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miércoles, 13 de febrero de 2013

Carta de Lirian Marulanda


 Una amorosa carta de mi vieja amiga Liran Marulanda en la que rememora nuestra amistad de ya casi cuarenta años y recuerda los tiempos de la escritura de mi primera novela, Breve historia de todas las cosas (1975) cuando estudiábamos en la Universidad del Valle, ella Letras, yo Filosofía, en Cali.
Marco Tulio:
En el principio de los tiempos tuve en mis manos un pequeño libro, que leí y releí tantas veces, para entenderlo y comprenderlo, que terminé dejándolo ahí y pensando que con la madurez del ocaso podía llegar a su esencia. Con el paso de los ires y venires de la historia, he regalado ese pequeño cúmulo de letras y enigmas, junto con todos los otros libros escritos por Marco Tulio a mi amado hijo Eduardo, quien los ha gozado y disfrutado sin paciencia ni temor.
En el ocaso, tal vez entienda mejor aquello de los principios e inicios, aunque poco me importa. He gozado hasta la estruendosa carcajada. He soñado sin sueño los laberínticos enredos de la hebra de hilo en el bolsillo del escribiente, que al tocarla se hace indescifrable, aunque al encontrar la punta, mana cual lánguido hilo de agua en una imponente caída de 60 metros de mirada hacia el infinito arriba de los cielos inalcanzables.
He encontrado en las sublíneas, entrelíneas y en la omnipotencia y consistencia del escribidor-historiador, aquellos secretos que bien tenemos guardados en lo más profundo de la memoria arquetípica de la humanidad, y esa memoria que sólo él y yo compartimos y sabemos que tenemos, aunque dudamos del recuerdo o los gazapos que nos deja el confuso hecho de los recuerdos que se trastocan y no sabemos cómo llegan, cómo van y si es que son míos o de Marco Tulio.
He cantado a la vida, a través de los enigmas que de tan claros y transparentes se ocultan a la vista del miope lector. He encontrado la tan ansiada salida del laberíntico acaso de la literatura, enmarañada por la teoría y el submundo de la realidad real, de las normas y leyes que rigen al escribiente, para toparme con la encantadora verdad: la vida es un cuento para recrearlo, gozarlo, sentirlo y vivirlo a plenitud.
Gracias amado e inconmensurable amigo por el privilegio de considerarme entre los cinco dedos de tu mano derecha y ser el índice que señala la obra maestra que has parido sin dolor, en medio del canto de las sirenas y delfines que no han dejado de acompañarte desde aquellos tiempos, cuando éramos ancianos escarbando las teorías en textos inexpugnables.
Lirian

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