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lunes, 26 de noviembre de 2012

El el Valle del Tequendama, Taller en la Universidad Nacional, La luz difícil

En una casa de campo en el Valle del Tequendama. Competencias con mi hermano Gustavo, el descargador de buques: competencias de apnea y de panzas gordas. Yo gané la de apnea: tres piscinas de 15 metros bajo el agua; él hizo dos y media. Él ganó la competencia de panzas gordas: tiene por lo menos diez centímetros más que yo (también su cabeza sobreagua a la mía en siete centímetros). ¿Escenario? Casa de campo de unas parientas (dos lindas, diminutas, ancianas) en el Valle del Salto del Tequendama. Ayer impartí una larga y agradable conferencia ante alumnos del pregrado de la maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Central. Aunque los muchachos ya habían soportado cuatro horas sentados, escuchando los cuentos de sus compañeros, fueron aun más allá en su estoicismo: una hora de conferencia de MT (con las mismas historias de siempre: thank God LL no estuvo presente) y una hora más de preguntas. Luego firmar libros, las fotos de ley y el pago correspondiente: me invitaron a comer una arepa boyacense, un perro caliente y a tomar una colombiana (me refiero al refresco llamado Colombiana, honi soit qui mal y pensé). Hoy es 24 de noviembre de 2012. Fui el primero en levantarme. Salí a la sala, me instalé en una especie de sillón recamier y me dispuse a terminar de leer La luz difícil, de mi amigo Tomás González, en cuyo apartamento en Nueva York estuve en 1988. Salió la prima Susana, chiquita, seca, me dijo qué haces ahí en ese frío. Leyendo, le dije. Fue a traerme una cobija. Hay que cuidar al viejito, ironicé. Sin una sonrisa se alejó. Ella me rinde tributo porque me llamo Marco Tulio Aguilera, como mi padre, a quien ella (y toda la familia vieja) reverenciaba como a un dios. Terminé de leer la “novela” de Tomás. ¿Novela? No. Yo, que conozco a Tomás, sé que es un libro en el que ha cifrado su existencia de melancólico, de hombre que tuvo la fortuna de encontrar en el amor y en la literatura esplendores suficientes para justificar su vida y al que luego le cayó la malaventura como una lluvia de brea ardiente. ¡Cómo me gustaría ver a Tomás! Mirarnos a los ojos y saber que cada cual por su camino avanza hacia la muerte tratando de entender, o por lo menos de disfrutar lo que nos ha tocado vivir. Un gato y un perro que compiten por las caricias de los que hemos llegado a esta casa de campo, se acercan a mí. Quieren afecto y se los doy. LL sigue empeñada en no comunicarse conmigo. Siempre, a lo largo de mi vida, estoy esperando buenas noticias en cualquier momento. Ahora estoy en Colombia, bastante relajado, en este otro paraíso de la finca en el Tequendama. Podría ser que hoy mismo se diera la noticia de que me han otorgado en Premio Tusquets. Entonces yo tendría que alterar mis planes, abandonar mis compromisos y volar de inmediato a Guadalajara. Aparece con un plato en la mano y dice: “Amanecí con la arepa en la mano”. Son las 12 del día. Hace un calor infernal en esta casita prefabricada de las primas Susana y Pam, la casa de campo de nuestras primas hermanas. Yo estoy tendido en un sillón recamier. Ya leí El Tiempo y El Espectador. Los periódicos en Colombia son magros, secos, con muchos avisos clasificados y algunas columnas de opinión en las que se repiten los mismos temas. Poco hay legible, aparte de un largo reportaje sobre la explotación del cortran en el Guainía. El cortran es un mineral siete veces más valioso que el oro y la marihuana y la coca. Las FARC controla la explotación. Los periódicos siguen machacando con cualquier noticia resobada sobre García Márquez. La Nena y Pam cocinan como alquimistas. Los demás están en la piscina jugando voleibol. Hoy por la tarde regresaré a Bogotá para descansar y estar listo para las conferencias y talleres en la Nacional. En la piscina estuve hablando con la novia de Gustavito: ella está dispuesta a rescatar a su amor del cáncer. Le comenté que ese amor me hacía recordar el de von Aschenbach y Tadzio en Muerte en Venecia. Mi hermana intervino: ya no hables con MT: todo lo que digas puede aparecer en su próxima novela.

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