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sábado, 26 de marzo de 2011

LA BALADA DE LOS BANDOLEROS BALADÍES, PREMIO LATINOMAERICANO DE NOVELA 2010

NOVELA PREMIADA CON EL PREMIO LATINOAMERICANO SERGIO GALINDO ES UN ATERRADOR TESTIMONIO DE LA VIOLENCIA
Marco Tulio Aguilera
Hay en Colombia toda una tendencia novelística a la que han llamado el sicariato. A ella pertenecen novelas que han alcanzado una celebridad en general basada en el escándalo, la violencia, la falta de escrúpulos, la exhibición casi gozosa de lo peor de la naturaleza humana: masacres, desmembramientos, decapitaciones, desollamientos, prostitución de adolescentes y niños, exterminios masivos, venganzas, niños que asesinan a cambio de una dosis de marihuana… todo lo imaginable, en esas novelas se repite hasta el delirio en escenas que harían palidecer de envidia al marqués de Sade, escenas que son exhibidas y consumidas por un público casi insaciable que sigue con apasionamiento novelas como Rosario Tijeras, Sin tetas no hay paraíso, Satanás, Buda Blues. No olvido que hace algunos años Gustavo Álvarez, escritor que ya abomina de la literatura, me dijo: “Ya lo que tú escribes no le interesa a nadie en Colombia. El amor es un tema desterrado. Aquí sólo tiene público la muerte, mientras más atroz, mejor”. No es vituperable, opino, que se traten estos asuntos que han acompañado a la humanidad desde siempre (recordar por ejemplo que los romanos crucificaron a los seguidores de Espartaco equidistantemente cada diez metros a lo largo de cientos de kilómetros, por ejemplo, o que los nazis tuvieron como programa moralizante exterminar a la raza judía o que los aztecas sustentaban con sangre el edificio de su concepción del mundo), pero sí que se narren estas escenas con frialdad quirúrgica, sin algún tipo de poetización, explicación o metaforización. Todo en esta malaventurada humanidad tiene un significado, y eso es lo que soslayan muchas de estas novelas. Hay en el público, particularmente en el colombiano, el gringo y ahora el mexicano, una especie de encanto por la muerte: basta recordar el fanatismo que tienen los gringos por sus asesinos seriales y el éxito que ha alcanzado en México la serie televisiva llamada Mujeres asesinas y la popularidad casi invulnerable del ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe, que hizo un gobierno  genocida entre los aplausos de multitudes. ¿Qué hay detrás de todo esto? Alguien, tal vez un anónimo creador, parece querernos acostumbrar a convertir a la muerte en una especie de carnaval al que podemos asistir risueños… hasta que nos toque el turno de poner la cabeza en la guillotina.
¿A qué viene todo este resobado y resabido discurso? A que estoy leyendo la novela premiada en el Concurso de Primera Novela Sergio Galindo 2010 y veo en  ella, leo en ella, la culminación, el exacerbamiento de esta especie de cultura de muerte. Los asesinatos se cuentan en esta novela por miles y van repitiéndose sin la profunda reflexión que ocasiona en Raskolnikov el asesinato de la anciana usurera de  Crimen y castigo. ¿Perjuicios que causa esta literatura? En Colombia se atribuye a estas novelas y series televisivas el aumento de la sevicia de los asesinatos, el crecimiento de las pandillas de sicarios, la pérdida de la sensibilidad hacia el arte, el culto al dinero, a la falta de compromiso, el odio a la patria, a la vida. Pero, ¿todo este arte necrofílico es acaso un invento de mentes perversas? Evidentemente no: en Colombia pasa todo eso y más.
La novela de este joven colombiano, Daniel Emilio Ferreira Gómez, La balada de los bandoleros baladíes, se lee casi sin aliento, con una especie de encanto por el horror. No tiene un estilo depurado, más bien escribe apenas con brochazos de palabras, palabras efectivas, con poca elaboración, pero directas. Narra la venganza de un   monstruo moral contra un mundo que sólo le ofreció ignominia, asco, horror y que no tuvo en su existencia ni un solo instante de paz. Estremecedora, resulta ser un espejo de lo que ha sucedido en Colombia, está sucediendo en México y puede suceder en el mundo. Apocalíptica, sin duda, como la novela Necrópolis,  de Santiago Gamboa, no es sin embargo una obra depreciable, sino un testimonio descarnado, quizás cínico o amoral, que exige lectura. Y, hay que decirlo, es la mejor novela de cuantas hayan sido premiadas en el Concurso Primera Novela Sergio Galindo, promovido por la Editorial de la Universidad Veracruzana.

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