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domingo, 31 de julio de 2011

El Señor de los Sueños. Una fábula

No le rinde cuentas a nadie. Es  caprichoso. Puede ser complaciente si está de buen humor o malvado  por llevarle la contraria a su propio estado de ánimo. A veces es ligeramente razonable y le da por sopesar los actos diurnos de los hombres. Entonces juega a las recompensas y castigos. Puede ser bondadoso -y se inclina a serlo- con los miserables. A un mendigo que duerme cobijado con periódicos, le puede suministrar sábanas de seda china y pieles de armiño. En asuntos de amor se inclina a favorecer a los solitarios o a los que tienen a sus amados muy lejos. Reparte noche a noche hombres magníficos a damas pesarosas y mujeres espléndidas a los más extravagantes engendros. No escatima. Al fin y al cabo tiene a su disposición todas las razas, todas las va- riedades, todos los sexos, todas las texturas de piel, todos los labios, todas las manos gentiles y amorosas. No existe nada que se le niegue. También puede ser un eximio torturador. A veces le basta una sombra para hacer delirar a un soñador, pero en ocasiones recurre a máquinas infernales. Puede hacer que un hombre, con toda frialdad, rebane sus dedos, sus manos, sus muñecas, sus brazos en delgadísimas tajadas con una cortadora de jamón. A veces, por simple descuido o capricho, reparte sueños equivocados. Convierte a un hombre sano y orgulloso de su virilidad, en una prostituta de lo más vulgar y vulnerable. 0 transforma a un anciano en una bicicleta nueva que vuela cuesta abajo. También suministra placidez a los que están al borde de] suicidio. A éste le retorna una sonrisa que perdió entre mil rostros anónimos, a aquél un paisaje que extravió en sus peregrinaciones, al de más allá, le devuelve un amor perdido, quizá el único que tuvo en la vida. Visita a todos los durmientes, pero son pocos los que recuerdan su rostro. La verdad es que nadie lo puede re- construir en la existencia vigil. Para lograrlo sería necesario vivir exclusivamente para atisbar los deslices del sueño. De todos modos está ahí, sentado al lado de las camas desde el instante en que las personas cierran los ojos. Entonces les pone sus dedos sutiles sobre los párpados y espera a través de ellos sentir las pupilas fijas, dispuestas a contemplar los paisajes de la noche. Es un viejo caprichoso que no obedece a nadie. Se divierte mucho. Pero eso solamente sucede durante la noche, cuando la mayoría duerme. El resto del tiempo lo pasa maquinando las fantasías que ofrecerá a sus protegidos en cuanto les llegue el sueño. El hombre de los sueñíos es el eterno insomne. No tiene tiempo par dormir. Si durmiera, los hombres carecerían de sueños. Y si los hombres carecieran de suefíos, sin duda, habría más catástrofes y crímenes de los que agobian al mundo. Hay quienes piensan que cada persona tiene su propio hombre o mujer de sueños. Algunos osados se atreven a pensar que el hombre de los sueños es la única divinidad auténtica a la que pueden tener acceso los seres humanos.

jueves, 28 de julio de 2011

Huberto Batis, patrón de los heterodoxos

HUBERTO BATIS: LA SALVAJE SINCERIDAD


Por sus comas los conoceréis, de Huberto Batis

Huberto Batis es uno de esos personajes —más que persona es un personaje—que van más allá de una época y de una definición, más allá de un grupo, que rebasan las fronteras una y otra vez: inquieto, atrevido, iconoclasta, ha marcado a la literatura mexicana de una forma que todavía no se alcanza a comprender. Mónica Braun —una de las plumas más osadas que tuvo en Sábado de unomásuno (no olvido un texto suyo, de un atrevimiento casi inaudito, en el que una niña llega a una tienda y por alguna razón que no recuerdo, termina chupándole al cálamo al dueño del establecimiento)—Mónica hizo una caracterización muy acertada, en uno de los textos que se incluyen en el libro Por sus comas los conoceréis , que pretendo de alguna forma reseñar... lo que es bastante difícil, por la diversidad de textos, la disparidad de temas y el tamaño de la obra—. Así caracterizaba Mónica Braun a Batis: “Neurótico, generoso y temible, de una franqueza desusada que intimida o molesta, reconocido erotómano, inagotable decidor de anécdotas...” ¿Qué fue, qué es Batis? En este volumen se intenta responder con una especie de muestreo de artículos alusivos a él, escritos por las plumas más diversas: Juan José Reyes, Juan Vicente Melo, Juan García Ponce, Juan de la Colina, Emmanuel Carballo, Enrique Serna, Alberto Ruy y muschos otros.
El estilo de ser de Batis es irrepetible: insolente hasta el atrevimiento, para llegar hasta su corazón más tierno, hay que superar el umbral de la repugnancia, de la insolencia, de la soberbia, de la erudición. A mí me mentó la madre varias veces y yo le respondí apropiadamente. Recuerdo que me dijo: “Nadie lee tus porquerías”. Eso fue hace ya muchos años. Y este año me revela que sí había quien me leyera: Castro Leñero, García Ponce y otros amigos se reunían a divertirse con mis escritos, mientras yo allá en mi provincia jalapeña me sentía marginado, sin auditorio.
Un alud de amigos se reunieron en este libro, Por sus comas los conoceréis, convocados por Batis y por las editoras Patricia Pineda y Mireya Vega, con el objetivo de celebrar un tiempo, una actitud, un largo atrevimiento. Si algún valor destaca entre los de Batis, el que más me impresiona, fue su capacidad de nadar contra la corriente del formalismo, del engolamiento, de la pretensión, de los intelectuales pretendidamente puros —puros mercenarios, habría que decir— que compraban a escondidas el Sábado, lo leían de principio a fin, y luego juraban que jamás en su vida habían posado sus ojos en ese hoyo de pus, en ese degenere, en esa vergüenza suprema. Y Batis, como Quevedo... Ande yo caliente.
La complicidad con Melo, García Ponce, Arredondo, hace un capítulo aparte. Su trabajo como editor, como director de revistas, como maestro universitario, todo ello se halla registrado en este libro, que es un merodeo en torno a otro libro que Batis queda debiendo: sus memorias, en las que debe contar todo lo que cuenta cuando se reúne con sus amigos: cómo se reunió con García Ponce para abuchear a Fernando del Paso cuando presentó JoséTrigo, el bochorno que pasó cuando lo invitaron a develar una placa de una obra de temática gay, donde diez o doce chicos bastante olorosos se vapuleaban entre sudores en un escenario diminuto, la forma en que perdió su puesto de director de Sábado, el largo comercio con las chicas del diván de Sábado, su difícil equilibrio entre el montón de locos maniáticos que eran los colaboradores de sábado. Pero sobre todo ello, su maniática afición a coleccionar papeles, revistas, fotos y periódicos, que lo convirtió en una especie de misántropo que con gran facilidad se habría ganado una docena de records Guiness ...cosa que a él, naturalmente, no le interesa. Vive en un mundo aparte, en el que el atrevimiento, la sinceridad, la falta de compromisos, la amistad de los valientes y los íntegros, es su auténtico paraíso.

El masajito bayamés


 Cuento incluido en el libro  Cuentos para  ANTES de hacer el amor (Editorial Educación y Cultura, 2007),  que forma parte de la trilogía formada por Cuentos para  DESPUÉS  de hacer el amor (Editorial Alfaguara-Santillana, Colección Punto de Lectura) y  El imperio de las mujeres  (Educación y Cultura, México).


Cualquiera hubiera pensado que aquí terminaba la historia gloriosa de Willy y que se reintegraría con modestia de santo a su caverna doméstica y a su escritorio cerca del baño, pero la realidad fue muy otra. Meses más tarde supe que Willy de alguna manera -que sin duda tenía que ver con sus comercios epistolares y sus coqueteos con las musas- había sido invitado como representante de la editorial a una especie de congreso de poesía en Villa Muelas, muy al sur de Cuba. Me enteré que estaba haciendo los preparativos y finalmente, cuando vi su escritorio vacío supe que iba por su segundo sueño. Pasaron diez días y de nuevo estuvo Willy en la editorial. Lo primero que hizo fue visitar mi cuchitril. Se instaló con todos los derechos en la silla de las visitas. Dos horas duró hablando y ni por un momento se me  ocurrió pedirle que se retirara. Ahora Willy no era simplemente un oficinista, un doctor en derecho y un esposo abnegado con ocasionales deslices, sino que regresaba con un no sé qué de autoridad, una digamos (de forma  provisional) aureola de elegido y un indudable don de la simpatía que vedaba cualquier humillación.
            Llegando, me dijo, al mostrador del aeropuerto de La Habana, un militar de verde olivo buscó mi nombre en una computadora del año de upa y dijo, ah, usted es el colombiano. Entendí que decía El Colombiano con  mayúsculas pero no supe si eran peyorativas o chingativas. Tiene reservación en el Hotel Playamar de Villa Muelas y será tratado de acuerdo a su rango.
            Mi rango, me dije para mí, chiquitico, esto se pone (provisionalmente) bueno. Me presentarton a un negro (tirando a azul) de dos metros de altura con cara de niña y me dijeron mira, chico, este es tu niñero, tu guardaespaldas, va a estar contigo desde que el sol amanece hasta decir basta y sólo se separará de ti cuando tú te despidas de Cubita la Bella. Y así fue: el negro, que se llamaba Julia, así, Julia, estuvo a la orilla de la playa cuando la poeta Noe me quitó la ropa en Bayamo y me demostró lo que es fogosidad, estuvo a mi lado en la guagua flamígera cuando la rubia pequeñita me metió mano, custodió mi puerta cuando las dos poetas en blanco y negro me dieron la prueba de lo que es la pasión. El negro Julia estuvo conmigo cuando recibí los laureles y fue él quien me explicó la dimensión de mi triunfo y nunca, nunca sonrió ni me cerró un ojo ni me juzgó, simplemente estuvo ahí, como si la gente a mi alrededor fuera invisible y yo fuera, ni más ni menos, el rey de Mozambique.
            Pues el negro Julia me acompañó al avión en el que partiría hacia Villa Muelas, se sentó a mi lado, con sus rostro de piedra y un pistolón que le llegaba a medio muslo. Súbitamente el avión comenzó a descender y el negro Julia dijo qué raro, si hasta Villa Caries son tres horas. Y es que, luego lo sabría, una autoridad de Varadero se había enterado que yo iba en el avión y decidió agasajarme, desviar la aeronave, casi secuestrándola, de modo que yo, este pobre leguleyo cargapaquetes pudiera tomar unas cervezas con el comandante de Varadero. Y al llegar escucho mi nombre, se solicita mi presencia en la Oficialía Mayor. Me toma un militar del brazo y allá voy aterrorizado.
            Pero es que el avión me va a dejar, le digo, y el militar responde, no lo va a dejar porque aquí los aviones salen cuando mi comandante Mateo dice. Yo miro a mi niñero Julia y él asiente. De modo que llegué a la oficina de un combatiente de alto rango que me abrazó y me dijo tengo órdenes superiores de tratarlo bien. Y en la pista estaban casi cien personas encerrados en el avión esperando que el comandante terminara de hacer su gusto. Imagínate, qué barbaridad, el avión bajó en Varadero por capricho del comandante y estuvo allí dos horas detenido hasta que el individuo se dio por satisfecho y nos dejo salir.         
            Llegamos a Villa Muelas y allí fue Babel. Como primer acto fui presentado a la Poeta Reinante del Sur, Noelia. Dejé pasar el título y me dediqué a detallarla. Noelia. Fea, recontrafea, ultraespantosa, pero simpática y una verdadera estrella, una diva, toda una multitud de 300 poetas de todos los rumbos del Caribe había acudido a Villa Caries para escucharla, para tocarla, para sentir su respiración. Noelia era como la musa de la poesía, Erato, en carne viva y con ropa de batalla.
            En cuanto la Poeta Reinante del Sur me vio, lanzó una carcajada de bruja mala y puso su garra sobre mi brillante cabecita. A partir de entonces me sentí coronado por el privilegio y el yugo de su cariño y todavía hoy, que me encuentro de nuevo en mis rutinas de miseria y a salvo de ella, pero en la trampa de los gritos de mi esposa y las protestas de la contadora de la oficina, en ocasiones me toco la calva para ver si todavía esta ahí la garra de terciopelo de Noelia.
            La primera sesión del Congreso, dijo Willy medio encorvado y con una mano cubriendo sus hidalguías enfundadas en un pantalón de mezclilla, se celebró bajo un enorme árbol de mango "donde Fidel en el año de 1945 entregó el fusil y el mando de la zona a la guerrillera Carlota Peral". En torno al árbol se sentaron los 300 poetas, Noe y un mexicano, tu servidor. Mi sorpresa fue mayúscula cuando Noe me tomó de la mano como si yo fuera Carolina de Mónaco y me llevó a una especie de podio y dijo el eximio poeta colombiano Willy Báez nos hará el honor de inaugurar este congreso y yo qué decirte estaba asustado, no sabía qué decir ni que hacer hasta que columbré un acto que fue el siguiente: pedí un vasito jaibolero vacío, saqué una banderita colombiana, la puse en el vaso y dije que hoy era día de fiesta en mi país, 20 de julio, aniversario en el que se celebra la independencia del yugo realista, acontecimiento por el que que era para mí un doble honor el inaugurar un evento de tal trascendencia y el recordar a mi patria querida. Aplaudieron los 3OO poetas a rabiar y sonó un mariachi y a partir de entonces se rompió el turrón y comenzó, perdoname la palabra, la pisadera. Sí, es cierto que poetas y poetos leyeron sus poemas, que hubo fraternidad universal y la papa grande, pero el resto del tiempo era un ajetreo bárbaro y yo, señor mío, estuve en medio de aquel desgarriate.
            Bajo el árbol de mango, sentados en el pasto, con 41 grados de tempratura, leyeron poemas 75 bardos en un solo día y aquello era un aplaudidero y en medio de todos Noe, que se encontraba a mi derecha y el lindo niñero de  verde olivo a mi izquierda. A las dos de la tarde comimos un plato de arroz, !un plato de arroz!, tomamos cerveza roñosa y caliente y siguió la lid de los poetas. Yo estaba que me caía de sueño, sentado al frente de todos como si fuera un cuadro para una exposición o como si fuera el notario de aquel desastre poético, y cuando cerraba los ojos sentía el codo de Noelia en mis costillas. Chico, que esto es cosa seria. Me estaba derritiendo, me moría, me faltaba el aire, me deshidrataba, me subía y me bajaba la presión, y Noelia arriba colombianito, las patrias hermanas te llaman, Colombia y Cuba un solo corazón!, y vengan más poetas y más poetas con Fidel y la bandera y la patria y Bahía de Cochinos y grandes cantidades de arroz y cerveza  y Noelia erguida sobre su cintura como una palma, con su pelambre de furia, y vengan más poetos y poetas con Fidel y la bandera y la patria y ríos de amor y de honesta lujuria, Bahía de Cochinos y grandes  cantidades de arroz y cerveza y Dios!, todo tipo y laya de poetas. Y a las cuatro naufragé en las aguas del sueño, fui cayendo, me dijeron, en cámara lenta, de medio lado sobre las piernas de Julia, mi negro niño, caí dormido, y Noelia fue por una cerveza fría y ante el escándalo feliz de todos me enjuagó el rostro con ella y me desperté ante aquel congreso de locos y tuve que sonreír como Cuasimodo ante la horca y seguí muy atento a los poetos y poetas y a las seis de la tarde, con un bochorno de crematorio, ya estaba a punto de embolia y asesinato colectivo, me dije basta carajo, y me puse de pie y dije voy a dormir y Noelia me tomó del brazo y me dijo, no miamor esto no se hace. Miré a mi negro Julia y él, como una estatua de bronce bajo el sol, asintió: eso no se hace. De modo que volví a sentarme y siguió la poesía, kilómetros y kilómetros, años luz de poesía, no sé si buena o mala, y todos sudando como condenados pero con ojos de quinceañera  y un escándalo de fiesta de rancho, como si estuvieran asistiendo al espectaculo de la venida del Señor y llovieran ángeles por los huecos del cielo. Y a las ocho de la noche, casi como arrebatado por una furia, me puse de pie y sin mirar a Noe o al negro Julia salí corriendo y me encerré en mi habitación y dije a descansar, hijo de mi madrecita santa, a dormir, respeta tus canas, Wilebardo Báez, recuerda que tienes hijos, una esposa, dignidad, un trabajo discreto, pero trabajo al fin y al cabo. La habitación una maravilla de ingenio tropical, con sala de bejucos, aire acondicionado natural, cama de diversos niveles, espejos de planos diversos, ventanas al mar. Llego, sin bañarme me tiro a la cama y me digo a la cuenta de tres voy a estar dormido. Ya llevaba dos cuando escucho el toc toc toc. Abro y veo la criaturita más linda del mundo: una rubia chiquita, muy joven, de rostro de angelito cachetón, que me dice colombianito, estaba preocupada por ti, tantas tensiones en un solo día y me dije qué puedo hacer por él y me respondí darle su masajito bayamés. Yo que apenas vislumbraba el mundo a la distancia tras las nubes de mi cansancio supe que se me estaba ofreciendo el cielo pero tuve que renunciar a él. Mira, le dije, estoy tan cansado, tan cansado que sería incapaz de levantar los párpados, cuantimenos otro músculo indispensable para los masajes de todo tipo. Es una lástima, dijo sin mostrarse ofendida, colombiano, pero ya sabes, amor, cuando se te ofrezca me llamo Lidiosaya  y soy la del masaje bayamés, la-del-masaje-bayamés, así dices y como un genio de botella apareceré presto prestísimo.
            Pues le cerré la puerta en la nariz a Lidiosaya, la visión del paraíso, me acosté a dormir, conté a hasta dos y lo siguiente fue que toc toc toc, estaban tocando a la puerta, miré el reloj, eran las ocho de la mañana. Ay perdoname, dijo Noelia Cimarrone, que tal era era su apelativo completo, ayer me porté como una verdadera bestia y te dejé solo, pero tú sabes chico la responsabilidad de ser la Reina Sostenedora de la Poesía de Villa Muelas, tuve que estar hasta las dos de la mañana cuando terminó de leer el Centauro del Soneto, Pedrarias Cleofas, y me fui directamente a mi cama, ay perdoname mi amor, pero apúrate que las nueve de la mañana tengo que abrir yo la sesión y no quiero que por nada del mundo te la pierdas.  Le sugerí tímidamente que quería bañarme y ella dijo bien, chico, adelante, pero necesitaba que se retirara para desvestirme. Anda, niño, acelérate, dijo, y comenzó a quitarme la ropa, hasta el mero meollo, es decir, el calzoncillo, y yo pensando en el lindo niñero allá afuera, qué diría, pues me desnudó la reina, me empujó a la regadera y ahí estoy moviendo el culín cuando siento una mano recorriéndome la espalda, era Noe que se había desnudado y estaba a mi lado con estropajo y jabón restregándome con delirio de lavandera.
            Me bañó, se bañó (sin consecuencias linfáticas) y a las nueve estuvimos bajo el árbol de mango, Noelia declamando su poesía. Hijo, aquello era el mismísimo Luzbel hembra cogiéndose a la castísima poesía que gritaba ay ay me duele pero me gusta, cada palabra suya parecía salir con lenguas de fuego, sangre e intestinos, flora y fauna del trópico, el puro esplendor barroco en la Zona Tórrida, y fue la apoteosis. Yo, te confieso, nunca había oído nada parecido. No se trataba de lo que decía, que podía ser convencional, sino de una expresión tan profunda como si ella misma estuviera inaugurando el lenguaje.
            El negro lindo, al amparo de una cerverza, me dio fundamentos: cada año se reúnen los poetas del sur de Cuba y el Caribe y coronan a un rey o reina por aclamación y Noelia lleva diez años aferrada al cetro sin posible redención y sin sucesor en el horizonte, aunque oleadas de poetas vengan con talentos océanicos de todos los rumbos y nazcan y crezcan exuberantes, ella sigue inexpugnable como una estatua de sirena en medio de la turbamulta del mar. Naturalmente le pregunté al negro lindo si él también era poeta y me respondió con entera certeza: en Cuba todos somos poetas. Lo dijo luciendo el fulgor de sus ojos como una condecoración.
            Terminado el espectáculo, Noelia regresó a mi lado y me dijo tenemos que salir un rato de aquí. Y así fue, pero antes estuve al pie del cañón escuchando a 150 poetas de todo pelaje y condición, uno tras otro, con el militar lindo de un lado y Noelia del otro. Y por la noche Noe me llevo a una caleta con diez palmeras, un arroyo partiendo el paisaje y dijo ufff. Ella me quitó la ropa, se desnudó y nos metimos al agua y allí fue Troya, Waterloo y la Batalla de Boyacá. Te juro que si antes la vi fea y recontrafea, ahora resultó Afrodita misma, que pasión, que frenesí, bajo una luna panzona, parecía que su consigna era acabar con mi columna vertebral, con mi lucidez y mi masculinidad, me cabalgaba entre las olas, me chupaba, me hacía tragar y vomitar agua salada, mientras Lindo en su uniforme verde oliva fumaba sin despegar los ojos soñadores de la luna, y estoy seguro que no le importaba un ardite lo que estaba sucediendo.
            Regresando al hotel Noe me llevó a mi cuarto y me dijo espérate, cuando regresó traía sus maletas. Las deshizo, se instaló a sus anchas en la habitación y dale, a moler. A partir de ese instante, hasta el día venturoso en que puede despedirme de ella, tuve su zarpa de tigresa sobre la calva, y no me lo vas a creer, incluso así hubo otras moliendas.
            Ya para el cuarto día todo el congreso estaba enterado de que el colombiano era propiedad de la Reina de la Poesía y a nadie le importaba. La verdad es que la marcación de Noe estaba comenzando a hastiarme y yo hacía todo lo posible para huir pero no podía.
            No todo fue molienda. También hubo actos oficiales. Me llevaron a una comunidad y  ¿qué crees? Me recibió el alcalde, me hizo inaugurar una bibliteca, yo no sabía qué decir y prometí una donación de 500 libros, el alcalde emocionado al instante decretó que a partir de entonces comenzarían a juntarse monedas y objetos de metal para hacerme una estatua. Lo juro, amigo, es cierto.
            Luego me tocó regresar a Villa Caries en autobús, y ni te imaginas, esto es buenísimo. Que se llevan a Noe para atrás del vehículo, al que llamaban La Llamarada, porque no tenía ventilación ni aire acondicionado y no se podían abrir las ventanillas y me veo libre de Noelia, en el primer asiento del autobús La Llamarada, al lado de una rubia deliciosa, tan grande y tan bella como Claudia Schiffer, que era la encargada de vender los libros de los poetas, y para fortuna mía estábamos en un lugar estratégico, donde nadie nos podía ver sino el negro Lindo. Me puse nervioso, pero antes, espérate, que con ese calor de 40 grados y aquella lata de sardinas, los poetas comenzaron a quitarse la ropa y las chicas sus brasieres y quedaron con los pechos al aire y todos cantando, y yo volteaba y veía aquel paisaje de pechos divinos y podía casi sentir las gotas de sudor temblando en las puntas de los pezones y que de pronto siento una mano en mi muslo y es la rubia que se va tomando sus libertades mientras me decía, ay colombiano, es que te amo y sacaba mi aparato y le daba vuelo como güiro y yo muy nervioso pero nadie nos presataba atención, ni el conductor, un pelirojo dientón, y que me digo al diablo con mis moralismos pequeñoburgueses y que le paso el brazo sobre un hombro y le acaricio los pechos y la individua comenzó a gemir como marranita con cuchillo en yugular y grite y gima y yo asustado le quité la mano del sitio pertinente y ella me la tomó y la volvió a poner en su lugar y dale a gemir hasta que aulló como endemoniada y supe que la hembra había llegado a su gusto al tiempo que yo me deshacía levemente y nadie, mira, por esta cruz, se dio por enterado, ni el chofer, ni la señora con anteojos de colitas que estaba atrás y era una especie de sargenta, ni el negro Lindo que ocupaba él solo los dos asientos de al lado.
            Eso pasó en la guagua llamada Llamarada y llegamos a Villa Muelas yo tan limpio como un gentleman porque la rubia había tenido el generoso e higiénico detalle de sacar un pañuelo colorado y recoger los  escasos frutos de su esfuerzo. Llegando al hotel supe que sí había una persona que se había enterado del asunto y que estaba furibunda. Noe me tomó de la oreja, amiguito, me llevó a la habitación y como castigo, mientras me regañaba, me pegó la chupada del siglo. Ya para entonces ibamos para el quinto día de congreso y yo estaba convertido en una sombra. Seguían las lecturas de poetas, marejadas, oleadas, vientos huracanados de poetas telúricos, bíblicos, encomiásticos, escatológicos, metafísicos, hermenéuticos, horas y horas de poesía alucinada. Y la comida seguía siendo arroz y cervezas, nada más y todos estaban felices y se suponía que yo debía superar a los demás en felicidad. En sintesis, en siete días, no lo vas a creer, lo  juro que no lo vas a creer, inauguré cuatro biblitecas y fui devorado por media docena de hembras que me abordaban en los pocos instantes en que Noe me dejaba solo. Ahora recuerdo: un par de hembras a las que llamé Blanco y Negro, por ser una mulata y una rubia, jóvenes y atléticas las dos, flexibles y bellas como odaliscas, se arrimaron mientras estaba en el bar, me pagaron dos cervezas y pideron el don de que yo escuchara sus poemas en privado, me llevaron a mi habitación y mientras una leía su "Oda a la Evolución de las Especies" la otra comenzaba el ajetreo, y querido, yo moralista, al borde de mis últimos alientos, tenía aquel harem para mi solito y nada más tuve tiempo de tender la mano y agarrar mi atadito de condones y adelante. La rubia misma fue quien dijo: en confianza miamor, yo te lo pongo. Y esas dos tipas, Blanco y Negro, me dieron una batalla sin cuartel hasta que Noelia tocó a la puerta y las dos hembras agarraron su ropa y salieron despavoridas por la ventana. Yo medio me di las mañas para vestirme y recibí la zarpa de Noelia sobre la calva y me resigné, pero luego supe que estaba en el infierno de la lujuria, un infierno que ni Dante habría imaginado, recé en mente un Padre Nuestro y me dije adelante, casi me pongo a llorar, y pensé que ya mi aparatito estaba muerto para siempre, pero asómbrate, lo que son las maravillas de la natural naturaleza, Noe hizo su danza de lluvia y allí estaba otra vez mi  pendenciero corazón como asta para la bandera del amor y espada para la batalla del honor.
            A veces yo sacaba la cabeza de aquel pantano de poesía y amor y me decía que nada es eterno, comenzaba a ver un puntito al final del camino, como una ventana de luz al fondo del túnel, desde donde me llamaban mi esposa y mis hijos y luego volvía a caer, cerveza, poesía y amor, arroz, cerveza, poesía y amor, me volvía a hundir hasta las rodillas, los hombros, la cabeza, sacaba la nariz nada más para respirar, y adelante y así hasta el infinito, como si estuviera nadando en un mar sin islas. Vino a salvarme la piedad del tiempo. Pasaron los siete días y llegó el cierre de aquella ordalía.
            El último día a mí me tocó dar lectura al acta del jurado que nombraría a la Reina de Poesía del Sur 1995, y  ¿quién crees que ganó? Noe, mi Noe, y todo el mundo gritó con enorme sorpresa y Noe saltó y recibió su premio de 500 pesos y a su vez dijo que había algo para mí y leyó el acta de un Concurso de Poesía Fantasma ¿y sabes quién fue el ganador? Yo!, amigo, yo, que no había leído públicamente ni un poema y era apenas el representante de una editorial universitaria puesto en un extraño trance que no acabo de explicarme. El público estuvo de acuerdo con este concurso de poesía fantasma pero quería pruebas de la calidad de mi literartura y comenzaron a gritar que lea, que lea, que lea y yo, lleno de pudor, porque amigo, ya sabes, no soy poeta, seamos sinceros, yo soy un pobre abogadillo metido a héroe por una situación rarísima, pues estuve negándome hasta que decidí sacar del bolsillo un recorte de El Espacio y leí mi cuento erótico para niños, por si no lo sabes, a veces escribo, y olvídate, amigo, aquello fue el recontrafin del mundo, todos tiraron el sombrero, las chicas sus brasieres, sujetadores les dicen, y el negro Lindo apenas sonrió, por primera vez sonrió y dijo, chico, que acabas de inventar un género literario y ya nadie te va a quitar el lugar. Tú, chico, y Cervantes de Saavedra compartirán pedestal en el olimpo de los dioses literarios.

Llegué al aeropuerto de La Habana con una línea de suero cuya botella sostenía la rubia Lidiosaya. No supe qué pasó con la Reina de la Poesía del Sur. El viaje lo hice casi en estado de coma y no conocí detalles sobre la despedida. Varias horas más tarde me vi en la aduana de Bogotá. Mi esposa me regañó exactamente durante tres horas y me hizo dormir en la sala. Por la mañana me levantó a las cinco. Me puso a lavar ropa, a preparar el desayuno, a lavar los platos y solamente después me dejó venir a la oficina. Y aquí estoy.
            Aquí está mi amigo Willy Báez, pálido, flaco como un personaje del Greco, pero con una chispa de vida que antes no tenía.
           
Cinco días más tarde entra Willy a mi oficina con una taza de café humeante que pone sobre mi escritorio. Antes de partir dice:
            -Yo me pregunto: ¿cómo será el famoso masajito bayamés?¿Tú crees que las intenciones de la primera visión, recuerdas, eran honradas? Tal vez yo tergiversé todo. No puedo dejar de pensar en eso.
            ¿Qué decirle al buen Willy? Nada. A mí sólo me queda esperar que haya un tercer viaje.    











sábado, 23 de julio de 2011

El quinto río del paraíso

Cuando hace unos 10 años tuve ocasión de pasar algo más de una semana en la fascinante Manaos, en la juntura del río Negro y el río Solimoes, era inimaginable pensar que en este mayo de 2010 Marco Tulio Aguilera me entregaría el ejemplar de su libro Agua clara en el Alto Amazonas.(*) Mi agradecimiento es doble, al menos. Por un lado, el de un lector que ha ido eliminando prejuicios y rescatado al menos una parte de su ingenuidad literaria, o sea que se permite rememorar libremente su propio viaje amazónico; y por otro lado, disfrutar a plenitud y sin trabas este viaje que un egocéntrico escritor y científico de 53 años realiza a la Amazonia colombiana cual un Dante guiado por su Virgilio, Mariño Riascos.
    Es decir, borro de mi lectura cualquier alusión al autor real, cualquier dato que sugiera su existencia, que si Querétaro o Xalapa, que si Antonia o como la exigente esposa se llame, que si la revista científica o la escritura novelística, que si la fidelidad conyugal o el triunfo de la tentación… Todo es realidad, todo es ficción. Todo es frontera de verdor y agua.
    Admira la felicidad descriptiva, diría inagotable, del autor de este relato de viaje. Autor que asume amplia cultura libresca y científica, lo que resulta una apoyatura invalorable para que este lector se asome a esa expresión del Edén-Infierno de tono detallista en sus enumeraciones adjetivadas y suculentas de plantas y animales que parecen habitantes de otra dimensión cósmica. El viajero ha entrado en los reinos de la desmesura atravesando laberínticos ríos, caños, caudales, cataratas, lagos, hasta el quinto río del Paraíso. Desmesura de lo grande y de lo pequeño, de lo veloz y de lo expectante, de lo tensamente vivo y de lo brutalmente muerto, de lo erótico palpitante y de lo hediondamente descompuesto. El lodo, el aire, las súbitas aguazones arden; las estrellas crujen, se desorbitan; la luz solar teje monedas de oro entre las ceibas; la sombra es una espesa sustancia de zancudos; las hojas en el suelo son escamas de una anaconda mítica.
     Y el viajero, coleccionista de vivas leyendas y escuchante de lo insólito, tenaz escriba en su libreta, necio caminador hacia sí mismo, marchador azotado por terrores y caídas descomunales, hacedor de un futuro relato que tal vez sea el que está viviendo, dialoga con Mariño, su anciano maestro que todo lo sabe de ese mundo que es encontrado y perdido a cada momento. Mundo al acecho, donde los indios huitotos y tikunas, ya alcanzados por influencias “civilizatorias”, continúan su unión mágica con la naturaleza, aunque lejos del supuesto “buen salvaje” de Rousseau que el autor menciona. El viajero, pues, que se mueve en varios tempos narrativos y/o existenciales, suelta relatos dentro del relato mayor en un ejercicio de barroquismo necesario: hay mucho para decir, para monologar, más tal vez para pensar, y más también para respirar en esos apretados días: de ahí la novela que como autor, se promete escribir. Como si debajo de esta crónica viajera estuviera latente otra escritura esperando su avatar.
    Claro, que Mariño es la segunda voz, ya que si escribiera este relato sería la primera, más allá del autor o con él incluido. Aquí este comentarista añade que en Medellín, hace una decena de años, pudo admirar con asombro la danza y el cántico con que los huitotos manifestaban su poesía. Tal añadido se produce gracias al espléndido torbellino en que se convierte la lectura de la gesta amazónica que el libro despliega. Me recuerda mi primera lectura del Ramayana con sus proteicos simios y el movimiento furioso de lo existente, simios que identifico con el monito fraile dedicado a robar todo lo posible a los excursionistas que acompañan a Mariño, al piloto del barco y al autor del relato…
     En torno a la pareja autor/Mariño, los demás excursionistas aparecen poco dibujados, salvo algunos momentos que se dedican a Yolanda y al autoritario señor mormón (personajes/personas que podrían entrar en alguna otra narración). Además, son numerosos los personajes menores o que gastan poco tiempo narrativo, pero en su totalidad nada sobra de lo humano. Ah, las semidesnudas musas indias, como frutos primigenios de la carne más carne y de la piel más piel… Quizá los fragmentos que el autor rinde egocéntricamente a sí mismo, en discurso libre, fuera de toda consideración confesional o de autocrítica, restrinjan espacio al desarrollo de otras presencias real/ficticias, aunque la justeza de la cuidada descripción, no ajena al retrato instantáneo, las torna casi tridimensionales; esto en función de que la materia narrativa es percibida a otros niveles de sensorialidad y sensibilidad intelectual, es posible que más hondos y menos contaminados por los hábitos urbanos En especial, lo referente a las muchachas indias y a las mujeres recordadas en los relatos que, a base de confianza, intercambian la primera y la segunda voz. Lo sensorial tiene su sostén en el olfato: los aromas zoológicos y vegetales y aun los feos olores de la enfermedad o la putrefacción, atraviesan luces y sombras, anuncian el alba y la oscuridad, delatan la asunción o la consunción de los cuerpos.
        En ese cosmos selvático, largamente prehumano, se insertan señales de la realidad exterior que a veces lo invaden. El narcotráfico ha logrado asentarse en ciertos puntos, el “agua clara en el alto Amazonas” está amenazada, el añejo conflicto cultura depredadora vs. Naturaleza queda establecido de manera inapelable. ¿Podrán salvarse el Edén y su quinto río? ¿Cuánto tiempo llevará esta lucha terminal que no pocos auguran? ¿Cuánto de un ser humano muere con la muerte de una alta ceiba o de un delfín rosado? ¿Podrán envejecer en su selva los nietos y los biznietos de las inditas que coquetearon con el autor? Pero el sistema capitalista rapaz y sus derivados son implacables.
     De todos modos, para no salirnos del viaje en que el autor ha sabido incluirnos, faltaría agregar que una experiencia como la narrada puede producir (“asigún” cada cual) la apetencia de una riesgosa incursión hacia el fondo de las entretelas del ánima, donde se acumulan y entrecruzan pulsiones, culpas, miedos, deseos, angustias. Este negro hervor de lo interno genera monstruos goyescos difíciles de eludir o anular o transformar, aun por medio de la escritura artística o el psicoanálisis. La naturaleza amazónica, al inventar delfines, pirañas, caimanes, guacamayas, pitones, monos araña, zancudos… a más de insólitas manifestaciones vegetales y minerales, lo ha resuelto en un agua clara donde las muchachas indias duplican su hermosura y su sed sin fin.     
   
(*) Marco Tulio Aguilera, Agua clara en el Alto Amazonas, Benemérita U. A. de Puebla, Col. Asteriscos, México, 2010, 126 pp.
                México DF, 27 octubre 2010
También un comentario en la revista Otrolunes, que se publica en Berlín

jueves, 21 de julio de 2011

Malheridos de Pedro Ángel Palou


Marco T. Aguilera Garramuño
Toda novela auténtica es un misterio, un enigma que debe ser resuelto, un problema al que se le busca solución. La novela de Malheridos[1], de Pedro Ángel Palou, cumple de entrada este mínimo requisito. Los personajes al principio parecen desdibujados, pero  a medida que la novela avanza van definiendo sus perfiles:  el filólogo y su amante Vivianne, por un lado, y  el barón Lenz von Klitsche, por el otro, son protagonistas de un indudable melodrama: los primeros avanzando inconscientemente hacia el hallazgo de su arcadia, el segundo tratando de cumplir una inasible misión que tiene  algo que ver con el fracaso del gran proyecto hitleriano de crear una raza de superhombres. 
La novela se desarrolla en la isla de Sark, que ha sido ocupada por los alemanes. Allí se refugia el filólogo con la intención de terminar una biografía de Ovidio. Tras él llega Vivianne, la amante que lo ha seguido y  de la que se ha separado varias veces, en un intento de huir y encontrar el amor, que uno y otro buscan; el primero, fundamentalmente en los libros; la segunda en su propio cuerpo. El primero tiene su fe puesta en los libros, la segunda en la certeza de que el amor y el erotismo son posibles fuera de ellos, en la realidad extra literaria.
Lenz von Klitsche es un viejo residente en la isla, una figura fantasmal, aparentemente solitaria y cuyo misterio será el que mantenga en vilo la atención del filólogo —y del lector—, con quien se encuentra diariamente en un restaurante. Como un pescador paciente  Lenz va atrayendo al filólogo y luego a Vivianne, hacia la consecución de sus designios.
En un estilo francamente claro y sin más adornos que frases de filosofía lapidaria y citas de diversos autores, se  nos va entregando la novela, que va tomando cuerpo y forma a medida que las diversas historias se van  devanando y haciendo trama, hasta dibujar el tapiz final que es sin duda extraño, inquietante y suavemente trágico. Aunque, curiosamente, un final feliz, da la necesaria vuelta a la tuerca para que la obra cobre un matiz aun más insólito.
            Siempre que me encuentro ante una novela desconcertante como ésta me entra la curiosidad del novelista: de dónde salieron tantos elementos elementos “exóticos” —exóticos por diferentes a los elementos que maneja la novelística latinoamericana— y cómo logró asimilarlos Palou e  integrarlos con tanta naturalidad, al punto que podría pasar fácilmente por una novela escrita por un alemán o un inglés. Un autor mexicano que se atreve a escribir una novela con personajes alemanes, construida sobre el desenvolvimiento de la historia de Alemania. ¿De dónde tanto atrevimiento? Sin duda que no puede surgir sino de una investigación exhaustiva,  de estar tomando trozos de aquí y allá para armar la trama, para urdir una colcha a la que no se le notan los remiendos. Dos líneas básicas: una historia de amor y la historia del fracaso del proyecto hitleriano, son los que van tironeando la novela.
Una costumbre tengo, algo absurda en mis notas  de lectura; comenzar a escribir antes de terminar de leer la novela.  Evidentemente comento errores, pero estos se enmendarán en la segunda lectura. Además puedo ir agarrando las ideas al vuelo y me facilito a mí mismo aclararme qué es lo que estoy leyendo.
La novela me sorprendió en medio de dos desagradables circunstancias: la operación de un ojo y la pérdida de mis anteojos de lectura, de modo que la lectura implicó un esfuerzo físico, que sin duda hace honor a los méritos de la obra, que si hubiera tenido una fisura, me habría obligado a dejarla antes del segundo capítulo.
Como una composición polifónica, en la novela se alternan fragmentos sobre la evolución del proyecto hitleriano de crear una raza superior desde sus eufóricos principios hasta su caída y fragmentos sobre el triángulo amoroso entre el filólogo, el extravagante Lentz y Vivianne.
Hay algo de ajuste de cuentas en esta novela, hay algo de juicio del tiempo sobre las masacres y desafueros alemanes y  quizás haya algo de venganza: los alemanes, todos sin excepción, quedaron malheridos, quedaron marcados por estas masacres, aun más que los mismos judíos que siguen cargando, según algunos, la culpa por el asesinato de Cristo.
Muchos aspectos vale la pena analizar de esta extraña, impar novela de Palou que se apoya fundamentalmente en la historia y en Ovidio —, pero que nos lleva a pensar en Víctor Hugo y Goethe y que hace un recorrido detallado por espacios de erudición de difícil consecución —sin los fárragos y excesos de Fuentes   y del Paso, que parecen querer exhibir una lista de libros en cada página—: el aire de película neorromántica —actos de amor en el mar, perros mitológicos persiguiendo al filólogo, la existencia de una criatura humana en estado salvaje, la exaltada pulsión erótica de Vivianne, el análisis más que lúcido, deslumbrante sobre la cuestión judía y la cuestión aria —en oportunidades se nota el esfuerzo por crear matices, por no dejar la culpa de un solo lado: si no lo hubieran hecho los alemanes lo podría haber hecho otro grupo humano: la idea de crear una raza de seres perfectos o razas puras es vieja y desde el Antiguo Testamento la literatura ha registrado  incontables masacres en aras de la búsqueda de la perfección —la inquisición quiso hacerlo, los estadounidenses en Irak, las frecuentes “limpiezas étnicas”, son testimonio de la vieja tendencia que ha hecho creer desde los albores de la humanidad que sólo nosotros somos civilizados, los demás son bárbaros—. Los hitlerianos fueron o quisieron ser selectivos, y terminaron matando no sólo a los judíos sino a los mejores alemanes, a sus propios hijos. Palou dedica largas y bien razonadas páginas a tratar de entender y aclarar las razones por las cuales un pueblo como el alemán pudo seguir de manera tan irracional un paranoico megolómano como Hitler.
Al terminar de leer la novela encuentra el lector una lista de obras en las que se apoyó el autor para construir su obra y confirma que el texto es el resultado de una seria investigación bibliográfica. No me queda la menor duda que podría ser llevada al cine con fortuna grande.


[1] Joaquín Mortiz, Colección Narradores Americanos, 2003.

martes, 19 de julio de 2011

Chejov: decir siempre la verdad evita que nos equivoquemos al decir una mentira


Del Cuaderno de notas de Chejov

¿Por qué a Hamlet lo obsesionaban tanto las visiones del más allá, cuando nuestra vida real está presa de imágenes mucho más horribles?
Él no había sido feliz más que una sola vez en su vida: bajo un paraguas.Un hombre honesto llega a sentir vergüenza, a veces, delante de un perro. 
Extracto del Diario de un perro viejo: “Los humanos no comen los huesos que la cocinera hizo hervir para la sopa, ni beben el agua en que los hirvió. ¡Qué idiotas!”
Es necesario educar a una mujer de modo que sepa reconocer sus errores; de otro modo, siempre creerá tener razón.
Predicar la novedad en el arte es propio de los inocentes y los puros; pero ustedes, rutinarios, ¡ustedes han tomado el poder y no consideran como legítimo sino lo que ustedes hacen! ¡Nada más! El resto del arte, ustedes lo aplastan. 
“Hazte amigos de injusta riqueza”, reza el proverbio, porque la riqueza justa no existe ni puede existir.
Los muertos no se avergüenzan aunque hieden horriblemente.
Si alguien elije una ocupación que le es ajena, el arte por ejemplo, se vuelve infaltablemente un funcionario. ¡Cuántos funcionarios en la ciencia, el teatro y la pintura! A aquel a quien la vida le es ajena; a aquel que no está dotado para la vida, no le queda más remedio que volverse un funcionario.
Me he dado cuenta de que, no bien uno se casa, pierde toda curiosidad.
Detrás de la puerta de un hombre feliz debería haber siempre alguien con un pequeño martillo: alguien que no dudara en darle un golpecito para recordarle que hay gente infeliz y que después del tiempo de la dicha vendrá el de la desdicha, infaltablemente. Una correspondencia. Un joven sueña con consagrarse a la literatura. No deja de decirlo en las cartas a su padre. Por fin se decide abandonar su empleo y parte a Petersburgo y se consagra a la literatura… consiguiendo el puesto de censor.
Un hombre, a quien la rueda de un vagón arrancó una pierna, se inquieta porque en la bota de la pierna perdida había 21 rublos.
¿Qué se puede esperar de un hombre que después de haber cometido tantas ignominias es capaz de llorar? Que las generaciones futuras alcancen la felicidad: pero, eso sí, sin dejar de preguntarse qué ideales tuvieron sus antepasados, en nombre de qué sufrían.
“…Esa mujer… Me casé a los veinte años, no he tomado un solo trago de vodka en toda mi vida, no he fumado un solo cigarrillo…” Y sin embargo… Después que hubo pecado todos lo amaron más aún y le tuvieron más confianza. Y, caminando por la calle, comenzó a darse cuenta de que la gente era más tierna y gentil con él, sólo porque era un pecador. Una mujer de ideas radicales, que sin embargo se santigua cada noche antes de dormirse y está secretamente llena de prejuicios y supersticiones, escucha decir que para ser feliz hay que hacer hervir, de noche, un gato negro. Roba un gato y, cuando todos duermen, se lo cocina.
Hay escritores cuyas obras, consideradas por separado, nos parecen brillantes, pero en conjunto apenas si nos impresionan. Por el contrario, en otros casos, un solo libro no nos sugiere nada en particular, pero el conjunto de las obras nos parece límpido y brillante.
La muerte nos causa espanto. Pero sería aún más espantoso saber que viviremos eternamente, sin morir una vez sola.
La universidad desarrolla todas nuestras capacidades, incluso la idiotez.
Festejaban el cumpleaños de un hombre modesto. Aprovechaban la ocasión para hacerse ver, para halagarse los unos a los otros. Y no fue sino al fin de la velada cuando cayeron en la cuenta: el héroe de la fiesta no había sido invitado, se habían olvidado de él.
¡Qué hartos estamos de nuestro propio servilismo, de nuestra hipocresía!
“Cigarras de la mejor calidad”, leía X, al pasar todos los días por la calle y, cada vez, se sorprendía: ¿cómo es posible que vendan cigarras, y quién puede tener necesidad de una cigarra? Sólo treinta años más tarde leyó con atención: “Cigarros de la mejor calidad”.
Algunas clases, no las que trabajan sino aquellas que se proclaman dirigentes, no pueden privarse mucho tiempo de la guerra. Sin guerra, se aburren. La ociosidad los fatiga y los enerva, no saben ya para qué viven, se devoran mutuamente, ponen todo su esfuerzo en decirse la mayor cantidad de maldades posible, aunque tratando de quedar impunes. Pero llega la guerra, afecta a cada uno, se inmiscuye en todas partes, y la infelicidad va tejiendo lazos entre los unos y los otros.
Una niñita, deslumbrada por su tía: Qué bonita es... ¡como nuestro perro! Un niño de buena familia, caprichoso, malcriado, testarudo, agota a toda su familia. Su padre, un funcionario, mientras está tocando el piano, siente que lo odia. Un día lo lleva al fondo del jardín y lo castiga con placer y, enseguida, siente un profundo disgusto. El hijo llegó a oficial, pero el disgusto persistió.
La madre es una mujer de convicciones, el padre también. Dan clases. Escuelas, museos, etc. Ganan dinero. Y sus hijos son la gente más ordinaria que puede imaginarse: derrochan, especulan en la bolsa.
Marido y mujer tienen siempre invitados en casa, porque si se quedan solos, se estrangulan.
Si no quieres tener mucho tiempo, no hagas nada.
Son miembros de una sociedad para el fomento de la sobriedad, pero beben cada tanto una copa.
El hombre inteligente dirá: “Eso es mentira, pero como el pueblo no puede vivir sin la mentira, como la historia la ha consagrado, sería muy peligroso suprimirla de un solo golpe; dejemos intacta la mentira por el momento, sólo con algunas correcciones”. Pero el genio dirá: “Es una mentira: no debe existir”.
Un escritor sin talento alguno, que se obstina en escribir, hace pensar, por su orgullo, en un pontífice.
La esposa es escritora. Esto disgusta al marido que, sin embargo, por delicadeza, nunca le dice nada, y sufre toda la vida.
Para una pieza: un personaje que miente todo el tiempo, sin necesidad ni razón. Cuando un actor tiene dinero, no son cartas lo que envía, no, sino telegramas.
Todo es mejor allí donde no estamos; el pasado sólo puede parecernos maravilloso cuando lo dejamos atrás.
Una mujer de muchísimo dinero, lo esconde por todas partes: alrededor de su cuello, entre sus piernas. No me espantan ya los esqueletos. Me espanta que ni los esqueletos me espanten.
Entre los insectos, el gusano se vuelve mariposa; entre los humanos, por el contrario, es la mariposa la que se vuelve gusano. Más vale morir a manos de un imbécil, que recibir de él un solo halago.
Comenzó una relación con una mujer de 45 años y a escribir historias de horror, casi al mismo tiempo.
Un viejo de 80 años dice a otro, de 60: ¿No le da vergüenza, joven?
Si usted teme a la soledad, no se case.
Un consejero de Estado, un hombre respetable. De pronto se descubre que, sin que nadie lo sepa, es el dueño del prostíbulo.
Para estudiar a Ibsen, ha aprendido el sueco, le ha consagrado mucho tiempo de trabajo; y de pronto se da cuenta de que Ibsen es un escritor mediocre; y se pregunta qué podrá hacer ahora con su sueco.
Una joven inteligente: Yo no sé fingir… yo no miento jamás… yo tengo principios… Todo el tiempo yo… yo… yo…
Todo aquello que los viejos no pueden hacer está prohibido o se considera punible.
Qué agradable quedarse en casa cuando la lluvia tamborilea sobre el tejado y sabes que no tienes alrededor a nadie que te moleste o que te aburra.
Dios mío, no me permitas juzgar aquello que no comprendo o no conozco. No me dejes siquiera hablar de ello.
Mi lema: No necesito nada.

Eduardo García Aguilar habla de Garramuño

SAMEDI 13 AVRIL 2019 LAS AVENTURAS LITERARIAS DE AGUILERA GARRAMUÑO  Por Eduardo García Aguilar La Universidad Veracruzana ...