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domingo, 29 de julio de 2012

EL DÍA QUE PERDÍ MI VIRGINIDAD (DE SIN MÁSCARA)


No lo niego: en mi vida hay tres o cuatro escenas (unas completamente reales, otras imaginadas tal vez y otras que conozco porque me las han contado) que regresan a mí de manera recurrente, como olas de brea que oscurecen esta deportiva, irresponsable forma de vida que llevo (según mi mujer). El recuerdo de mi iniciación en la vida sexual no es algo que me moleste. Fue desagradable o más bien patética o grotesca. La conté en una de mis novelas (se la atribuí al sargento Robustiano, personaje secundario de Breve historia de todas las cosas). Si yo lograra investigar con precisión la fecha, podría eliminar la posibilidad de que X sea en efecto hijo mío. Explorar en Lacan: la estimulación del lado psicótico o suicida y el papel de los cortes como formas de entrar en el problema. Vivir trágicamente. No puedo precisar si fue antes de mi viaje a la locura (Pueblo Nuevo, Efraín persiguiéndome con sus epístolas homosexuales, MT cantando con mis niños sobre el lomo de la cordillera, la niña indígena –en El juego de las seducciones la llamé Itzel, creo--, acercamiento, beber hasta perder el sentido, laguna mental, regreso a casa, año de visiones—o después. Creo firmemente que yo fui virgen durante mi etapa como maestro rural (me era insoportable el peso del misterio de la carne), sé que sufrí por ello y que esa sobrecarga de poder genésico motivó que yo me atreviera a tender la mano hacia la niña indígena Itzel. Porque eso fue lo que hice: tender la mano,  nada más, como esa mano que tiende a Dios Adán en la Capilla Sixtina: Dios no toca al hombre. Así yo no toqué a Itzel y sin embargo sufrí las consecuencias. El lugar sí lo tengo claro: El Bar Tico(sólo había un prostíbulo más infame en San Isidro: El Bar Rojo). Los dos estaban en plena Calle del Comercio, a dos cuadras de la catedral. ¿Quién? Una putica muy joven. No recuerdo su rostro ni su cuerpo. Sí su falda: una falda amplia con chaquiras que tenían motivos mexicanos. De verdad-verdad no puedo decir cómo fue: tengo que recurrir a Breve historia de todas las cosas,  obra que guarda más verdades de las que creo: lo que suponía inventado resultó ser histórico y de eso me enteré en el viaje a San Isidro hace un par de años. Dije que el negro Vladimiro, uno de los personajes fundamentales, era invención mía. Y no, el negro existió. Ella se tendió en la cama después de sacudir las sábanas y espantar las pulgas. Con un movimiento brusco de las piernas y los músculos del atlético y sano vientre hizo que la falda de abundantes pliegues de percalina se le viniera a la cara descubriendo su secreto muchiqui, veterano de tantas batallas. “La muy expedita”, comentaría el sargento, “ni siquiera tuvo la decencia de utilizar sus calzones color orinado. La vil se vino a pelo para facilitar el ajetreo”. Esta escena, en el tono burlesco constante y despiadado de esa primera novela mía, de alguna forma conserva el sedimento de lo que me sucedió con la putica. Fue un acto triste, yo estaba asustado, ella me estaba urgiendo, el cuarto era como una vitrina hecha de tablas, llena de grietas y orificios, donde se fornicaba casi públicamente y a destajo y se escuchaban los gemidos, interjecciones y vulgaridades de los vecinos formicantes. Imaginarlo: yo, 17 años, tembeleque, fingiendo hombría, fui prácticamente forzado por aquella hembra que me succionó con su bajo vientre y del puro terror no experimenté placer alguno. Hablando de este tema con LL ella sugirió: Tal vez esa prosti sea la madre de tu hijo perdido. ¿Cuándo fue? Durante los ocho meses como maestro no pudo ser: yo estaba lejos. Antes, quizás, pero lo dudo: yo estaba bajo el imperio de mi madre y jamás habría osado entrar al Bar Tico (el sólo entrar era una hazaña: era imposible que todo el pueblo no se enterara: en San Isidro todo se sabía… y todo se sabía al instante). Después de mi regreso de Pueblo Nuevo, después de mi año de reclusión, tal vez, tal vez. No lo he dicho: cuando logré escapar del mundo de las alucinaciones y los delirios de persecución, psiquiatras, drogas, comencé a desarrollar un extrañísimo deliro de don Juan. De alguna parte conseguí un sombrero texano y salía, ¡por fin salía!, solo a la calle, caminaba arriba y abajo bajo el sol imaginando que seducía a una y a otra, a todas las mujeres de San Isidro, y en un cuadernito apuntaba la lista completa de mis novias, que podían ser cincuenta o cien. Esa fue mi curación: de loco melancólico a loco eufórico, de minusválido mental a megalómano. A veces mi sufrida esposa ha llegado a verbalizar mi situación actual: Querido Garrik, la verdad es que nunca te curaste, sigues siendo el loco de antes, sólo que ahora has canalizado tus locuras hacia la literatura. ¡Corte! Una de las claves de las curaciones lacanianas es la utilización de cortes súbitos de los parlamentos: ellos permiten, según Jacques Lacan, entrar directamente en la interpretación de los casos.

miércoles, 25 de julio de 2012

EL GARRAMUÑO ABREVIADO

PETER BROAD
Indiana University at Pensylvania
Prólogo del libro inédito  

La literatura no puede alimentarse ni de ideas, ni de hechos históricos, ni de datos estadísticos, sino que halla su sustento en los seres contingentes, en el pequeño suceso, en la nadería cotidiana. La diferencia es que estos seres, sucesos y naderías, son elevados, por medio de una muy especial alquimia, a un nivel universal. De modo que al final resulta que lo cotidiano deja de ser lo cotidiano y se transforma en lo significativo (La cuadratura del huevo 11).
Marco Tulio Aguilera Garramuño escribió estas palabras hace más de veinte años en la “Nota preliminar” a una colección de ensayos literarios, y esta caracterización de la literatura es aplicable más que nunca a lo que está escribiendo. En sus cuentos para niños y en su Libro de la vida, los pequeños detalles de la vida de todos los días se elevan a un nivel de verdadero arte literario. Aguilera Garramuño no aborda las grandes corrientes de la historia en su obra. No pretende defender una ideología o criticar una política a través de su literatura, sino que busca en las interacciones de sus personajes un acercamiento a las ideas filosóficas y psicológicas que nos afectan en lo más personal de nuestra experiencia.
La génesis de esta actitud se encuentra en la experiencia vital del autor. Durante su vida ha sufrido los trastornos de la pérdida temprana de su padre, el desarraigo de los cambios bruscos de patria, y los efectos de una crisis profunda de adolescencia (narrada en su novela El juego de las deducciones). Si agregamos a estas experiencias los estudios de filosofía que siguió en Cali, tenemos una idea muy clara del origen del fondo psico-filosófico de la mayor parte de la obra garramuniana.
Hasta la fecha (2001), Marco Tulio Aguilera Garramuño ha publicado seis novelas y siete libros de cuento.  Otra novela, finalista al premio de novela de la editorial Alfaguara, se publicará dentro de poco, y dos más están listos para publicarse también. 
La primera novela, escrita cuando todavía estudiaba la licenciatura en Cali, fue Breve historia de todas las cosas, que apareció en Ediciones de la Flor en Buenos Aires en 1975. Posteriormente hubo una edición colombiana. Esta novela le ganó el premio nacional de novela otorgado por el Ministerio de Cultura de Costa Rica. Ofrece una visión panorámica, satirizada, de la vida de San Isidro del General, Costa Rica, lugar donde Aguilera Garramuño terminó el bachillerato.
Esta primera novela tiene una estructura muy flexible y una trama no muy visible.[1] Los dos fenómenos se deben, seguramente, a la forma en que se escribió, que Aguilera Garramuño describe así:
Al inicio no fue más que un relato largo, abigarrado, en el que contaba la historia del hijo subdotado de un músico [Californio el Simple]. Al lado del relato, a manera de ramas, aparecían varios personajes, numerosas anécdotas, todos ellos inexplotados (Nacimiento de una novela 7).
Es decir, empezó con un tema, sin tener idea de la meta de su relato, pero luego, sin haber desarrollado este tema hasta el final, se dejó llevar por temas laterales, ramazones, hasta que, al final se perdió casi por completo el tema original entre el follaje agregado.
El resultado es un retrato de San Isidro del General, Costa Rica, desde los años después de la revolución de 1948 hasta aproximadamente la primera parte de los años setenta, a través de una serie de anécdotas, más o menos conectadas. Es una representación no sólo de los personajes más exóticos del lugar, sino del desarrollo de un pueblo que, en su aislamiento relativo, también participa de todas las corrientes más importantes que fluyen por las naciones latinoamericanas en este siglo. Jorge Ruffinelli, en su reseña en La palabra y el hombre, define estas corrientes como: “el gremialismo, la rebelión estudiantil, las relaciones amorosas, las pandillas, los clubes nocturnos, las orquestas de pueblo, los monumentos, los negros, los judíos...” (76). Podría haber mencionado también la burla que se hace de la iglesia, de los misioneros evangélicos y mormones, del macho latinoamericano, etc. “Todas las cosas” que se entretejen en esta novela se presentan, teniendo como telón de fondo un colorido tapiz que representa la gradual modernización, la construcción y pavimentación de la Carretera Panamericana y el paso incierto de pueblo a ciudad, en lo que podría ser un compromiso con la realidad sociológica, pero no lo es, pues no se presentan ni juicios ni soluciones posibles a la situación.
El próximo libro fue la primera colección de cuentos, Alquimia popular, publicado por Plaza y Janés en Bogotá en 1979. Ese mismo año publicó, en Monterrey, en el Instituto de Artes de la Universidad Autónoma de Nuevo León, una colección de artículos de teoría literaria, titulada La cuadratura del huevo. Los cuentos incluyen elementos derivados de las experiencias de Aguilera Garramuño en Cali, en Guadalajara, en Kansas y otros lugares.  Incluye también lo que podría ser el borrador de una novela que nunca llegó a publicarse. El libro de ensayos es una manifestación clara de la constante preocupación del autor con el arte literario.
Seis años más tarde, en 1985, vio la luz la segunda novela, Paraísos hostiles, publicada por Leega Literaria en México.  Esta novela, según el autor, tuvo su origen en sus experiencias en una inverosímil casa de huéspedes en Monterrey: “Es una novela que yo viví en una casa en Monterrey, ... en la casa de Bartola, durante dos años en un período de miseria económica. Y todos los personajes, o casi todos los personajes, que aparecen en esa novela fueron personas que compartieron mi vida allí” (Gutiérrez 46).[2]
Los sucesos de la novela se desenvuelven en, y en torno a, la casa de huéspedes. Es un laberinto, con infinidad de patios interiores, cuartos, pasillos y lugares inexplorados. Allí habita una enorme variedad de personajes cuyo único rasgo común es la penuria. La casa de Bartola desempeña en Paraísos hostiles un papel parecido al de San Isidro en Breve historia..., aunque en este caso se trata de un lugar ficticio. Al juntar a un grupo tan variado de personajes en un lugar cerrado, la casa crea las condiciones propicias para toda clase de relaciones personales, las cuales son la base de la acción de la novela.
Este lugar, que de algún modo separa a los personajes del resto del mundo, es el “paraíso hostil” del título, un mundo aparte, un edén en el que rigen las leyes de la naturaleza. Allí sucede lo que sucedía en los primeros tiempos del mundo. De ese sitio salen los que logran sobrevivir, los que de algún modo son los más fuertes. Este tema darwiniano se establece en un epígrafe, cita del Origen de las especies, con el que se inicia el libro:
Batallas tras batallas han de repetirse continuamente con diferente éxito, y, sin embargo, tarde o temprano las fuerzas quedan tan perfectamente equilibradas, que el aspecto del mundo permanece uniforme durante largos períodos de tiempo, a pesar de que la cosa más insignificante daría la victoria a un ser orgánico sobre otro.
En el mismo año de la publicación de Paraísos hostiles, 1985, Aguilera Garramuño también publicó las primeras ediciones de Cuentos para después de hacer el amor.  Con este libro empieza la costumbre de hacer diferentes versiones de sus libros para Colombia y México.  Los cuentos de las dos ediciones son, en su mayoría, los mismos, pero no todos. Lo mismo hace con Cuentos para ANTES de hacer el amor, donde la versión colombiana es muy diferente, y con su última novela publicada, titulada Buenabestia en Colombia y Las noches de Ventura en la edición mexicana.  En este último caso, no hay diferencias notables entre los dos textos. Cuentos para después de hacer el amor es el libro de nuestro autor que más éxito ha tenido, con una edición mexicana y cuatro colombianas, todas cambiadas en un aspecto u otro.  Las ediciones colombianas también han tenido numerosas reimpresiones.
La próxima novela de Aguilera Garramuño, publicada en 1988 por la editorial de la Universidad Veracruzana, es Mujeres amadas. Aunque claramente una obra de ficción, Mujeres amadas es la autobiografía novelada de Marco Tulio Aguilera Garramuño desde que dejó Cali para estudiar en la Universidad de Kansas (ficcionalizada con el nombre de “Stillwater” en la primera edición[3]), pasando por su estancia en Monterrey, hasta su llegada a Xalapa, Veracruz, ciudad donde actualmente reside. Narra las peripecias de un protagonista, Ramos, como estudiante y amante. Ramos se enamora de una estudiante mexicana, regiomontana, para la que siente una atracción tanto intelectual como física. Ella se llama Irgla, y Ramos la persigue por toda la novela, usando la narración de sus aventuras amorosas como medio de seducción. Al final, Ramos logra su meta, sólo para perder lo logrado con el descubrimiento tardío de que Irgla no era, realmente, lo que deseaba.
Varios críticos han comparado la armazón de Mujeres amadas con la estructura de Las mil y una noches, donde Ramos sería Scherezada y las aventuras que él le cuenta a Irgla serían comparables a los cuentos de la cortesana. Esta estructura no presenta complejidad alguna en el clásico de la literatura oriental, pero en Mujeres amadas sí. La complejidad se basa en el hecho de que Aguilera Garramuño, a diferencia del narrador árabe, no indica tan claramente los cambios de focalización en su narración, causando que algunos lectores hayan visto la estructura como confusa.
Desde luego, esta estructura narrativa no es lo que más ha llamado la atención con respecto a Mujeres amadas. Lo que causa más efecto en todos los lectores es el erotismo, que a veces linda con la pornografía, pero en otras ocasiones se presenta como anécdota humorística, o simplemente como una tensión que subyace a las interacciones entre personajes. Aguilera Garramuño ha afirmado en más de una ocasión que hizo un estudio profundo, o por lo menos amplio, de la literatura erótica como preparación para escribir esta novela. También se supone que incorporó sus experiencias personales. De todos modos, se percibe en este texto un interés tan intelectual como humano en los asuntos del amor.
En términos de publicaciones, ésta es la época más productiva de Aguilera Garramuño.  Después de Mujeres amadas, publicó en los próximos doce meses dos novelas más: El juego de las seducciones (México, 1989), y Los placeres perdidos (Colombia, 1989–edición mexicana, 1990).  Son dos novelas realmente diferentes.
Durante quince años o más, mientras publicaba Breve historia de todas las cosas, Alquimia popular, Cuentos para después de hacer el amor, Paraísos hostiles y Mujeres amadas, Aguilera Garramuño trabajaba en una novela bastante diferente de sus otras obras.[4] Finalmente, en 1989, esta obra “secreta” vio la luz con el título de El juego de las seducciones. Se trata de una novela profundamente psicológica, con reminiscencias de Dostoievski y de Kafka. Hace uso de los mitos de Edipo, de Narciso y de los orígenes del mundo. Pero, más que nada, es una novela íntimamente personal, que gira en torno a la crisis de adolescencia de un personaje complejo.
El juego de las seducciones se presenta como la autobiografía del personaje Alejandro Rivera Barbieri, alter ego obvio del autor. Lo vemos a él, y vemos a su familia, desde su primera infancia (e incluso antes, pues tenemos también mucha historia de la familia) hasta que sobrevive una crisis de identidad cuando todavía cuenta con menos de veinte años. Es la historia de una familia muy singular, venida, poco a poco, a menos después de la muerte del padre. Seguimos sus pasos desde Colombia hasta Estados Unidos y de allí a Costa Rica. En Costa Rica el protagonista, al terminar su bachillerato y viendo la necesidad de contribuir a la economía familiar, y con la intervención de su madre, consigue un puesto como maestro rural en Sidón, una aldea remota al sur de Costa Rica. A raíz de sus experiencias en el pueblo, sufre una crisis psicológica que le mete en una profunda depresión, de la que sale poco a poco. En una escena que se presenta como una metáfora de su relación con una criada, se describe el trastorno interno de Alejandro que está al centro de la novela, y su eventual resolución:
Una imagen podría dar idea de la batalla que estaba librando: el espectáculo de un remolino de proporciones asombrosas al pie del acantilado, la descripción detallada de la atracción terrorífica e ineluctable que ejerce sobre barcos, peces y cuanto se halle en su radio de acción, la frialdad del narrador que se atreve a mirar por segunda vez aquel vórtice en el que estuvo una vez, y, por encima de todo lo anterior, el relato de ese girar lento hacia el fondo, la bruma que se eleva desde la profundidad y que forma un arcoiris con la luz de la luna. Eso, precisamente eso, era lo que me estaba sucediendo, pero a diferencia del narrador del cuento de Poe, durante los dieciséis años de vida que llevaba, nunca, nunca había alcanzado la posibilidad de mirar el abismo desde el acantilado sabiendo que tarde o temprano, si se aprende a vivir con paciencia y serenidad, todo lo que se sumerge vuelve a salir a flote (233-234).
Los placeres perdidos, la otra novela publicada ese año, reúne las mismas características que las dos primeras novelas, Breve historia... y Paraísos hostiles, (caricatura, personajes estrambóticos), pero les añade un personaje central y una trama más o menos tradicional. Con esta novela Aguilera Garramuño ganó, en 1988, el Premio Bienal Nacional de Novela José Eustasio Rivera en Colombia. Al presentarse para el premio llevaba el título de Venturas y desventuras de un frenáptero.[5] Se mejoró el título al publicarse, pero el título original revela claramente la naturaleza de esta novela: es un título de novela. Se trata, de hecho, de una novela que venía trabajando Aguilera Garramuño desde hacía mucho tiempo, pues ya en su segundo libro, la colección de cuentos, Alquimia popular, se incluyó un borrador de las primeras páginas bajo el título de “Biografía parcial de un frenáptero.” Su ubicación en Cali sugiere también una larga gestación, pues cuando se publicó la novela en 1989 el autor ya llevaba más de una década fuera de Colombia.
La trama de la novela sigue la trayectoria vital del protagonista, el “frenáptero” Adolfo Montañovivas. Lo vemos crecer desde su casta y frenética adolescencia hasta que se convierte en un adulto, tiene una relación amorosa estable, y espera la llegada de un hijo. Aunque sus experiencias lo tranquilizan hasta cierto punto, es, todavía un ser libre de mente alada al final del libro.
Como lo han notado casi todos lo que han escrito sobre su obra, hay una fuerte corriente erótica en el arte de Aguilera Garramuño, que a veces algunos, erróneamente, han tachado de pornografía. En Los placeres perdidos el amor sexual, que existe en gran porcentaje de sus versiones, siempre es algo positivo. Las relaciones verdaderamente duraderas que termina teniendo Adolfo son con Albamarina. La primera vez que hacen el amor, que parece ser la primera vez que Adolfo llega a completar el acto, Aguilera Garramuño se deleita en prolongar la descripción durante unas quince páginas, descripción que se interrumpe repetidamente para narrar otras cosas no relacionadas con la escena de amor, como si estuviera jugando con sus lectores. En esta descripción también demuestra el puro placer que le dan las palabras con las que narra este acto de sensualidad completa. Después de lo que parece un larguísimo tiempo desnudos, empieza el acto final:
·         ¿Y ahora?
·         Eso pregunto.
·         No comprendo muy bien el juego de la vida–confesó Adolfo–. Tengo muchas ideas confusas. He visto películas en las que las mujeres suspiran y se les acaballan a los hombres. Ehem, ¿qué tal si haces eso? (150).
Una vez que Albamarina ha subido, Adolfo empieza a pensar, y le hace preguntas, pero Aguilera Garramuño ya no puede permitir que escape, y, con palabras escogidas más por el efecto de ligero humor que por su claridad descriptiva nos cuenta lo que pasó:
Alba estaba ocupada en otros menesteres menos teóricos. Buscó mejor acomodo. Su territorio interior, allende el bosque de helechos, se ciñó sedoso al divino calvo de su amado. Sonrió al sentir que el milagro de la naturaleza estaba invadiendo su campo florido y que éste destilaba rocío de amor (150).
Y así; la descripción del acto continúa por casi una página más.
Y es precisamente este deleite en el lenguaje que constituye el otro factor, además del erotismo, que más se ha notado en toda la literatura de Aguilera Garramuño. En Los placeres perdidos el gozo del lenguaje llega a veces a niveles orgiásticos. En esta novela, como en pocas, el lenguaje de la narración es fiel reflejo de lo más sustancioso del contenido. Adolfo Montañovivas, y, por medio de él, Marco Tulio Aguilera Garramuño, ejemplifica y proclama la libertad absoluta como obra de arte.
La novela más reciente de Aguilera Garramuño–Buenabestia en la edición colombiana, La noches de Ventura en la mexicana–es también la primera que refleja plenamente su residencia en Xalapa. Como Mujeres amadas, tiene como tema central la relación entre la vida y la literatura en un contexto del más alto erotismo, pero en ella se nota menos el peso de la investigación en textos clásicos y se aprecia una profundización en el concepto artístico.  Como lo indica el segundo título–Libro de la vida I–esta novela se proyecta como la primera de una serie. (Las dos últimas novelas de la serie están por publicarse, probablemente en 2002. La segunda lleva el título de La hermosa vida, y la publicará el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y la tercera, que será publicada por la Universidad Autónoma de Puebla, se llama La pequeña maestra de violín). Esta novela dio sus primeros pasos como contribución semanal a la revista xalapeña Línea. Allí, empezando con el número tres de la revista, correspondiente al 17 de junio de 1988, se publicó cada semana durante la vida de la revista, una página de divagaciones entre imaginarias y autobiográficas. Las entregas semanales en Línea llevaban como título “Diario de un frenético.” Retrataban y parodiaban cruelmente el ambiente intelectual y artístico de Xalapa.
Buenabestia / Las noches de Ventura está construida con base en la tensión entre escribir y hacer. Se trata de un período en la vida de un escritor, Ventura, en que está tratando de escribir una gran novela al mismo tiempo que es asediado constantemente por la necesidad de satisfacer sus deseos eróticos. En un nivel, es una novela episódica, pues seguimos una serie de aventuras del protagonista en su búsqueda de satisfacción física y amorosa. Al mismo tiempo es una novela de evolución del protagonista, quien se analiza constantemente, que termina enamorándose de verdad, sólo para descubrir que ese amor no va a prevalecer. También es una novela que se parodia a sí misma: Ventura escribe una novela por entregas que paralela sus obsesiones de forma caricaturizada y que está intercalada entre las aventuras referidas. Los otros personajes leen las entregas de esta segunda novela en el diario, y lo que leen afecta su relación con Ventura. (Esta novela intercalada está incluida en la presente colección bajo el título de la “Historia completa de Ranita.”)
A Aguilera Garramuño le preocupa en sumo grado, como hemos visto, el arte literario. Siempre hay para él una vinculación muy estrecha entre la literatura, que es una expresión artística, y la vida, y nunca ha podido, por mucho que haya escrito sobre el asunto, establecer una separación entre las dos. Ya desde sus primeros años como escritor, publicó sus ideas sobre lo que es, o debe ser, la literatura, y sigue hasta la fecha dando conferencias y talleres en que presenta sus ideas sobre el arte de escribir. En la propuesta que presentó en 1999 al Sistema Nacional de Creadores de México para solicitar una beca, describió así el proyecto para las novelas que componen El libro de la vida: “No será un libro de gran complicación formal, sino de trabajo minucioso sobre la prosa y de una construcción milimétrica de la estructura. Buscaré básicamente la transparencia en la escritura y la claridad expositiva en las ideas.”
En otra ocasión, en una entrevista, publicada en una revista brasileña, dice con respecto a su público:
É esse o sentido que geralmente tento passar para os leitores desprevenidos. Apunhala-los pela espalda e logo surpreende-los com a novidade de que não são um escritor erótico, escandaloso, exibicionista, ou dado a temas truculentos, sou um escritor sério, disciplinado, que mede cada uma de suas palavras (Simões 3).
“Que mide cada una de sus palabras.” En esta frase tenemos la clave para entender el estilo de Aguilera Garramuño. Más que nada, lo que caracteriza este estilo es el cuidado y el gozo con los que Aguilera Garramuño escoge su vocabulario, inventa sus neologismos, da vida a sus personajes e insinúa su concepción del mundo y del arte. Andrés Garza, en una reseña de Cuentos para después de hacer el amor, el libro del autor que más éxito de ventas ha tenido, dice: “Marco Tulio Aguilera Garramuño es un romántico que parece estar haciéndole el amor a las palabras.”
Y es una indudable característica del estilo de Aguilera Garramuño; está enamorado de las palabras que le facilitan sus obras y las trata, las acaricia y las domina de una forma casi impúdica. En este afán de buscar un lenguaje exacto, pulido, original y expresivo vemos al máximo grado la emoción, la pasión con las que Aguilera Garramuño se esfuerza para crear sus obras.
Considérese, por ejemplo, esta oración en dos versiones que demuestran de forma muy clara el esfuerzo, hasta el cariño con el que Aguilera Garramuño se acerca a su prosa. Viene de “El suave olor de la sangre,” que apareció por primera vez en las ediciones primeras de Cuentos para despues... y que forma parte de esta antología.  Citamos aquí de la edición colombiana de 1985. El narrador-protagonista, que está asaltando un autobús con una pandilla de hombres vestidos más o menos de neo-aztecas, se dirige a los pasajeros: “Como podrán notar si miran con cuidado a lo largo de la extensión de este vehículo automotor hay la cantidad de trece jóvenes sonrientes y armados con puñales, dagas, macanas, llaves inglesas, picahielos, cuchillos matamarranos y estiletes, de modo que lo más conveniente para la salud y el correcto tejido de la piel es que permanezcan en silencio, inmóviles y tranquilos como en misa.” Eficazmente el autor ha logrado comunicar la idea de que se trata de una persona que trata de elevar su discurso a algo más que una simple amenaza de asaltante pero que carece de una formación adecuada para hacerlo. Así dice, por ejemplo, “vehículo automotor,” frase de resonancia cuasi-jurídica. También refuerzan este tono las palabras excesivas que emplea, como “a lo largo de la extensión de” y “la cantidad de,” frases que sólo sirven para resaltar el carácter del discurso y no para comunicar.
Cuando reescribe este cuento para Cuentos para ANTES... (edición colombiana), Aguilera Garramuño hace unos cambios sutiles pero eficaces en la oración: “Como podrán notar si miran con cuidado a lo largo de la extensión de este vehículo automotor hay la cantidad de trece jóvenes sonrientes y armados con puñales, dagas, macanas, llaves inglesas, picahielos, cuchillos matamarranos, estiletes y hasta inclusive martillos de emergencia, de modo que lo más conveniente para la salud y el correcto tejido de la piel es que permanezcan en silencio, inmóviles, tranquilos, como en misa, digo.” El primer cambio es la adición de otra arma, “y hasta inclusive martillos de emergencia.” Representa un reductio ad absurdum de una lista ya excesiva, precedida de una frase más de un ignorante que presume de cultura, “y hasta inclusive.” El otro cambio es el modo de terminar la oración, donde el efecto que se busca es devolver la expresión a un nivel más convincentemente hablado y menos literario. Comunica lo mismo que la primera versión, pero el autor ha vuelto a acariciar sus palabras, buscándoles otra arista de perfección.
Otro ejemplo de cómo trabaja Aguilera Garramuño su estilo se encuentra en las palabras con las que se abre “Cantar de niñas,” otro cuento que hemos incluido y con el que comienza Los grandes y los pequeños amores: “Con su noble sonrisa, plácida y segura, la vi ejerciendo una encantadora felicidad de niña.” Esta sencilla y rítmica oración, casi versos de romance (puede dividirse fácilmente en un heptasílabo, dos octosílabos y otro heptasílabo, con rima asonante entre los dos heptasílabos), establece un aire de tranquilidad y sobriedad que, quizás irónicamente, se desarrolla luego en una historia de la obsesión de un hombre mayor hacia una niña, al estilo de la Lolita de Nabokov, aunque sin llegar a cumplirse ningún acto sexual. Esta oración inicial le da al cuento el tono del epígrafe, unos versos de Antonio Machado:
Del romance castellano
no busques la sal castiza:
mejor que romance viejo,
poeta, cantar de niñas.

Es una apertura perfectamente lograda.
Sin embargo, no es la primera versión publicada del cuento. En las versiones originales de Cuentos para después..., aparece bajo el título de “Fruta verde.” Es el mismo cuento, pero el autor ha continuado perfeccionándolo. La primera oración de esta versión dice así: “Muy blanca, con su hermosa sonrisa plácida y segura, la vi ejerciendo una serena felicidad de niña.” Es también una frase bien hecha, pero los cambios la han mejorado notablemente. La tranquilidad está allí en las dos versiones, sugerida por palabras como “plácida,”“segura” y, en la versión original, “serena.” Pero, al sustituir “serena,” observación objetiva, con “encantadora,” interpretación subjetiva, Aguilera Garramuño ha logrado iniciar con una palabra la comunicación de lo que siente el señor al contemplar a esta niña. La frase “muy blanca” que inicia la versión original, aparte de su ritmo, no añade nada a la imagen que se va creando. En cambio la “noble sonrisa” eleva la imagen a un nivel de placer maduro, desarrollando así lo introducido en el epígrafe, que falta en la primera versión.
El cambio de título también es un logro. La primera versión, “Fruta verde,” subraya la lujuria implícita en la obsesión del señor. El título “Cantar de niñas” pone el énfasis en lo atractivo de la niña (y de las niñas en general). Es un cambio sutil, pero tiene el efecto de reducir lo que podría verse como grosero en la relación y elevar lo estético.
Otro rasgo de este estilo cuidado, en que las palabras son seleccionadas con mucha precisión, es el invento de neologismos. Son relativamente pocas las palabras que ha inventado Aguilera Garramuño, menos que otros escritores con este afán lingüístico, pero una vez inventadas se repiten con mucha frecuencia y sirven para identificar un elemento de gran importancia en la literatura del autor. La tres palabras garramunianas que más ocurren en su obra son “frenáptero,” “frenolito” y “saúd” (o “saúde” en algunas versiones). Esta última tiene todo un cuento (incluida en la antología) dedicada a ella: “”Los saúdes” de Cuentos para después... Se explica así, por lo menos en parte, su etimología:
De la palabra “saudade”, tienen los saúdes, el carácter indefinible que impulsó a otro poeta a decir: “Tem a palavra saudade, tristesa que outra palavra não tem”. Parafraseando al poeta diremos que tiene el saúd una belleza esquiva que ningún otro ser conocido posee (26).
Este concepto de belleza esquiva, junto con una idea de libertad absoluta, se manifiesta como ser humano con el concepto del “frenáptero,” palabra derivada de raíces griegas que significan “mente alada.” Así define Aguilera Garramuño no sólo al protagonista de Los placeres perdidos sino a toda la banda de amigos que lo acompañan en sus aventuras. Estas dos palabras representan un ideal de la persona absolutamente libre, no reprimida por las normas de la sociedad y, en el segundo caso, eternamente feliz. Su contrario es el “frenolito,” la persona con mente de piedra. (La importancia de este concepto para el autor se evidencia en el hecho de que en sus tarjetas personales se identifica como “escritor frenáptero.”)[6]
Este ideal de libertad espiritual será, junto con lo erótico, tema subyacente en la mayor parte de la narrativa garramuniana, y lo hemos usado para identificar un grupo de las obras incluidas en la antología. Pero, a diferencia del erotismo, el concepto del “frenáptero” contrasta con la forma de escribir, por lo menos en los últimos años. Si bien escribir es, para Marco Tulio, un acto erótico en sí, no es un acto libre. Controla al mayor grado posible todos los aspectos del lenguaje que emplea.
En una entrevista con el autor que se publicó en el periódico mexicano Excélsior, con motivo de la próxima publicación de Cuentos para después..., Aguilera Garramuño contrastó la manera en que escribía inicialmente, libre y frenético, con el modo de trabajar que desarrolló posteriormente:
Al principio se me hacía muy fácil escribir y lo hacía a carretadas y considerando que cualquier cosa que escribía estaba bien, pero a medida que va pasando el tiempo uno se va dando cuenta que eso no es la literatura, que la literatura es más un trabajo de destrucción como decía Hemingway. De destrucción del estilo que uno cree propio y no lo es. Uno tiene que destruir lo que ha creado para que la estructura se convierta en rompecabezas, en enigmas, entonces es cuando verdaderamente uno comienza a desarrollar lo que puede hacer y creo que mientras más difícil le sea a uno escribir mejor escribe (Maitret).
Esta destrucción, este rechazo constante de versiones hasta encontrar la más adecuada, la más exacta expresión posible, es lo que hemos visto en los ejemplos citados arriba.
Esta búsqueda del lenguaje exacto, este afán de crear un estilo personal, apropiado a lo que quiere comunicar en su narrativa, es parte de lo que llamara en una ocasión Aguilera Garramuño su contribución a la “dialéctica creativa de la sociedad” (Hacia una teoría...). Aunque niega tener interés en la historia, o como lo dice en otro lugar, le “interesa más la sicología que la sociología” (Peláez González), este mismo deseo de comprender las motivaciones de los que lo rodean lo inscribe dentro del contexto social desde el cual crea su narrativa. No escribe literatura de compromiso social, pero sí de arraigo en la sociedad.
Después de la prosa algo desbordada de Breve historia de todas la cosas, su primera novela, Aguilera Garramuño, ha ido descubriendo más y más la forma de presentar sus ideas de la manera más eficaz, creando un lenguaje literario cada vez más directo en su expresión, pero sin perder la originalidad que siempre ha caracterizado su escritura. Esta preocupación por la expresión de sus narraciones refleja el cuidado con el que desarrolla las ideas que se presentan en ellas. En la continuación de la propuesta para una beca ya citada, describe de forma muy clara su manera de acercarse a su escritura:
Será ... una novela de ideas: exploración en temas como el amor, la muerte, el erotismo, la naturaleza de las mujeres (si es que la tienen diferente al hombre, lo que creo firmemente), la naturaleza del hombre, los objetivos de la vida, Dios o su ausencia, etc. Muy importante será el trabajo sobre la tensión novelística: intentaré no repetir lo que considero errores que cometieron autores como Proust, Durrell o Miller (los excesos discursivos, la insistencia en temas históricos, las descripciones demasiado detalladas, el tono profético...). El trabajo que haré quiero que sea a alta presión: nada sobrante, solamente lo significativo, tendrá lugar en las novelas.
Es decir, piensa con mucho cuidado lo que va a presentar, está consciente de las ideas detrás del desarrollo de los personajes, y construye meticulosamente los relatos de sus narraciones. El resto, el mundo alrededor de sus novelas, no entra como elemento importante en sus consideraciones.
Aguilera Garramuño sí está consciente, por una parte, de su situación histórica; es decir, escribe desde la realidad que lo rodea, a veces sin siquiera ficcionalizarla, y no ignora los conflictos ideológicos que influyen en las vidas de sus personajes. Por otra parte, nada de esto es de gran importancia para sus novelas y cuentos. Sirve más bien de trasfondo, destaca en cierto modo el realismo de las narraciones, hasta podría verse como parte de una postura ante el mundo que se revela a través de sus palabras, pero lo central en todas las obras, sin excepción, son los personajes y lo que ellos revelan en lo más íntimo de su condición psicológica. 
Durante todos sus años como escritor, Aguilera Garramuño ha hecho referencias repetidas a este aspecto de su obra, al hecho de que lo importante par él son sus personajes y lo que revelan acerca del ser humano, y no los grandes temas históricos; ante cualquier tema extra-literario, prefiere poner su atención en lo íntimamente humano. Por ejemplo, en una entrevista que le hizo el escritor argentino Mempo Giardinelli, en la que se trata de identificar la nacionalidad de su obra sostiene que:
La discusión de políticas culturales y de la existencia de una cultura nacional es un asunto muy importante que, por el momento, no me interesa. Es un paquete demasiado complejo, para el cual no tengo ni tiempo ni formación, ni autoridad, ni capacidad. Prefiero ocuparme de mi propia intimidad y de la de los que me rodean.[7]
Lo mismo afirma en una entrevista publicada en la Hispanic Journal: “Lo que yo hago fundamentalmente es contar historias que involucran a personajes” (242). Y, un poco más ampliamente, en la entrevista que le hizo Carl Gutiérrez para la revista Chasqui, dijo:
Yo pongo todo lo que soy en cada cuento; y todo lo que soy es resultado de todo lo que yo he podido chupar de la realidad. Yo no soy una persona que tenga objetivos nobles. Yo no quiero ser bueno. Yo no quiero redimir a la humanidad. Yo quiero hacer obras atractivas, sugerentes, apasionantes, violentas, inolvidables. En ese sentido yo soy un romántico; yo soy un escritor romántico, no sé si trasnochado o en vigilia (48).
He aquí lo fundamental de la obra de nuestro autor: se centra en la persona del autor y en sus experiencias, y se dirige hacia un lector que busque satisfacción a nivel estético y en la representación, no en una visión de la sociedad.
Aguilera Garramuño recibió su formación literaria a través de la influencia de autores muy diversos. Él mismo reconoce su deuda a Borges, a Cortázar, a Rubem Fonseca y a García Márquez, entre otros.[8] Su primera novela, Breve historia de todas las cosas, se escribió también a la sombra de García Márquez. El juego de las seducciones tiene obvias resonancias, en lo psicológico, de Dostoievski. En otras obras se ven fácilmente elementos de otros grandes escritores, tales como Poe, Cervantes, Proust, Lawrence, Kafka, Rabelais; pero la influencia más clara en la mayor parte de las novelas es la de Henry Miller, autor a quien menciona con admiración desde sus primeros años de escritor, a quien cita textualmente en Mujeres amadas, y que le proporciona un modelo para llevar las experiencias personales más íntimas a sus novelas y cuentos.
Henry Miller se conoce principalmente por su serie de libros autobiográficos en los que narra sus encuentros artísticos y sexuales y sus reflexiones sobre ellos. Las novelas Mujeres amadas y Buenabestia / Las noches de Ventura siguen en cierta forma el mismo plan. En El juego de las seducciones Aguilera Garramuño describe cómo descubrió de adolescente:
las increíbles escenas en los libros de Miller (aquel judío lavándose la verga después de follarse a la hermana de su mejor amigo; dos parejas sentadas a la mesa y mezclando coitos con bocadillos de caviar; los polvos veloces a judías de cejas pobladas y coños peludos frente a la puerta de la casa de la madre furibunda; el lenguaje de la vida por vivir, tan posible, tan difícil de entender) (170).
Las descripciones francas de actos sexuales y a veces brutales que manifiestan el gozo, o al menos la total falta de inhibiciones, del narrador al rememorar lo que describe, que se encuentran en todas las novelas de Aguilera Garramuño, son evidencia en sí de la influencia de Miller.
Y es cierto que en el enfoque en los detalles de la vida cotidiana, la representación de actos físicos y reacciones psicológicas, y en la preocupación por la creación literaria, se puede ver algo parecido a lo que escribiera Miller. Pero con todo esto, sería exagerado afirmar que la prosa de Aguilera Garramuño sea imitativa de la del gran bohemio. Lo que en Miller es, con frecuencia, sordidez y cinismo, en Aguilera Garramuño se convierte en ordinariez y frustración; donde Miller ataca a los demás, Aguilera Garramuño los satiriza; y donde Miller desprecia a las mujeres, Aguilera Garramuño las adora. El tono prevaleciente en las obras de Aguilera Garramuño es uno de humor y una sempiterna esperanza en que las cosas vayan a mejorar. Por mucho que sienta la influencia de Miller, y por mucho que también respete a filósofos como Nietzsche, no puede ocultar su fundamental optimismo.
En la citada entrevista con Ricardo Rondón, Aguilera Garramuño dijo de sí mismo: “Soy básicamente un hombre feliz a pesar de cualquier problema. Es decir soy optimista, y considero que todo mal es circunstancial” (18). Este optimismo se manifiesta claramente en el ideal que representa en sus personajes más simpáticos, el del ser completamente libre, el “frenáptero”: “un personaje que supera los conflictos con la sociedad por medio de la imaginación.... [El] ‘frenáptero’ no se deja atrapar por las angustias cotidianas. En síntesis, es superior a la realidad. Y naturalmente que la enriquece por medio de la imaginación” (Esquina Popular 10).
El conflicto interno de los protagonistas de las novelas garramunianas es precisamente el de querer y no poder ser completamente libres. Este ideal “frenáptero” es central en los personajes Ramos, de Mujeres amadas, y de Ventura, de Buenabestia / Las noches de Ventura. En estas dos novelas, ambas autobiográficas, los protagonistas, (que son, en muchos sentidos, el mismo) viven en un estado de tensión entre erótica y artística. El primero casi logra la fusión de los dos elementos con su mujer amada, pero al final, ella no puede liberarse de las restricciones que le impone la sociedad, y Ramos es frustrado una vez más. Ventura sigue buscando liberarse de las cadenas que le imponen la necesidad económica y el anhelo de un amor perfecto. Al final de la novela sale, al modo de Guzmán de Alfarache, en busca de un nuevo comienzo allende las fronteras. En la segunda novela de la serie, aún inédita, Ventura alcanza cierta satisfacción artística y económica, pero todavía no logra el amor perfecto, lo cual lo lleva a continuar escribiendo como si a través del arte pudiera llegar adonde la vida no lo deja.
Como se indica arriba, Aguilera Garramuño quiere caracterizar a esta última novela como “novela de ideas,” que serían ideas acerca del amor, la muerte, la naturaleza de las mujeres y de los hombres, los objetivos de la vida, la existencia de Dios, y otras. Pero no es una novela (o mejor dicho, no son novelas) de filosofía. Como las novelas anteriores, y como la casi totalidad de los cuentos, en El libro de la vida lo que hace el autor es crear personajes complejos, darles relaciones de diferentes tipos, y dejar que sus éxitos y fracasos sean la exposición de perspectivas sobre la vida. Es cierto que, de vez en cuando, expresan ideas filosóficas acerca de las ideas mencionadas, pero éstas siempre se presentan de una forma medio irónica, donde no estamos seguros de cuál será la opinión del autor al respecto. Estas expresiones hacen que el lector considere las diferentes perspectivas acerca de los temas sin establecer una en particular como la única aceptable.
Aguilera Garramuño tiene algunas opiniones bastante claras, y las comunica en sus obras. A veces estas ideas, como en el caso de algunas de sus observaciones francamente machistas, pueden irritar. En otras ocasiones las opiniones que expresa son muy inteligentes y hasta notablemente profundas. Pero lo que más le queda al lector no es una reflexión filosófica sino la búsqueda de algo inalcanzable, algo que apenas se vislumbra por medio del arte pero que es, en su esencia, la vida misma. Citamos arriba lo que dijo que le causó una impresión realmente fuerte en Henry Miller, “el lenguaje de la vida por vivir, tan posible, tan difícil de entender” (El juego de las seducciones 170). Y es precisamente este lenguaje que se siente al leer la obra de Aguilera Garramuño.
Marco Tulio es un escritor muy consciente de todo lo que hace. Nunca pierde su perspectiva irónica que le permite comprender lo que hace, sin tomarse demasiado en serio. Al mismo tiempo, trabaja constantemente para conseguir esa “muy especial alquimia” por medio de la cual convierte lo cotidiano, las experiencias de personajes reales, en arte literario. En los cuentos y fragmentos de novela que siguen, se ve todo el panorama de las variadas expresiones de este arte. No hay mejor caracterización de su empresa narrativa que la que se presenta en Buenabestia / Las noches de Ventura, y por eso la citamos aquí para concluir esta introducción:
Se sentó ante la máquina. Pudo escribir un par de páginas. El estilo es pulido, tiene más color, es más ambiguo y polifacético que todo lo escrito anteriormente. ... Aunque teme repetir un tipo de literatura que abomina carente de relato, “es decir, de sentido,” se dice que pretende ser más esencial; tiene la idea de que el alma no está oculta, sino que yace a flor de piel. Hay en lo escrito, cree, la riqueza de su primera novela y el rigor que le han dado los años. La realidad, le enseñó la vida, tiene puntos, y hay que descubrírselos. “¿Qué será lo que estoy escribiendo? ¿Una especie de parodia de la condición humana, un inventario de seres cuya ordinariez los hace estrambóticos, un bestiario psicológico? (Las noches de Ventura 171).
Xalapa, 1999 / Vermont, 2001                                                                                   Peter G. Broad

Obras citadas

Aguilera Garramuño, Marco Tulio.  Breve historia de todas las cosas.  Buenos Aires: La Flor, 1975.
----------------------------.  La cuadratura del huevo.  Monterrey: Instituto de Artes, Universidad Autónoma de Nuevo León, 1979.
----------------------------.  “Hacia una teoría estructuralista del estilo literario.”  Estravagario, Revista Cultural de El Pueblo.  Cali, 18-IV-75.
----------------------------.  El juego de las seducciones.  México, D.F.: Leega Literaria, 1989.
----------------------------.  Mujeres amadas.  2ª edición.  Xalapa: Universidad Veracruzana, 1996.
----------------------------. “Nacimiento de una novela.”  Revista no identificada.  Cali, 7/10/75.
----------------------------.  Las noches de Ventura.  México, D.F.: Planeta, 1995.
----------------------------.  Paraísos hostiles.  México, D.F.: Leega Literaria, 1985.
----------------------------.  Los placeres perdidos.  Bogotá: Tercer Mundo/Fundación Tierra de Promisión, 1989.
----------------------------.  Propuesta para beca presentada al Sistema Nacional de Creadores de México.  Manuscrito, 1999.
“Conversación con Aguilera Garramuño.”  Esquina Popular.  24-30-VI-81: 10.
Foltz, David A. y Fernando Ruiz Granados.  “Marco Tulio Aguilera Garramuño: El erotismo como razón de ser (una entrevista).”  Hispanic Journal.  15(2), 1994: 233-244.
Garza, Andrés. “Autor describe el amor desde varios ángulos.” Reseña de Cuentos para después de hacer el amor. El Norte (Monterrey). 6-XII-83.
Gutiérrez, Carl.  “Una entrevista con Marco Tulio Aguilera Garramuño.”  Chasqui.  18(1), 1989: 45-50.
Maitret, Evelia.  “Marco Tulio Aguilera Garramuño y la Narrativa.”  Excélsior.  México, 18-X-83: 8.
Peláez González, Cristóbal.  “Escrito nuestro y lejano.”  El Colombiano-Dominical.  Medellín, 19-XI-89.
Rondón Ch., Ricardo.  “Cuentos para antes y después de hacer el amor”.  El Espacio.  Bogotá, 9-V-98: 18.
Ruffinelli, Jorge.  “Mundo y circo.”  La palabra y el hombre.  76-77.
Simões, Cleide.  “Ainda somos autores exóticos.”  Suplemento Literário.  Belo Horizonte, 27-VI-87: 3.
Williams, Raymond L.  Reseña de Breve historia de todas las cosas.  Inter-American Review of Bibliography.  27(1), 1977: 73-74.



[1]El crítico norteamericano Raymond L. Williams atribuye este fenómeno a un rompimiento con la novela tradicional. (Reseña 73).
[2]En realidad, sólo vivió en la casa de Bartola unos seis meses. (Comunicación personal del autor.)
[3]En 1996 la Universidad Veracruzana publicó una segunda edición en la que se usan los nombres verdaderos de los personajes de Kansas. También hay un párrafo adicional al final que matiza un poco el sentido, y un apéndice crítico.
[4]Al fin de la novela aparecen las siguientes fechas: “Cali, 1973 / Xalapa, 1988.” El autor me asegura que trabajó más tiempo del indicado en este post scriptum.
[5]Frenáptero. Palabra inventada. Significa: persona de mente alada.
[6]Aunque, en una entrevista publicada inicialmente en 1989, cuando se le preguntó si era frenáptero él, respondió: “No, yo no soy un frenáptero porque utilizo la literatura para mis fines. El frenáptero es un artista de la vida, alguien que no tiene tiempo para sentarse a registrar su creatividad” (Peláez González).
[7]La cita viene de una fotocopia de un texto, que me facilitó Aguilera Garramuño, en el que no se identifica ni lugar ni fecha de publicación.
[8]Véanse las entrevistas que le hicieron Carl Gutiérrez (45) o, más recientemente, Ricardo Rondón (18).

sábado, 21 de julio de 2012

FOTOS VACACIONES 2012

Una chica algo fría que conocí en mis vacaciones


Con mi nuevo sombrero Panamá

Mi hermano Jorge, nadador, mi sobrino Camilo, MT y mi sobrina  Chavi, baterista de Mophina Crash


domingo, 15 de julio de 2012

CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN EN MÉRIDA





Erotismo, tema recurrente de Marco Tulio Aguilera Garramuño
Después de presentar su libro más reciente en España “Historia breve de todas las cosas”, que muchos han comparado con “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, ayer por la noche, el escritor Marco Tulio Aguilera Garramuño, de visita en Yucatán, presentó los libros “Cuentos para antes de hacer el amor”, “El imperio de las mujeres” y “Agua clara en el alto Amazonas”, esta última, novela que ha recibido reconocimientos en París, España y México.
La presentación se llevó a cabo en la Casa de la Historia de la Educación de Yucatán ubicada en el Barrio de Santa Ana, ante un nutrido público que acudió al encuentro con el escritor colombiano, radicado en Xalapa, Veracruz desde hace varios años. Entre los presentes estuvieron la Coordinadora de la Casa de la Historia de la Educación, Mtra. Effy Luz Vázquez, e integrantes de la comunidad literaria en el estado como la poeta Nelly Aponte, y los narradores Tomás Ramos, José Castillo Baeza y Juan Manuel Rodríguez
El escritor, quien estuvo acompañado de su esposa, la también escritora Leticia Luna, dialogó con el público sobre los temas que concurren en sus diferentes libros, entre ellos, el erotismo. Del mismo modo, Marco Tulio Aguilera Garramuño leyó algunos fragmentos de la novela “Historia breve de todas las cosas”, de la que dijo, hay mucho de autobiográfico.
Cabe mencionar que sobre la narrativa de Marco Tulio Aguilera Garramuño, Enrique Pimentel afirmó: “Así como Cervantes parodió las novelas de caballerías, Garramuño parodió el realismo mágico y creó lo que no dudo en llamar un clásico de la picaresca contemporánea en lengua castellana”. En 2001 fue finalista del Premio Internacional de Narrativa Alfaguara.
Durante el evento, organizado por el Departamento de Fomento Literario y Promoción Editorial de la SECAY, en coordinación con CONACULTA y la Casa de la Historia de la Educación, estuvieron a la venta cinco de los casi treinta títulos que Marco Tulio Aguilera Garramuño ha escritor a lo largo de su trayectoria literaria. La moderación de la presentación estuvo a cargo del Mtro. Jorge Cortés Ancona, Director del Departamento de Fomento Literario y Promoción Editorial de la SECAY.

 Periódico POR ESTO de Mérida, Yucatán,

lunes, 2 de julio de 2012

CONFESIONES DE NARCISO

10 de julio de 1983.  En esta fatal rueda de la vida la depresión  por cualquier nimiedad y la exaltación sin razones razonables se suceden una y otra vez. Ayer me sentí una miseria humana a causa del rechazo de Shaka y hoy a la hora de acostarme gozo de una alegría inexplicable. Amanecí con mi arma empuñada, vertiendo energía líquida sobre mi vientre y sonreí. En mi sueño me visitaron la polaca y mi princesa totonaca. Salí a jugar básquet con Buki, un muchacho corporalmente perfecto, moreno de hermosos rasgos, de cuerpo esbelto y bien proporcionado, todo armonía, terriblemente simpático. Me contó que fumaba marihuana  y totalmente trabado ponía un cassette de los Beatles y hacía abdominales, hasta 500 sin descansar. Le creo. Jugué contra él cinco horas sin agotarme. Luego dormí hasta las cinco. Invité a Emanuelle a dos sesiones y en la segunda gocé con ella. Fui a comer tacos de bisté y ahora estoy fumando Pielrroja y tomando té de manzanilla. Afuera el aire es delicioso, hay una dulce humedad en el ambiente.  Las estrellas se ven con claridad. Me miré desnudo en el espejo y me sentí satisfecho conmigo mismo. No tengo amor verdadero por nadie, pero tengo el futuro a mi disposición y sé, con absoluta certeza, que va a llegar a mí la persona correcta. Me amo y no puedo ocultarlo. Sería imposible no hallar tarde o temprano a alguien a quien amar y que me ame. Soy un irrebatible romántico. El problema, lo digo con todas sus letras, es la pequeñez que hallo en todos (todas) los (las) que me rodean. Lo digo sin rubor y sin disculpa alguna. No me preocupa el juicio de los otros. Si no amo es porque no encuentro una persona que considere digna de ser amada.

Eduardo García Aguilar habla de Garramuño

SAMEDI 13 AVRIL 2019 LAS AVENTURAS LITERARIAS DE AGUILERA GARRAMUÑO  Por Eduardo García Aguilar La Universidad Veracruzana ...