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miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL ORGASMO SIN MÁSCARA

Me escondió los zapatos para que no saliera de casa. Hemos hecho el amor casi a diario:
            --Te voy a confesar una cosa –dijo con gesto trágico.
            --¿Qué?
            --Yo nunca me he venido.
            --¿De dónde, de tu casa?
            --Nunca me he venido. Nunca he tenido un orgasmo, ¡tarado!
            --Pero entonces por qué gritas y te emocionas y me das las gracias y me dices miamor, mamor y luego me pides papel para ponerte entre las piernas y luego te duermes como santa Teresita de Jesús tras hacer la buena acción del día.
            --Te digo que nunca me he venido.
            --No lo creo.
            Meditó un instante. Me miró disparando su mirada bajo la línea perfecta de sus cejas. Frunció el bello ceño.
            --¿Qué es venirse? ¿Qué es un orgasmo? Dímelo tú que eres dizque el notario de la intimidad femenina.
            --Es una descarga emocional  y física intensa, incomparable. Luces, estrellas, relámpagos, agitaciones, te palpita todo el cuerpo, sientes que viste a Dios, cosas de esas.
            --Yo sí siento así bonito, pero no echo mucho líquido con bi bis como tú.
            --¿Entonces crees que la mujer se viene igual que el hombre y se  moja todas las piernas y se hace sopa con los bi bis?
            --¿No?
            --No. La descarga de la mujer es interna.
            --Entonces yo sí me vengo –suspiró aliviada o tal vez un poco desilusionada--. Creí que era anormal.
            --Que eres anormal, eres anormal.
            --No sé si eso sea elogio o insulto. Pero, bueno, dejémoslo entre pariéntesis.

            Volvió a reflexionar.
            --Ah, pero me gustaría tener puebas palpables, como las de los hombres.

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