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sábado, 26 de mayo de 2012

MURIÓ ROBERTO BRAVO GARZÓN

Una figura fundamental para entender lo que es hoy la Universidad Veracruzana es Roberto Bravo Garzón, cuyas glorias sin duda cantarán muchas personas. Bastaría conocer del apoyo que dio a la Orquesta Sinfónica y a la Editorial para saber que hoy esta institución es lo que es gracias en gran medida a él.
Yo lo que quiero es ser más anecdótico y contar cómo lo conocí. En 1979 Sergio Pitol y yo fuimos premiados en el Concurso de Cuento de La Palabra y el Hombre, un concurso cuya importancia puede medirse por la calidad de los autores premiados a lo largo de los años: Juan Villoro, Guillermo Samperio y una larga cauda de los que entonces no éremos más que principiantes y hoy formamos parte de la literatura mexicana y latinomaericana.
Entre los miembros del jurado estaba Eraclio Zepeda, quien en la fiesta de ceelebración, con sus alcoholes encima, le dijo al entonces rector Bravo Garzón (también con sus alcoholes encima): ¿Por qué no te traes a este muchacho a trabajar a la Veracruzana? (por etonces yo tenía 30 años, usaba pelo largo y botas de tacón altísimo).
Y a continuación Eraclio le hizo un resumen de mi curriculum de forma tan ditirámbica, que Bravo Garzón no tuvo más alternativa que decirme:
--Pues que se venga Marco Tulio a Xalapa. A ver a dónde lo acomodamos.
Pasada la fiesta, con mis 10 000 pesos del premio, regresé a Monterrey, donde yo trabajaba como un buey dictando 30 horas de traducción en la Facultad de Idionmas de Universidad Autónoma de Nuevo León, liquidé un asunto de amores que ya llevaba varios años sin solución, vendí mis cosas, metí cuatro trapos en mi VW llamado Alimaña (comprado con el Premio que me dio ese mismo año la Universidad Juárez del Estado de Durango) ... y me dejé venir a Xalapa.
Aquí me recibió en su casa el poeta Angel José Fernández y luego me llevó a rentar un apartamento por el Macuiltépetl.
Cuando fui a visitar al rector Bravo Garzón me encontré con la sorpresa de que no me quiso recibir.
Y de pronto me veo en Xalapa, sin trabajo, con una pequeñe reserva de dinero y en medio de una niebla londinense.
Tuvieron que pasar varios meses antes de que consiguiera trabajo haciendo adaptaciones radiofónicas en Radio Universidad y luego asistiendo a la Editorial de la Universidad Veracruzana, donde comencé desde abajo, gracias al apoyo de Sergio Galindo.
A partir de entonces sólo vi a Bravo Garzón en las noticias y me enteré de sus francachelas con Chateau Laffite, amenizadas por los conjuntos universitarios.
Me haya ignorado o no, le agradezco a Bravo Garzón el acto de haberme invitado a trabajar en la ciudad y en la institución donde he estado treinta y tres años.

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