Una
amorosa carta de mi vieja amiga Liran Marulanda en la que rememora nuestra
amistad de ya casi cuarenta años y recuerda los tiempos de la escritura de mi
primera novela, Breve historia de todas las cosas (1975) cuando estudiábamos en
la Universidad del Valle, ella Letras, yo Filosofía, en Cali.
Marco Tulio:
En el principio
de los tiempos tuve en mis manos un pequeño libro, que leí y releí tantas
veces, para entenderlo y comprenderlo, que terminé dejándolo ahí y pensando que
con la madurez del ocaso podía llegar a su esencia. Con el paso de los ires y
venires de la historia, he regalado ese pequeño cúmulo de letras y enigmas,
junto con todos los otros libros escritos por Marco Tulio a mi amado hijo
Eduardo, quien los ha gozado y disfrutado sin paciencia ni temor.
En el ocaso,
tal vez entienda mejor aquello de los principios e inicios, aunque poco me
importa. He gozado hasta la estruendosa carcajada. He soñado sin sueño los
laberínticos enredos de la hebra de hilo en el bolsillo del escribiente, que al
tocarla se hace indescifrable, aunque al encontrar la punta, mana cual lánguido
hilo de agua en una imponente caída de 60 metros de mirada hacia el infinito
arriba de los cielos inalcanzables.
He encontrado
en las sublíneas, entrelíneas y en la omnipotencia y consistencia del
escribidor-historiador, aquellos secretos que bien tenemos guardados en lo más
profundo de la memoria arquetípica de la humanidad, y esa memoria que sólo él y
yo compartimos y sabemos que tenemos, aunque dudamos del recuerdo o los gazapos
que nos deja el confuso hecho de los recuerdos que se trastocan y no sabemos
cómo llegan, cómo van y si es que son míos o de Marco Tulio.
He cantado a la
vida, a través de los enigmas que de tan claros y transparentes se ocultan a la
vista del miope lector. He encontrado la tan ansiada salida del laberíntico
acaso de la literatura, enmarañada por la teoría y el submundo de la realidad
real, de las normas y leyes que rigen al escribiente, para toparme con la
encantadora verdad: la vida es un cuento para recrearlo, gozarlo, sentirlo y
vivirlo a plenitud.
Gracias amado e
inconmensurable amigo por el privilegio de considerarme entre los cinco dedos
de tu mano derecha y ser el índice que señala la obra maestra que has parido sin
dolor, en medio del canto de las sirenas y delfines que no han dejado de
acompañarte desde aquellos tiempos, cuando éramos ancianos escarbando las
teorías en textos inexpugnables.
Lirian
No hay comentarios:
Publicar un comentario