Como no encontré la portada de Paraísos hostiles subí la de Las noches de Ventura, casi contemporánea |
Y hoy, 32 años después, mientras
estoy escribiendo esto me doy cuenta de
que en la novela que por entonces tenía en proceso, Monterrey, Así es la vida, finalmente publicada bajo el título de Paraísos hostiles, de alguna manera quise
repetir el proyecto de Cela: mucha, mucha gente reunida toda en un mismo sitio,
y cada una contando su historia. La diferencia es que yo sí le busqué un
sentido general a esa “comedia humana” y lo encontré en el último capítulo de El
origen de las especies. Reproduje
las líneas finales: “No hay más ley que la guerra no otro consuelo del amor.
Así es la vida”.
El fracaso lamentable (y explicable:
el editor ya iba en picada hacia la bancarrota y la obra es todo menos
convencional) de esta novela en la que trabajé tantas horas de pie ante un
atril que sostenía mi Olvetti Lettera 22, no me hace pensar que sea inferior a
otras, que recibieron, como Mujeres amadas 60 u 80 reseñas casi todas
elogiosas, o como Breve historia de todas
las cosas, a la que en el 2009 le quité la palabra “breve” y le agregué 200
páginas, que fue comparada con Cien años de soledad y elevada por medio
de valoraciones críticas casi insuperables. El fracaso de Paraísos hostiles, no hace que yo la considere inferior. Es una
novela cerrada y pulida como una esfera de acero quirúrgico. Sé que vale. No ha
habido reedición. Tengo tres ejemplares envueltos en pástico. Ya le llegará su
hora. Y si no le llega. ¡A la mierda! Le echo un cinco al piano y sigo el
vacilón.
Debo
escribir más sobre esta novela inquietante. Lo haré después de dedicarme a algo
más leve y
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