena acción del día.
            --Te digo que nunca me he venido.
            --No lo creo.
            Meditó un instante. Me miró disparando su mirada bajo la línea perfecta de sus cejas. Frunció el bello ceño.
            --¿Qué es venirse? ¿Qué es un orgasmo? Dímelo tú que eres dizque el notario de la intimidad femenina.
            --Es una descarga emocional  y física intensa, incomparable. Luces, estrellas, relámpagos, agitaciones, te palpita todo el cuerpo, sientes que viste a Dios, cosas de esas.
            --Yo sí siento así bonito, pero no echo mucho líquido con bi bis como tú.
            --¿Entonces crees que la mujer se viene igual que el hombre y se  moja todas las piernas y se hace sopa con los bi bis?
            --¿No?
            --No. La descarga de la mujer es interna.
            --Entonces yo sí me vengo –suspiró aliviada o tal vez un poco desilusionada--. Creí que era anormal.
            --Que eres anormal, eres anormal.
            --No sé si eso sea elogio o insulto. Pero, bueno, dejémoslo entre pariéntesis.

            Volvió a reflexionar.
            --Ah, pero me gustaría tener puebas palpables, como las de los hombres.

lunes, 24 de septiembre de 2012

FIESTA MEXICANA

Un poco tarde subo algunas fotos de la celebración del 15 de septiembre...
El tequila propicia atavismos incomprensibles
Dos mariachis invitados cantando rancheras

Un maricahi de lindos bigotes que me puso nervioso

Foto colada fuera de lugar: estas son las canchas que la alcaldesa de Xalapa Elizabeth Morales
mandó arreglar a cambió de una colección de libros de MT autografiados (no es cuento)


domingo, 23 de septiembre de 2012

VISITA AL PSIQUIATRA


Ayer fuimos al psiquiatra. ¿Quién lo necesita más? ¿Ella o yo? Poco sacamos en claro. ¿No te parece que el tipo está más loco que nosotros dos? Tuve que estar de acuerdo. Los ojos excesivos y furibundos, las pupilas dilatadas, las preguntas dignas de un subdotado o un criminal serial. Qué te parece si mejor seguimos igual de orates, así nos divertimos más. De nuevo incliné la dura testuz ante su nueva iluminación. Hay en X una especie de inconcebible sabiduría de la vida que no logro entender. Como la de los niños que diciendo inmensidades revelan los grandes secretos si hacer aspavientos.
            

miércoles, 19 de septiembre de 2012

AMOR Y SEXO CONYUGAL. MÁS MÁSCARA FRENTE AL ESPEJO

Libreta del 85.   Ya ha tenido varios accesos de amnesia. ¡Qué fea serías si no fueras bonita!, le dije. Fracasos frecuentes en nuestras escenas de amor. Soy débil, me dejo vencer, me acabo. Y mientras tanto ella qué hace: sigue esforzándose más allá de la línea, se tañe a sí misma como si fuera una cítara. Inútilmente, ay. ¿Por qué quiero tanto a X? Por mi inocultable inclinación hacia las mujeres demasiado jóvenes? Desde que me casé hace nueve meses no he vuelto a escribir casi nada, solamente el prólogo a  La metamorfosis. Nuestro auto, el glorioso vokscaben, es un desastre. Le apareció un hueco en el suelo a causa de la corrosión y tuve que arrancarle un asiento. Ahora mientras lo conduzco puedo ver el suelo. 10 de diciembre. Ha tenido un par de dolores en el pecho. Uno de ellos al final de un acto de amor en la nueva sala, con los foquitos del árbol de navidad iluminando nuestros cuerpos y las nuevas cortinas cobijando nuestra intimidad. ¡Esto es placer!, dijo graciosamente, como una jineta feliz cabalgando mi cuerpo, unida a mí desde su más sensible parte. Emitió su grito de placer, se llevó una mano al pecho y cayó desmayada. Todavía clavadita la llevé a la cama, le instalé kleenex entre las piernas, le puse su calzón nuevo y fino que acabábamos de robar de Fábricas de Francia, luego le coloqué su pijama, y la cobijé. 14 de enero de 1986. Pausa de tranquilidad. Por la mañana al hospital al Papanicolau. Por la tarde se me abalanzó por la espalda como un tigre y me tumbó en la cama. La besé larga, obscena y dulcemente, y ella misma se fue quitando las pantaletas. Todavía lastimada por el infernal instrumento que le introdujo la doctora en su cuquita casi adolescente (¡Ora, mija, baje las caderas y abra las patitas! Abusada, doctora, que ni mi marido me trata así, respondió meine Frau). Cogimos de lo más sabroso. Ella a horcajadas, clavándose con delicadeza, ¡viene, viene!, y los dos exclamando al culminar ¡te amo, te amo!  18 de enero, 86. Nueva crisis de amnesia. Afortunadamente no escapó de la  casa como en otras ocasiones. No pudo escapar porque el dolor de pecho la venció y cayó desmayada. Terrible depresión al día siguiente. Al despertar hizo diligencias propicias a mi placer. Me voy a portar como una adulta, ya no me va a dar asco, dijo. Este matrimonio es como una condena. Siento que me hundo en un pantano. No escribo ni una línea. Arrastro fantasías de huir. Agarrar lo que tenga mano y escapar como en un final de película en la que el protagonista se pierda en el horizonte. La amnesia ha coincidido con el examen del cáncer. Tras la amnesia, al día siguiente, me porté mal. Me dediqué a ignorarla. Ella me seguía como un perrito por toda la casa pidiendo besos, me amarraba los zapatos, se arrodilló a besar mis piernas. X adora mis piernas. No puede verlas desnudas sin abalanzarse a abrazarlas y darles besos. Yo amo sin medida sus pechos, a los que dedico largas, larguísimas sesiones de besos bajo las cobijas en la oscuridad. 
      Una grandiosa autopista une a Xalapa con el centro del país. Para hacerla los proyectistas alteraron los flujos de las aguas y no solucionaron los problemas de drenaje. Hoy 19 de septiembre de 2012, Banderilla, ciudad aledaña a Xalapa, está inundada. Suman 37 los descuartizados del día en México. 132 reos escaparon de una cárcel en el norte del país. Nunca han sido tan altas las reservas monetarias de México. Nos ha tocado vivir tiempos difíciles como a todos los hombres, diría Borges.

lunes, 17 de septiembre de 2012

FERNANDO TASCENDE ESCRIBE


Con motivo de una reseña algo agresiva de Fernando Tascende a una de mis novelas, he buscado en internet datos sobre él. Sólo encontré otras reseñas y esta breve nota, ya bastante vieja, sobre Monterroso...

Augusto Monterroso, el pequeño gran escritor y actual Premio Príncipe de Asturias, recibió en pasados días el homenaje, un reconocimiento, una medalla conmemorativa, elogios sin medida de sus colegas escritores y académicos y leyó ante un auditorio entusiasta, algunos de sus ensayos personales. Todo ello sucedió en Xalapa, México, a fines de noviembre y fue organizado por la Universidad Veracruzana, cuyo actual rector, Víctor Arredondo, se ha caracterizado por emprender grandes obras, planes muy interesantes de reformar la Universidad Veracruzana y el obvio deseo de reelegirse para terminar sus proyectos (el más ambicioso es el llamado "Campus de la Cultura y las Artes", que incluye una de las bibliotecas más grandes de Latinoamérica, enormes extensiones verdes, canchas de todo tipo, un gimnasio monumental, lagos y cigüeñas surcando el paisaje).
Monterroso, que ha hecho de la brevedad y la modestia  sonreía levemente ante el alud de elogios y no pudo evitar la creación de una especie de aforismo, cuando Sergio Pitol (que se ha convertido en el trapito de dar brillo a todos los escritores famositos que llegan a Xalapa) lo llamó "uno de los escritores más grandes de la lengua" y "un clásico viviente". Dijo Monterroso: "Avancé algo de un temor que me estaba invadiendo: el que empiezo a creer los elogios que me dicen mis amigos en estas ocasiones". Luego, al leer uno de sus ensayos sobre la vanidad de los escritores señaló que sólo hay un elogio que pueda satisfacer a un escritor: que es el más grande que haya existido desde el principio de los tiempos.
Jorge Ruffinelli, Margo Glantz, Sealtiel Alatriste, el colombiano Hugo Chaparro y otros escritores y académicos leyeron textos sobre Monterroso, quien los escuchaba con rubor y de vez en cuando escribía en una servilleta y bebía un trago de agua para apurar tanto adjetivo. Cuando le tocó el turno de hablar, Monterroso engarzó sentencia tras sentencia: "Cuando comenzaba a escribir leí a algunos latinos que recomendaban la brevedad y la concisión. Creí en Gracián cuando dijo: Lo bueno, si breve, dos veces bueno... La brevedad es un ideal que puede llevar al fracaso...El famoso dinosaurio (Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí) me hizo famoso, pero también me perjudicó. Algunos lectores suponen que fue lo único que escribí... El escritor de brevedades nada anhela más en el mundo que escribir largos textos.
Los ensayos personales que leyó, uno dedicado a Horacio Quiroga, otro a la fuga de cerebros y un tercero a la poesía quechua, hicieron revivir en los asistentes la magia auténtica que tiene la palabra, cuando la inteligencia y el talento se aplica a ellos. Particularmente el dedicado la la fuga de cerebros fue una demostración valiente y perfectamente lógica de que los lugares comunes (por ejemplo la lamentación de "los países en vías de desarrollo" por la fuga de las inteligencias más destacadas) generalmente están basados en imbecilidades que la mayoría de "los pensantes" aceptan.
¿Qué pasa con los cerebros que no se fugan?, se preguntó. Terminan aplastados por la mediocridad municipal, por la envidia y la pequeñez. No hay mejor cerebro que un cerebro fugado, es una demostración de que en nuestros países no se producen sólo bananos. Es mejor exportar cerebros que mano de obra, que explotados, que miseria. Un cerebro latinoamericano puesto en Europa o en Estados Unidos, hace mejor labor diplomática -y más barata- que los ociosos agregados culturales que cobran fortunas y no hacen nada sino engordar y volverse cada vez más inútiles.
Las anteriores ideas, la personalidad agradable, sin prensiones y la disposición a aceptar homenajes, medallas, discursos, cenas y acosos de lectores, fueron notas destacadas de la presencia de este escritor, que fue calificado por el editor de Herralde :"Augusto Monterroso, nuestro pequeño rey, ahora Príncipe de Asturias".
Por lo pronto debió quedar bastante satisfecho, pues Sergio Pitol le enrostró un par de elogios que asumió con casta: "uno de los escritores más grandes de la lengua" y "un clásico viviente". Monterroso estuvo a punto de vivir in cold blood uno de sus propios ingenios. No le dijeron que era el escritor más grande de todos los tiempos, pero faltó poco para ello.

martes, 11 de septiembre de 2012

PARAISOS HOSTILES: LA NOVELA FRACASADA


Como no encontré la portada de
Paraísos hostiles subí  la de
Las noches de Ventura,
casi contemporánea
Domingo 21 de diciembre de 1981.  Me pongo mi equipo de campeón olímpico de la Colonia Burócratas Federales. Tres kilómetros de trote hasta la cancha. Básquet bajo un sol yucateco. Cervezas bajo los árboles con los maleantes de Economía, los que me atacarón en masa hace un año. En el café de 7 a 10 pm. Regreso a casa. Primera vez que enciendo la TV en cuatro meses. Poco, aparte de la incomparable naturaleza verde, me puede ofrecer esta ciudad de niebla casi eterna. Me masturbé fríamente después de escuchar la voz de la señora Bárbara por el teléfono. Después leí y escibí lo siguiente: He terminado de leer  La colmena.  Cela es implacable, tan inhumanamente humano que uno se pregunta si un ser tan acerbo puede ser feliz. Un ser con ojos, con ojos, más que con imaginación. Que no hace concesiones a nadie ni se inclina hacia ningún ismo que no sea la plana, redonda, redomada riqueza y patetismo de la realidad. Hay que haber visto, vivido, gozado y sufrido, sobre todo hay que haber sido despiadado e impertinentemente curioso para escribir un texto como  La colmena. Cela lo publicó a los 35 años. Lo trabajó durante cinco años. Dice en el prólogo de la primera edición: Esta novela mía no aspira a ser más -- ni menos, ciertamente— que un trozo de vida narrado paso a paso, sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre, exactamente como la vida discurre.
            Y hoy, 32 años después, mientras estoy escribiendo esto me doy cuenta de que en la novela que por entonces tenía en proceso, Monterrey, Así es la vida, finalmente publicada bajo el título de  Paraísos hostiles, de alguna manera quise repetir el proyecto de Cela: mucha, mucha gente reunida toda en un mismo sitio, y cada una contando su historia. La diferencia es que yo sí le busqué un sentido general a esa “comedia humana” y lo encontré en el último capítulo de  El origen de las especies.  Reproduje las líneas finales: “No hay más ley que la guerra no otro consuelo del amor. Así es la vida”.
            El fracaso lamentable (y explicable: el editor ya iba en picada hacia la bancarrota y la obra es todo menos convencional) de esta novela en la que trabajé tantas horas de pie ante un atril que sostenía mi Olvetti Lettera 22, no me hace pensar que sea inferior a otras, que recibieron, como  Mujeres amadas 60 u 80 reseñas casi todas elogiosas, o como Breve historia de todas las cosas, a la que en el 2009 le quité la palabra “breve” y le agregué 200 páginas, que fue comparada con  Cien años de soledad y elevada por medio de valoraciones críticas casi insuperables. El fracaso de Paraísos hostiles, no hace que yo la considere inferior. Es una novela cerrada y pulida como una esfera de acero quirúrgico. Sé que vale. No ha habido reedición. Tengo tres ejemplares envueltos en pástico. Ya le llegará su hora. Y si no le llega. ¡A la mierda! Le echo un cinco al piano y sigo el vacilón.
            Debo escribir más sobre esta novela inquietante. Lo haré después de dedicarme a algo más leve y 

lunes, 3 de septiembre de 2012

EUSEBIO RUVALCABA HABLA SOBRE LA MAESTRA DE VIOLÍN




Para quienes han leído las obras anteriores de Aguilera Garramuño y han seguido su trayectoria vital, es claro que nuestro autor ha convertido su propia vida en parodia y que en  La pequeña maestra de violín se alcanza el punto más agresivo, más ácido y concentrado de lo que hasta ahora es una trilogía y quizás termine siendo una tetralogía.  El libro de la vida  se planteó desde la primera novela, Las noches de Ventura / Buenabestia, como una obra de carácter monumental, que de alguna manera el autor se atrevía a poner bajo la sombra próvida de  En busca del tiempo perdido,   La crucifixión rosada   y El cuarteto de Alejandría.  La apuesta está hecha y hasta el momento Aguilera Garramuño ha cumplido. Sólo una certeza puedo aventurar desde ahora:  leer a este colombiano es asunto en extremo apasionante. Las dimensiones que alcance su obra habrán de juzgarse desde la perspectiva de la cuarta novela  La plenitud del amor, aun inédita.
MT: el goce amoroso
Eusebio Ruvalcaba
1) No sé con exactitud su fecha y lugar de nacimiento. Y no hace mucha falta saberlo cuando se está delante de él. Su nombre es Marco Tulio Aguilera Garramuño, y su acento colombiano lo delata. Le calculo la edad y más o menos hemos de tener los mismos años de mirar la luna por las noches.
2) Radica en Xalapa, donde constantemente recibe reconocimientos a su obra, abundante y honda, decantada y de prosa juguetona. Esposo y padre, la mayor parte del tiempo lo pasa escribiendo. Es inagotable. De su cabeza —¿debí haber escrito de su imaginación?— surgen, escurren proyectos tras proyectos, la mayoría de los cuales terminan por verse convertidos en libros.
3) Marco Tulio Aguilera Garramuño (MT) es escritor de lectores. Y no fantasmas sino de carne y hueso. Su temática, su modo de contar, sus argumentos son atrayentes. No es autor de los que suele imaginarse cómo sería su vida si la gente lo leyera. Nadie más lejos de la masturbación intelectual que MT. Porque su literatura genera comentarios, polémica, freaks que están ahí, a la espera de la próxima novedad.
4) Que es difícil seguirle el paso es cierto. Porque constantemente su trabajo ve la luz. Quién sabe hasta qué punto MT se ve impulsado por sus lectores en Xalapa, por el ambiente literario que priva en esa ciudad culta, por la crítica que con toda seguridad se ocupa de él. Desconozco si en este caso exista una retroalimentación, una interacción con la cúpula y la base de la pirámide literaria de Veracruz en general y de su capital en particular.
5) MT es observador. Deposita su mirada aun en los detalles más irrelevantes. En persona y en su trabajo. Recuerdo que en su irreverente novela La pequeña maestra de violín, hay guiños que van dirigidos de un escritor goloso a un lector ídem. Ésta es una novela que yo recomiendo a los que están interesados en entrarle a la curvatura de una historia, o a las perversiones que acompañan al arte del sonido, porque a lo largo de su desarrollo queda la sensación de que se ha viajado por barco, de que se ha navegado, y de que todos los acontecimientos poseen una lógica indestructible, como lo es la vida misma.
6) Marco Tulio Aguilera Garramuño no bebe, o a lo más un par de tragos. Porque no le gusta bajar la guardia. Está alerta todo el tiempo. Es amable y desparpajado pero su mirada revela al hombre cuyo cerebro no descansa. Y esta tensión caracteriza a sus personajes protagónicos. Por ejemplo, en su novela Mujeres amadas los personajes están construidos en el puente de una tensión dramática que va de un extremo a otro, pero que no se permiten flaquear, ambigüedad equívoca para unos lectores, feliz para otros, los más maliciosos.
7) Para MT cualquier línea es un desafío, pero más aún cuando se trata de un cuento, en que todo —y todo es todo— habrá de quedar amarrado. Porque su literatura no proviene del pupitre académico sino de la vida misma. Como en sus Cuentos para antes de hacer el amor, uno de sus libros que figuran entre mis favoritos. Todo en ese volumen parece estar dirigido al goce amoroso. Personajes cortados con las tijeras del deseo, historias armadas a golpes del cincel de la carne, situaciones narrativas que empujan al lector al conocimiento de sí mismo, a hurgar en su inconsciente erótico, a establecer su perímetro sexual, y decir de aquí no paso, o bien cómo me he perdido de explotar mi cuerpo.
8) Encuentro en la literatura de MT aliento y lecciones, motivos para el amor y el trago. Me gustan sus personajes, de sobra agudos, punzantes la mayoría. Y celebro que de pronto lo publiquen editoriales mexicanas casi en forma marginal. Eso habla bien de él. Que no sea firma exclusiva de nadie.
9) MT es escritor a prueba de fuego, y si algo se le puede objetar a su visión de las cosas es la obsesión por García Márquez, por compararse con él. Cada quien en lo suyo. Yo no admiro a García Márquez, pero lo he leído y sé que su universo literario y el de Marco Tulio Aguilera Garramuño son absolutamente distintos, cada uno con un valor diferente. Lo que sí sé es que las comparaciones son desgastantes. Mejor contribuir a la articulación de la literatura con la vida. Dice Stefan Zweig en su artículo sobre Bruno Walter, a propósito de que salía perdiendo cuando se le comparaba con Gustav Mahler: “Ojalá que nuestro tiempo aprenda el secreto de resolver los contrastes por medio del esfuerzo justo, y de solucionar todas las disputas, de poner término a todas las disonancias por medio de la armonía humanamente dichosa”.
 Eusebio Ruvalcaba


sábado, 1 de septiembre de 2012

LO QUE DIJO EL ESCRITOR GOUSSEN PADILLA

Guillermo es un amigo que conocí por medio de internet. Tengo sus libros, leo sus famosas "Conocencias" y agradezco el entusiasmo de estas notas que me enfermarían si no estuviera ya enfermo...
Guillermo Goussen Padilla
 Lo diré de la manera más rápida, sin ambages ni paños tibios, sin “dar la con dulce” ni “el avión”: Historia de todas las cosa ha sido la mejor novela recién editada que he leído en las últimas dos décadas (hago esta aclaración porque en este lapso, por ejemplo, he devorado tardíamente La montaña mágica y otras obras ya clásicas que, con suerte, han pasado para mí la prueba del añejo), así como puedo asegurar que Frío de vivir, de  Carlos Castán, es el libro de cuentos que más me ha conmocionado en este periodo aludido.
Así las cosas, debo confirmar por qué Marco Tulio Aguilera Garramuño, el autor de esta novela, merece tal afirmación de un reseñista sin enseña ni obligatoriedad, sin penas ni glorias, sin cargo alguno en las editoriales de postín ni muchos menos paga o lote de libros al calce.
Cuando terminé de leer la novela de Garramuño se me vinieron a la cabeza tres imágenes casi fotográficas:
1)      El joven soberbio que a principios de los setenta,  flaco como una percha y desgarbado, pero con una estatura muy conspicua en el territorio istmeño, todavía no puteaba como loco contra el establishment literario; el montañista caminante y corredor de largo aliento que confiaba en sus lecturas y en sus estudios académicos como un marino avezado cree ver en el libro del agua la ruta siempre certera hacia el mejor puerto. Un muchacho de 20 y pocos años que estaba escribiendo una obra monumental, pero (como dicen en América Latina) le faltaba un poco más de verde para ser perico. No obstante, en su cortedad, el tipo se aventó con todos los fierros para pergeñar una novela que desde su génesis pensó como el fin de un malestar que ya chimaba o producía salpullido: darle fin a una fórmula multirreconocida y multipremiada: el realismo mágico o lo real maravilloso.

Marco Tulio -lo pienso así- siempre ha estado orgulloso de sus nombres latinos; quizá el Aguilera no le acomoda y por ello hasta ha hecho uso del Garramuño. Ha barajado una y otra vez cómo quieren que le digan para la posteridad. Amante de la palabra, ha buscado cómo, dónde y desde qué perspectiva acometer la empresa literaria que ya trae en mente: una novela que asocia mucho con los cronistas del Nuevo Mundo, como Gonzalo Fernández de Oviedo y su Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, y a la que el entonces muchacho cachaco antepuso el “Breve” en un descuido del ego, quedando como Breve historia de todas las cosas.
Desde un comienzo, MTAG, el irreverente, intentaba hacer con los seguidores del realismo mágico los que Enrique González Martínez le hizo al modernismo con su “Tuércele el cuello al cisne…”
Toma como base la novela emblemática de Gabo, un poco de su técnica, pero luego se desentiende porque el no quiere hacer un plagio sino una ópera bufa, un remedo, una parodia que burla burlando se acerque a la iconoclasia, un pastiche, y para ello cuenta con una cultura sostenida por la lectura de todos los clásicos habidos y por haber. Sabe cómo se construye un espacio mítico-literario, le ha dado las tres vueltas al perro narrativo para acordar consigo mismo que Cervantes sigue siendo un vanguardista en asuntos de la voz cantante a la hora de relatar –un Cide Hamete Benengeli convertido en Mateo Albán, que a su vez es deudor de Mateo Alemán y su Guzmán de Alfarache-, le encantan los juegos verbales de Guillermo Cabrera Infante y el barroquismo de un Severo Sarduy, ha disfrutado las greguerías de Gómez de la Serna, el lenguaje escatológico de la picaresca española, admira cómo Rulfo pone a hablar a los muertos y los recicla en el tiempo sin tiempo que el mito vuelve perenne. Mientras todo sucede (o deja de suceder o sufre la procrastinación de un “ranador” que cuenta a sus compañeros de celda -¿les suena a Manco de Lepanto?- lo escrito en sus cuadernillos, propensos éstos a desaparecer o a ser utilizados como limpia culos por los “perfidiarios”) en su novela atreve algunos guiños a su panteón literario pues se siente como pez en las aguas procelosas de un Boom literario latinoamericano que se ha amafiado y que no le perdonará ser la Margarita que una estrella quiso coger. Tras su publicación en Argentina en Ediciones La Flor, la crítica le cargó el pesado fardo de epígono del realismo mágico y sucesor de GGM.
El mismo nativo de Aracataca dijo de él -palabras más, palabras menos- que Breve historia… debía ser la obra más importante de MTAG, como decirle a ese muchacho de 24 años que sería como el burro que había tocado la flauta.

2)      En los ochenta, tras un largo periplo por los Yunaites, las aguas siempre traicioneras de la academia, el periodismo literario y el Prêt-à-porter obligatorio para “escupir en rueda”, el pelao de amplios hombros, gran estatura y no patas flacas como su personaje Betóben Chúber recaló en Mexico, motivado por los pelos de una mujer que siempre jalan más que una yunta de bueyes. Y aquí buscó acomodo no tan Lejos de Veracruz, en Jalapa, y entre los outsiders intelectuales que Huberto Batis aglutinaba como reservoir dogs en su siempre memorable suplemento “Sábado”, de ese buen  periódico que el salinismo aniquiló, Unomásuno. Su columna “Descabezadero” fue partemadres, “guerrillera”, iconoclasta, antisistémica, aunque sus lectores tuviéramos que sufrir su ego sublimado a la n potencia (aquí tengo que aclarar que en mi vida he estado rodeado por muy buenos amigos “egoandantes”, como Guido Münch, Pablo Amor, Pepe Toño de Lara, Gustavo Peñalosa y “dos que tres” que no aguantarán la vara de ser balconeados. Sin embargo, debo decir que Marco Tulio no es mi amigo, como tampoco mi paisano Sergio Ramírez lo es, porque los amigos se buscan o buscan la oportunidad calva para verse, y eso está por verse…).

MTAG peleó su lugar en el establishment mexicano con estas banderas: soy un escritor culto con grados académicos. Nunca le besaré el pito a los que tienen poder. Gano los concursos en buena lid (los que no organizan las grandes editoriales), y no he construido mi casa en la nada, sino con el dinero de los premios, jejejeje. Como en México nunca me darán las becas de creador, puedo mentarle la madre a los mafiosos que las adjudican. Y la más cierta: soy un gran escritor que escribo sin afanes meretrices, pero buscando ser leído…
Y ahí es donde se ha equivocado, ya que él no es un escritor para lectores hebdomadarios ni "menstruarios", ni cautivos de las tristes estadísticas de América Latina, sino del lector “diarina y huevo”. Tampoco puede llegar a ser “de culto” pues tiene la necia idea de durar 130 años, por lo que no podrá competir con idolatrados como Roberto Bolaño ni Pedrito Infante. Es más, no se emborracha ni dispara “netas” para el futuro –como los Bukowski, Fante, etcétera-, mal punto para él.

Además, México, hay que decirlo, viene de una larga tradición que ha soslayado el realismo mágico, con su Julio Torri, Francisco Tario, Juan José Arreola, Pacheco, Fuentes y el  incombustible Rulfo, y menos ahora con los que hacen exotismo a la “visconversa”, o sea, los crackitos Volpi y Cia. Por eso a Garramuño le pesó la etiqueta de “epígono del realismo mágico”, “la zaga de Gabriel García Márquez”: mató un perro y le llamaron mataperros.
Pero no lo mató, porque condenado al ostracismo y a la etiqueta, los verdaderos epígonos como Isabel Allende y, en el caso de Nicaragua –que sí me interesa-, novelistas descubridores del hilo negro escupieron relatos de familias criollas o puertos fluviales y lacustres tan anacrónicos como el romanticismo más demodé.
Lo interesante es que MTAG siguió haciendo novelas y cuentos que no volvieron a tocar el tema “macondiano” ni reintentaron elevar al cielo a las paisanas continentales de Remedio La Bella por ninguna otra vía. Pero sí rescató a los Profesionales devenidos Intelectuales, y los frenápteros llenaron de genial locura el mundo garramuñano, para disfrute de nosotros, sus lectores.

3)      En este nuevo siglo se ve con más masa corporal y grasa, ha puteado como loco, escrito ya casi 30 libros, asistido a un chingo de congresos y presentaciones de su obra, ha visto cómo el poder le ha birlado uno y otro premio de las grandes editoriales, como el Alfaguara, para darlo a la mafiosa mayor de México por una mala novela llamada La piel del cielo. Para no renegar de su ego se ha puesto a nadar y, como toda persona competitiva, se ha dedicado a cosechar medallas categoría masters en las piscinas de Veracruz y anexas. Ah, ha dejado el básquet porque ya las “tabas” lo traicionan, pero quiere vivir 130 años…

Lo importante de este periodo es que viene trabajando su novela de 1974 “como si fuera la primavera…” ¿Con qué motivo si ya está editada y como dijo José Emilio Pacheco: “Yo publico para no seguir corrigiendo”?, uno se pregunta. Pero él –no lo olvidemos- ha tomado de referente al señor Miguel de Alcalá de Henares, y si éste sacó su segunda parte de El ingenioso hidalgo…”, ¿por qué Marco Tulio-Garrapata-Albán no debía ventilar su segunda versión -aunque el “ranador” siguiera en la cárcel por un delito que nunca cometió ni quedó registrado en  juzgado alguno y quizá sólo fue producto de su mente frenáptera?-: Historia de todas las cosas, así, sin “aljetivos” que apocopen, que reduzcan, que miniputeen. Porque MTAG ya piensa en el Nobel, y su humor es tan cabrón que sólo aspira a hacer reír a Dios, en el caso de que se confirmara su existencia y no compitiera con la capacidad facultativa y psipicuística de Mateo Albán.
Nunca leí Breve historia…pero tras devorar esta nueva versión llego a concluir que las doscientas páginas añadidas significan algo que sólo el Ulises griego y el de Joyce pueden confirmar: que los viajes ilustran a los lustrados, que en un segundo cabe hasta Borges y la trompeta de oro de Californio el simple, que la apoteosis es “eterna en cinco minutos”, que hay que joderse con lo que este cachaco de mierda y mirada fiera -pero que se ha vuelto un tranquilo san bernardo para sus lectores- ha aprendido en Mexicalpan de las Tunas.
¿Cuál aprendizaje? Cuestionó el Loco, y yo, que ya me he metido en la trama como un personaje de Woody Allen, le contesto: Hay muchos mexicanismos que enriquecen el mundo del historiador-literato encarcelado en San Isidro de El General, que la trama (¿existe?) me la creo más a partir de la interrupciones anacrónicas y “¡versallescas!”,  gritaría un estúpido cronista deportivo de la Televisa que ahora manda lavadólares a Nicaragua; que MTAG tiene los pelos de la mula literaria y los hila e hilvana como la Santa Flaca, esperando casamentarse con el Nobel siempre esperado en su larga espera desesperante (que no impaciente, la cual fue mal escribida por el “Borges” nica).
En este nuevo siglo, nuestro frenáptero ahora expuesto en esta reseña se encuentra con algo inédito: los cuatro mejores escritores colombianos viven en México (no me pregunten por qué, ya que es una pregunta que me hago a mí mismo cada día que con dios no me acuesto ni con dios me levanto, y menos con la gracia de dios ni la del espíritu santo). Ah, y por ahí mi amigo Ulisses Montoya cuestionaría la no inclusión de la Restrepo y su Delirio, pero yo le contestaría: Odio las tesis e ensayos (¿voy bien Marco Tulio?), por lo que no quiero extenderme para ganar puntos del “Snif” en la Academia. Entonces, visto lo visto (diría un gachupín peninsular, porque los hay deste lado de la Mar Océano, y son los peores porque tienen el síndrome de Cortés), se da la venturosa coincidencia de que los nietos de Vargas Vila (“amigo” del Paisano Inevitable; por favor, no le quiten las comillas mientras las islas de San Andrés y un cachimbo de cayos, como Roncador y Quitasueños, sigan en manos vallenateras) vivan en la “Región menos transparente del aigre”; que dos de ellos son exquisitos y muy cosmopolitas, y los otros “muy sinembargos”; o sea, que nada los conforma ni los asienta: uno por puto incomodaticio y anticardenalicio (por aquello del color púrpura), y el otro por puto contestatario, anarca frenáptero que va al cielo y va llorando… Pero Marco Aguilera (suena a Juan “Grabiel”, ¿no?), buscó a Gabo mientras el cerebro no se le obnubiló (al otro Grabiel), como quien busca sus señas de identidad (ésta te la debo Goytisolo), pero ya el mal estaba hecho: el viejo patriarca nunca aceptaría a quien se había “paseado” en su Otoño… Que no su coño.
Con Mutis ni insistir, a menos que lo buscara en el ¡Hola! Y Fernando Vallejo ya es un viejo muy amable, cuasi beatífico (“pero por favor no se lo digas nunca…”). Con esto bien podría cerrar el episodio de los escritores colombianos, y decir “fueron muy felices y comieron un cachimbo de perdices…” Pero no: por lo general cometo el error de que cuando empiezo a leer a alguien que me interesa, suelo también leer a sus coetáneos. Entonces me armé de la lectura de Héctor Abad Faciolince y su El olvido que seremos, y el premio Alfaguara 2011, Juan Gabriel (¿este juego me dice algo sobre alguna trompeta de algún arcángel?) Vázquez, El ruido de las cosas al caer. La primera novela, llamémosle testimonial, es una elegía a su padre, luchador ingenuo contra el poder omnímodo  del narcotráfico ya empoderado; la segunda, la premiada por quienes no han querido galardonar a MTAG y le prometieron el oro y el moro mientras le daban los ¿178,000? dólares a la Poniatowska, es una novela de regular manufactura cuya trama versa sobre el principio del tráfico de la droga, cuando los gringos nobles e ingenuos, cuasi cuáqueros, reclutaban a colombianos nobles e ingenuos para volar sobre el Caribe y llegar hasta la tierra de la libertad y el consumo pontífice… Mamadas pues, nada que contarle a dios.
Entretanto y entretenido, yo deambulaba con mi Historia de todas las cosas por parques y avenidas (me disgusta manejar porque me impide leer), hasta que un día decidí entrar a una cantina de antaño, en el Centro Histórico, y luego de una cerveza se me ocurrió ir al mingitorio y dejar mi libro. Mi castigo no obedeció al robo, sino a tener esta puta edad y todavía creer que el México que conocí en los años setenta me seguía aguardando con su tiempo mítico, invulnerable y maniqueo. Sí, la pena fue: te jodés, no podrá hablar de esta novela. Pero vino este ex reservoir dog, ahora aplacado, y me ofreció regalarme el libro si le tiraba a matar en una crítica… Y eso intento hoy, pero no puedo hacerle al francotirador porque pienso que es muy buen novelista, pero no ha logrado el buen éxito por algo que yo desconozco, y que las grandes editoriales creen saber, y que mi pareja –con ese pragmatismo que sólo las que domesticaron al animal y crearon la agricultura poseen-, tras leer las solapas del libro en cuestión, me dijo: “¿Cómo crees que las editoriales apuesten por un tipo que, de entrada, se cree la mamá de Tarzán, habla de múltiples premios literarios obtenidos, le mienta la madre a los jurados por no galardonarlo sabiendo de qué pie cojean, en un lugar en donde se odia al triunfador sin padrinos, y todavía presume de medallas por nadar en las albercas?" (mi pareja es buena ondina, yo no). Fin del partido.


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