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lunes, 30 de abril de 2012
LA FIESTA DE LAS LETRAS. AUDIO DE CUENTO INFANTIL
El siguiente es un audiolibro con un cuento inédito infantil que pronto publicará Educación y Cultura, de Méxicohttp://albalearning.com/audiolibros/varios/aguilera_lafiesta.html
jueves, 26 de abril de 2012
EL DIA EN QUE CLARICE LISPECTOR TERMINÓ EN LA CÁRCEL POR FUMAR MARIHUANA
Yo tengo una historia menos doméstica de Clarisce Lispector.
Asisitió a un Congreso de Escritores organizado por Gardeazábal (al que
asistieron Vargas Llosa, Onetti y otros famosos). Clarice se aburría oyendo
ponencias, se hizo amiga que un poeta caleño que se llamaba o se apodaba
Octavio Paz (no es invento: debe de estar vivo todavía, aunque no he vuelto a
oír de él). Octavio la llevó a ella y al querido Edmundo Valadés, director de
la revista El Cuento, en la parte
trasera de su moto. Clarice quiso entrar en una iglesia. Se sentó en una banca,
mirando a la Virgencita, al lado de Octavio y se pusieron a fumar marihuana.
Terminaron en la cárcel, de donde los rescató Gardeazábal a las cinco de la mañana.
sábado, 21 de abril de 2012
EL GUARDIAN DE LA REINA ROJA DE BEATRIZ MEYER Y ENRIQUE PIMENTEL
Notas para presentar El Guardián de la Reina Roja
Editorial Educación y Cultura, Colección Jeunesse, 2012
Editorial Educación y Cultura, Colección Jeunesse, 2012
Luisa,
hija de un arqueólogo famoso, quiere ser escritora y escribir un best-seller sobre sus aventuras con su hermano Germán, la gata Nieve desaparece
llevando al cuello un extraño collar, raros pájaros como gárgolas prehistóricas
son avistados en las azoteas de Puebla, el arqueólogo guarda un mapa en una
caja fuerte. Ese mapa remite a Palenque y a una sepultura donde está la Reina
Roja, una de las más importantes mujeres de la antigua Mesoamérica, esposa del
rey Pakal. Una ola de muertos y atentados, robos, violaciones y asaltos,
terremotos, inundaciones, azota México y el mundo, crece como una plaga una
desconocida hierba roja que comienza a cubrirlo todo. Así se incia El
guardián de la Reina Roja, obra
verdaderamente inclasificable de Beatriz Meyer y Enrique Pimentel. Como en Alicia en el país de las maravillas uno
no sabe si la gran aventura fue motivada por unas pastillitas alucinógenas o si
de verdad sucedió lo que se cuenta o si lo que estamos leyendo es una novela
escrita por la niña Luisa, la que aspira a escribir un best-seller.
El guardán de la Reina Roja es una novela
que involucra las profecías mayas del fin del mundo, involucra a los maras, al
México y el mundo contemporáneo, con sus crisis, sus desastres y sus esperanzas.
La joven Luisa, de 14 años, descubre que
es descendiente de la Reina Roja de Palenque. Y súbitamente halla que el
destino de la Tierra depende de que ella cumpla una misión que es, ni más ni
menos que evitar el cataclismo final de la Tierra, y evitar que se cumpla la
profecía maya que anuncia el fin del mundo para el 21 de diciembre de 2012.
Como en
los cuentos de Lovecraft, en la civilización maya se consideraba que hubo un
tiempo en que las fuerzas del bien lograron dominar las fuerzas oscuras y las
sumieron en el infierno, pero que cumplido un ciclo o roto un sello estas
fuerzas oscuras volverían a salir para intentar destruir la tierra. No son
muchos los libros de autores mexicanos en los que se intenta descifrar el
misterio de la civilización maya, “pueblo de sabios y magos poderosos”.
Recuerdo una novela de Hernán Lara Zavala, llamada Península, Península¸ que aunque tiene una trama interesante y personajes atractivos, en mi opinión eludió
profundizar en el enigma de los mayas: por qué una civilización tan poderosa e
imaginativa, súbitamente desapareció, sin dejar más que vestigios, monumentos,
arquitecturas asombrosas, y como descendientes, a grupos humanos que fueron
sojuzgados, negada su identidad, tragados por una civilización menos poderosa
espiritualmente hablando.
El guardián de la Reina Roja, a más
de ser una novela juvenil inteligente para
jóvenes inteligentes, interesará sin duda a todo tipo de lectores. Hay en
ella un ritmo cinematográfico que recuerda las películas del ciclo de Lara
Croft y de En busca de la esmeralda
perdida. Hay alusiones a la gran
literatura: a Dante, con su Divina
Comedia, cuyo Infierno, es de alguna manera semejante al infierno maya,
el Xibalbá, donde se hallan como en una caja de Pandora, atrapadas las fuerzas
malignas, esperando que se cumpla el Quinto Sol. Cuando se cumpla, esas fuerzas
malignas saldrán a acabar con todo. Pues la misión de la niña Luisa, la niña
novelista (tras la cual es casi inevitable pensar en una Bety Mayer adolescente)
es visitar el infierno maya, como visitaron el infierno Dante, Orfeo, Osiris y
otros famosos. La niña debe entrar en el infierno y llevar a cabo una misión
que no les voy a contar para no echarles a perder la novela. Novela de acción,
novela juvenil, novela de indagación antropológica, juego de puntos de vista,
manejo de documentos, uso inteligente de recursos de las redes sociales,
exploración del mundo de las drogas, de la incipiente sexualidad adolescente,
todo ello se mezcla en esta obra, que no es precisamente la primera en la que
colabora este dúo dinámico: Meyer-Pimentel. Antes nos habían ofrecido, en esta
misma editorial, Educación y Cultura, una novela apasionante, original como quizás
ninguna otra en la literatura mexicana, una novela
llena de imaginación, bien escrita, divertida, muy original. Se llama Tajín 365 y recupera de forma
contemporánea los mitos prehispánicos. Es obra también del dúo dinámico Meyer-Pimentel.
Tal vez el dúo siga cooperando para crear una saga en la que el pasado
prehispánico regrese a nosotros a manera de gran literatura. Vale la pena leer
las obras de este desde ahora famoso dúo dinámico.
Muchas
gracias.
domingo, 15 de abril de 2012
BORGES HABLA SOBRE LA CREACIÓN POÉTICA
La voz de Borges: una
conferencia
TOMADO DE SOLOLITERATURA
[Autoridades, Señoras y Señores:] Me
piden que hable de la creación poética. (...) La creación poética (...) parte de
la memoria y la memoria está hecha sobre todo de olvido; ya que la memoria, como
dijo Bergson, escoge lo que quiere o debe olvidar. Yo escribí un cuento sobre un
hombre abrumado por una memoria infinita, ese cuento se llama "Funes el
memorioso". Felizmente nuestra memoria no es infinita, uno puede olvidar, uno
puede inventar. Y todavía hay otro hecho: que cada lengua es una tradición, una
tradición literaria y poética. Yo no estoy seguro de que la palabra lune,
por ejemplo, en latín, en español, en italiano, en portugués o en rumano sea la
misma palabra que la palabra lune en francés. La palabra lune es
más fina y además es una sílaba, como esa palabra inglesa, muy larga,
moon.
Todas esas palabras no significan lo
mismo, todas esas palabras corresponden a una literatura anterior, es decir, si
digo lune hay que pensar que esa palabra ha pasado por Verlaine, que la
palabra moon ha pasado por Shakespeare y que la palabra "luna" ha pasado
por Virgilio; entonces, cada lengua es una tradición.
Con relación a la creación poética he
leído algunos libros de estética, conozco mi Aristóteles, mi Benedetto Croce,
por ejemplo, pero he preferido leer las reflexiones de los escritores. Sé que
hay dos teorías extremas de la poesía. La primera, que sería la segunda en el
tiempo, sería la de aquel gran poeta romántico, Edgar Allan Poe, al cual todos
debemos alguna cosa, como a Walt Whitman. La teoría de Poe, que él ha expresado
en su Filosofía de la composición, es que la poesía, la creación poética,
es un acto intelectual. Bien, yo estoy seguro de que él se equivoca. El tomó su
propio poema, un poema que ha sido bien mejorado por sus traductores, por
Baudelaire, por Mallarmé —"El cuervo"—, un poema bastante mediocre en inglés, y
explicó cómo llegó a ese resultado. Según él, comenzó por la idea del refrán; la
importancia, la fuerza estética del refrán. Entonces pensó: los dos sonidos más
sonoros de la lengua inglesa son [eer] y [oor], entonces llegó,
inmediatamente, según él, a la palabra nevermore y después pensó: es
bastante extraño que un ser dotado de razón repita continuamente la misma
palabra, entonces pensó en un animal, pensó en un loro, pero en fin... la
dignidad poética le hacía falta. El leía en ese tiempo Barnaby Rudge de
Dickens y ahí encontró un cuervo, entonces el cuervo le sugirió el busto de
Palas, el busto le sugirió una biblioteca y siguió así, por un sólido
razonamiento, hasta la escritura de su bastante mediocre poema "El cuervo".
Según él, comenzó por el último verso, Shall be lifted nevermore!, y
después escribió el resto para llegar a ese fin, un poco melancólico, diría yo.
Y bien, esta teoría de la composición poética como un acto intelectual, como una
serie de razonamientos y de silogismos es, me parece, del todo inexultable. Es
extraño que esa idea clásica sea la obra de un gran escritor romántico, como lo
era sin duda Edgar Allan Poe, sobre todo siendo que él no escribía versos sino
maravillosas fábulas en prosa, por ejemplo, Las aventuras de Arthur Gordon
Pym.
Y tenemos la otra idea. Es la antigua
idea de la inspiración. Esa palabra es demasiado grandiosa para mí, pero ¿por
qué no aceptarla durante el curso de esta charla?... Y bien, la idea de la
inspiración es la idea del poeta como secretario, digamos: como alguien que
recibe el dictado de una fuerza desconocida. Entonces. los griegos pensaban en
las musas, los hebreos pensaban en los reyes, en el espíritu... Esa idea es más
posible. Se puede pensar también en lo que el gran poeta irlandés William Butler
Yeats llamaba great memory, la idea de que en cada uno de nosotros yace
la memoria de nuestros ancestros. Somos infinitos. Entonces el poeta no se puede
reducir a su realidad personal y recibe cuando escribe esa gran memoria. Se
podría pensar también en los arquetipos platónicos, eso sería lo mismo; es
decir, uno tiene todo y uno lo expresa.
Y bien, eso puede aceptarse o no. Una
cosa es más verosímil que la otra. Yo quisiera hablar de mi larga experiencia,
mi modesta experiencia. Yo pasé... yo consagré toda mi vida a la literatura.
Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir:
yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien
quizá me dio esa idea. Y bien, sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y
escribiendo, y tal vez publicando, pero eso no es importante, no hace parte de
un destino literario, pero en fin... yo hice eso. Hice lo posible, no por leer
todos los libros, como decía Mallarmé, sino, en fin, para leer los libros que me
gustaban. Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una
carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil. Entonces voy a
contarles, puesto que estamos hablando de una manera tranquila, espero, mis
experiencias personales. Y bien, yo camino por las calles de Buenos Aires, por
la Biblioteca Nacional, que dirigí hace un tiempo y que dejé después, y, de
pronto, siento que algo va a llegar. Entonces espero. Ese algo llega. Es quizá
una fábula, una noción cualquiera, que no concibo de manera clara, pero percibo
siempre el comienzo y el fin y después me toca inventar lo que hay entre esas
dos cosas. Hago lo que puedo. Después siento que esa idea exige, digamos, un
cuento, un poema, un ensayo. Eso me es revelado después...
Las teorías pueden ser útiles para
estimular la poesía. Por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión
estadística para mí. Pero esa idea ha hecho de Whitman un gran poeta. La idea de
la democracia, esa extraña idea de escribir un libro con un personaje... un
triple personaje, una suerte de trinidad. Pues el Walt Whitman de Hojas de
hierba es el periodista Walt Whitman que lo escribe; una imagen muy
magnificada de su propia vida y esta idea es genial... Es decir que cada lector
es un poco Walt Whitman, Walt Whitman se dirige a él; cuando uno lee el libro
piensa haberlo escrito de una cierta manera. Y hay un hecho que quisiera
señalar, bastante extraño, y es que todo el mundo imitó el resultado de Walt
Whitman. Todo el mundo; por ejemplo, Lee Masters, por ejemplo, Neruda, por
ejemplo, Carl Sandburg —puede ser su mejor discípulo americano—, en fin... todo
el mundo imitó aquello a lo cual él llegó, pero nadie ha repetido esa extraña
experiencia de un héroe que fue tres personas: el escritor; una imagen
glorificada del escritor y el lector. Y bien, ésa es una manera de
trabajar.
Pero, a veces, mi punto de partida
fue un texto cualquiera, ya que, entre las experiencias humanas, quizá una de
las más bellas, una que asegura la felicidad de una cierta manera, es, como lo
sabemos todos, la lectura. O, como decía Emerson, otro gran poeta: la poesía
nace de la poesía; o, lo que yo dije anteriormente: la poesía nace del lenguaje,
pues cada lenguaje es una manera de sentir el mundo, cada lenguaje es una
literatura posible, incluso si no llega a serlo. Y bien, ésa es para mí otra
manera de la creación poética.
Pero hay otra manera que yo he
empleado para mis modestos fines, esa manera es una reflexión cualquiera. Por
ejemplo, la palabra "inolvidable", que yo pensé en inglés,
un-for-get-table. Bien... Comencé por esa palabra. Me dije: todos los
días empleamos la palabra "inolvidable"... pero si algo fuera inolvidable ¿qué
pasaría? Uno no podría pensar en otra cosa. Si alguna cosa fuera continuamente
inolvidable, entonces uno se volvería loco. Ese fue mi punto de partida para una
historia que yo escribí, puede ser que ustedes la hayan leído... se llama "El
zahir". Es una moneda de veinte centavos que es inolvidable. El hombre que la ha
visto se vuelve loco al cabo de algunas páginas. Es un cuento bastante corto. Y
en otra ocasión, partí de una reflexión abstracta también. Pensé en esa
admirable invención teológica de la eternidad. Me dije: en la noción de
eternidad se piensa que hay un momento, un momento divino evidentemente —no
pertenece al hombre sino a la divinidad—, hay un momento donde se encuentran
todos los momentos del tiempo, es decir, en un simple momento de la divinidad se
encuentra todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir. Y bien, pensé en
una categoría más modesta que el tiempo, el espacio. Uno puede imaginar, por qué
no imaginar, que en alguna parte hay un rincón donde se encuentran todos los
rincones del universo, entonces escribí una historia que quizá ustedes han
leído, "El aleph": yo no sé si es un buen cuento o no, ya mucha gente lo ha
leído y lo han encontrado... legible, digamos.
Y bien, mi punto de partida, en esos
dos cuentos, han sido esas dos ideas no muy interesantes, no muy nuevas que yo
sepa. Y además hay otra cosa: cada vez que escribí sentí la emoción, la emoción
de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción. sin pasión. La idea de
la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una
idea falsa. Y además. cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en
un hombre de letras esto pide una forma (...)
En La Odisea se lee que los
dioses dan desgracias a los hombres para que las generaciones siguientes tengan
algo que cantar. Veinticinco siglos después, Mallarmé pensó lo mismo, pero él
pensó en términos de un libro, dijo: "Tout abouti à un livre", es la
misma idea, la idea de que nuestras experiencias son hechas para el arte, son
hechas para hacer otras formas de arte. En este arte encontramos a primera vista
que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que
la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se
mezclan las interjecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor.
Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la
felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada mientras que el infortunio debe
ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del
arte, o también la nostalgia, la nostalgia está ligada a una felicidad perdida,
a un paraíso perdido.
Hay un gran poeta en España en el
presente, el gran poeta Jorge Guillén, que quizá es el único que haya cantado la
felicidad presente. No la felicidad como el paraíso perdido, sino como si él
estuviera en el paraíso. Yo no conozco ningún otro poeta que haya hecho eso.
Whitman hace lo posible por cantar la felicidad, pero uno siente que él era un
hombre triste, solo, y que su felicidad es un deber que él se impuso, que su
felicidad es una faena, digamos.
Yo comencé, como todos los
escritores, siendo barroco. Eso es una forma de timidez. Comencé siendo
sorprendente y genio. En el presente sé que no lo soy. Yo quería ser Quevedo o
sir Thomas Browne o Leopoldo Lugones y tantos otros... en el presente yo me
resigno a ser Borges. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Parece que, como yo, la gente
se ha resignado a esto y yo puedo ser Borges sin correr ningún
peligro.
Yo estoy muy sorprendido de
encontrarme aquí con ustedes. Es una forma de felicidad a la cual yo nunca había
aspirado o en la cual yo nunca habría pensado. Alfonso Reyes me dijo una vez:
nosotros publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Eso es
verdad. Cuando publico un libro lo olvido, lo olvido holgadamente. Cuando me
dicen, y es una noticia sorprendente para mí, que hay bibliotecas enteras
escritas sobre mí... yo no he leído ni un solo libro... yo continúo pensando en
el futuro... pienso que es enfermizo pensar en el pasado, pensar en aquello que
uno ha escrito. En el presente, pienso en mis libros futuros. Tengo 83 años,
entonces mi futuro no es verdaderamente grande pero, con todo, trato de mirar
hacia adelante y no hacia atrás pues eso es enfermizo.
Cuando yo era joven era barroco,
buscaba palabras muy antiguas o trataba de forjar palabras: en el presente
intento interferir lo menos posible en lo que escribo. Es decir, escribo... dejo
la página de lado, la releo al cabo de algún tiempo, suprimo todas las palabras
o frases que puedan sorprender al lector. Trato de que eso resbale e incluso
estoy obligado a veces a dar esa impresión aunque yo sepa que eso nunca ha
resbalado, y a cambiar y a corregir, y a corregir mi corrección, y así de
continuo... Pero yo quiero que el lector, cuando lea mis libros (...) los
mejores son El libro de arena, El informe de Brodie, La
cifra. Son mis mejores libros, se pueden olvidar los otros ampliamente, yo
lo he hecho. Yo pienso que alguien que no ha leído nada puede comenzar por La
cifra, en la poesía, y por El libro de arena, en la prosa.
En el presente intento ser lo más
simple posible, siendo complejo pero de una manera secreta y modesta, de una
manera no evidente. Es decir, yo no tengo estética, no busco los temas, los
temas me buscan, yo intento detenerlos pero al final ellos me encuentran,
entonces hay que escribir para quedarse tranquilo (...) En ese momento yo
publico o no. En general lo hago para quedar libre de los borradores, como decía
Reyes. Pero creo que cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si él
quiere que lo escriba en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa...
creo que la estética es dada a cada tema. Hay temas que exigen una novela, esos
no me han visitado, no creo que escriba una novela, he leído pocas novelas, he
escrito demasiados cuentos, quizá, y bastantes poemas también. Y, lo repito,
intento sobre todo ser legible. No pienso en el lector salvo en el sentido de
que intento que la lectura sea fácil y, si es posible, agradable.
Pero quizá he hablado demasiado.
Quizá la ocasión, las palabras que he dicho, no son más que un punto de partida
para las preguntas. Estaré muy contento de responder a sus preguntas. Les
prometo una sola cosa: la sinceridad, no puedo prometer otra cosa además de
eso... En fin, amigos, gracias.
Este es el texto de una
conferencia en francés dictada por Jorge Luis Borges y filmada por Alain Jaubert
y François Luxereau en el Collège de France en 1983. Considerando la traducción
como una traición, esta transcripción es una doble traición ya que no solamente
hemos pasado las palabras de Borges del francés al español, sino que las hemos
llevado de lo oral a lo escrito. Este atrevimiento es mucho más reprensible si
tenemos en cuenta el tratamiento y los largos silencios en busca de las palabras
apropiadas que revelan al observador la timidez del conferencista: sin embargo
la lucidez y el orden de las ideas expuestas bien merecen este atrevimiento. Los
puntos suspensivos entre paréntesis indican fragmentos incomprensibles, ya sea
por la calidad de la grabación o por el titubeo de la voz de Borges. Este
documento audiovisual se encuentra en la Vidiothèque de la ciudad de París y es
de libre consulta. La transcripción y traducción son de Juan Moreno Blanco. Se
publicó originalmente en la revista colombiana Número, y lo reproducimos
para recordar que en agosto de este año se cumplen cien años del nacimiento de
Jorge Luis Borges.
Encontrado en: http://www.nexos.com.mx/internos/saladelectura/borges4.asp
martes, 10 de abril de 2012
LO QUE SE HA DICHO DE MÍ
Foto en Barrio Gótico, Barcelona |
René Avilés Fabila, La Crónica, México
Guillermo Vega Zaragoza, Revista de la Universidad Nacional
“Así
como Cervantes parodió las novelas de caballerías, Garramuño parodió el
realismo mágico y creó lo que no dudo en llamar un clásico de la picaresca
contemporánea en lengua castellana”
Enrique
Pimentel, en la presentación en Puebla“Aventuro la opinión de que Historia de todas las cosas en menos de cinco años será considerada un clásico, a la altura de lo mejor que se ha escrito en lengua castellana”
Héctor D’Alessandro, Presentación en Barcelona
“Terminar la lectura de una novela y sentir deseos de tomarla de nuevo, extrañar sus personajes, comprobar la necesidad de llamar al autor para agradecerle, quizás sean tres de los “síntomas” que nos avisan que hemos leído algo fuera de serie. Y si pasan los días y sentimos igual, entonces uno se atreve a firmar, definitivamente, que ha leído algo fuera de serie”.
Félix Luis Viera, revista Otrolunes, Berlín
“Fiel a su afición por los excesos, Marco Tulio Aguilera Garramuño nos ha asestado, en las quinientas y tantas páginas su nueva Historia de todas las cosas, más que una novela, un tumulto de fabulaciones, personajes y palabras. Muy especialmente de palabras que surgen, germinan, se desbordan, se reinventan, se multiplican con la ferocidad con que crecen la selva y los deseos. De alguna manera, eso que Marco Tulio cuenta es no tanto la historia de su mítico San Isidro de El General, sino cosas que sucedieron allí, en ese espacio que le debemos y le agradecemos. Marco Tulio ha creado una gran novela”.
Felipe Garrido, Presidente Adjunto de la Real Academia de la Lengua en México, Durante la presentación en Puebla
viernes, 6 de abril de 2012
LA CARROZA DE BOLÍVAR
Nota de lectura de La
carroza de Bolívar
Antes de leer La carroza de Bolivar , de Evelio Rosero, los lectores colombianos habían asistido a un gran chisporroteo publicitario en torno a la obra de este colombiano que comenzó a despertar interés a partir del premio Tusquets . Mucha publicidad, primer lugar de ventas durante varios meses en Colombia, grandes elogios. También indignación por la forma en que desmitificaba a Bolívar a partir de los rencores que el pueblo pastuso guarda por las masacres de ese pueblo que fue realista y defensor del rey. Independientemente de si Bolívar fue todo lo que protesta el protagonista de la novela de Rosero –embaucador, vanidoso, violador de doncellas impúberes, traidor, ambicioso- lo que destaco es la calidad de una novela que se lee con fruición. Que los héroes todos tienen pies de barro y cola que les pisen, no lo dudo. No conozco las fuentes en las que abrevó Rosero para sustentar las tesis del protagonista de La carroza de Bolívar. Carezco de autoridad para juzgar su solidez. Lo que sí destaco es una obra estremecedora, con personajes profundamente encantadores –Primavera, Fátima, el mismo Bolívar, Justo Pastor Proceso-. La descripción de la masacre de Pasto es memorable. Con un pulso narrativo sereno y preciso, sin nerviosismo, Rosero afronta un tema tabú en Colombia. La novela ha cosechado tanto la admiración de muchos buenos lectores, como las rechiflas y los insultos de los adoradores del Bolívar oficial, al punto que en la presentación de la obra en Pasto, un hombre le gritó: ¡Viva Bolívar, hijueputa! Grito no inusual en Colombia, país de extremistas. No olvido que en Medellín un sicario quiso matarme porque yo había dictado una conferencia demasiado optimista en medio de una ciudad que estaba en el filo de la navaja (eso dijo en un correo electrónico que me mandó. Y además agregó “No te maté, animal, porque me compadecí de tu esposa. Tan linda, parece una actriz mexicana de los años veintes. Me cayó bien”).
Antes de leer La carroza de Bolivar , de Evelio Rosero, los lectores colombianos habían asistido a un gran chisporroteo publicitario en torno a la obra de este colombiano que comenzó a despertar interés a partir del premio Tusquets . Mucha publicidad, primer lugar de ventas durante varios meses en Colombia, grandes elogios. También indignación por la forma en que desmitificaba a Bolívar a partir de los rencores que el pueblo pastuso guarda por las masacres de ese pueblo que fue realista y defensor del rey. Independientemente de si Bolívar fue todo lo que protesta el protagonista de la novela de Rosero –embaucador, vanidoso, violador de doncellas impúberes, traidor, ambicioso- lo que destaco es la calidad de una novela que se lee con fruición. Que los héroes todos tienen pies de barro y cola que les pisen, no lo dudo. No conozco las fuentes en las que abrevó Rosero para sustentar las tesis del protagonista de La carroza de Bolívar. Carezco de autoridad para juzgar su solidez. Lo que sí destaco es una obra estremecedora, con personajes profundamente encantadores –Primavera, Fátima, el mismo Bolívar, Justo Pastor Proceso-. La descripción de la masacre de Pasto es memorable. Con un pulso narrativo sereno y preciso, sin nerviosismo, Rosero afronta un tema tabú en Colombia. La novela ha cosechado tanto la admiración de muchos buenos lectores, como las rechiflas y los insultos de los adoradores del Bolívar oficial, al punto que en la presentación de la obra en Pasto, un hombre le gritó: ¡Viva Bolívar, hijueputa! Grito no inusual en Colombia, país de extremistas. No olvido que en Medellín un sicario quiso matarme porque yo había dictado una conferencia demasiado optimista en medio de una ciudad que estaba en el filo de la navaja (eso dijo en un correo electrónico que me mandó. Y además agregó “No te maté, animal, porque me compadecí de tu esposa. Tan linda, parece una actriz mexicana de los años veintes. Me cayó bien”).
LO QUE SE DICE
Extractos de notas de prensa y revistas sobre Historia de todas las cosas (Educación y Cultura, México; Trama Editorial, Madrid).
“Si uno lee con detenimiento las obras anteriores de García Márquez, se da cuenta que son portentosos ensayos para llegar a su obra maestra. Dentro del resto, hay libros que apenas se sostienen. La obra de Aguilera Garramuño es más sólida, más innovadora, menos repetitiva que la de su compatriota. Su Historia de todas las cosas es una novela espléndida” (www.reneavilesfabila.com.mx).
René Avilés Fabila, La Crónica, México
“Aguilera Garramuño en Historia de todas las cosas ha creado un libro desternillante, libérrimo, totalmente disfrutable que no es comparable con Cien años de soledad pero que no necesita la comparación”.
Guillermo Vega Zaragoza, Revista de la Universidad Nacional
“Así como Cervantes parodió las novelas de caballerías, Garramuño parodió el realismo mágico y creó lo que no dudo en llamar un clásico de la picaresca contemporánea en lengua castellana”
Enrique Pimentel, en la presentación en Puebla
“Sin lugar a duda, el lenguaje en Historia de todas las cosas juega un papel fundamental. Garramuño concibe una lengua ampulosa, atrevida, pulcra, culta, que aguijonea los sentidos, que reta la inteligencia, con el propósito de construir un mundo de gracia extrema. Un lenguaje que arriesga e incorpora en grandes dosis el humor”.
Guillermo Samperio, en la presentación en el FCE, en el DF
“Aventuro la opinión de que Historia de todas las cosas en menos de cinco años será considerada un clásico, a la altura de lo mejor que se ha escrito en lengua castellana”
Héctor D’Alessandro, Presentación en Barcelona
“Terminar la lectura de una novela y sentir deseos de tomarla de nuevo, extrañar sus personajes, comprobar la necesidad de llamar al autor para agradecerle, quizás sean tres de los “síntomas” que nos avisan que hemos leído algo fuera de serie. Y si pasan los días y sentimos igual, entonces uno se atreve a firmar, definitivamente, que ha leído algo fuera de serie”.
Félix Luis Viera, revista Otrolunes, Berlín
“Fiel a su afición por los excesos, Marco Tulio Aguilera Garramuño nos ha asestado, en las quinientas y tantas páginas su nueva Historia de todas las cosas, más que una novela, un tumulto de fabulaciones, personajes y palabras. Muy especialmente de palabras que surgen, germinan, se desbordan, se reinventan, se multiplican con la ferocidad con que crecen la selva y los deseos. De alguna manera, eso que Marco Tulio cuenta es no tanto la historia de su mítico San Isidro de El General, sino cosas que sucedieron allí, en ese espacio que le debemos y le agradecemos. Marco Tulio ha creado una gran novela”.
Felipe Garrido, Presidente Adjunto de la Real Academia de la Lengua en México, Durante la presentación en Puebla
Historia de todas las cosas no sólo me gustó, me encantó, me llenó de alegría, me hizo reír a carcajadas, me puso a imaginar San Isidro de El General, como pueblo, como espacio narrativo. Es una novela maravillosa, extraordinaria, lo mejor que ha producido Colombia después de Cien años de soledad
Lirian Marulanda, Cultura en Veracruz
Historia de todas las cosas es una larga crónica de un pueblo llamado San Isidro de El General. Al contrario de la mayoría de novelas de largo aliento, sustentadas en una historia principal que sirve como centro a escenas y anécdotas incidentales que refuerzan los papeles protagónicos, la obra de Aguilera Garramuño no apuesta a una línea ininterrumpida que pueda seguirse con facilidad. El lector se enfrenta, página a página, a un feroz entramado de personajes, acciones, historias que terminan y dan paso a otras que se ramifican como las ramas de un árbol”
Alejandro Badillo, El Devorador de Libros, Puebla
martes, 3 de abril de 2012
MURAKAMI ABSUELTO, SOBRE MI "LIBRO DE LA VIDA" (PÁGINAS DE SIN MÁSCARA FRENTE AL ESPEJO)
Que el mundo se esté acabando no quiere decir que uno deba echarse a morir... Acabemos por ahora con Murakami: mi veredicto es, después de muchas dudas y vacilaciones, ¡absuelto! Me terminó por agradar el relato a veces casi lamentoso de sus “fracasos” en las maratones de Boston, Nueva York y su pueblo natal, los sufrimientos por los que tenía que pasar para culminar los 42 kilómetros 250 metros, y tal vez simpaticé con Murakami porque me hizo recordar algunos momentos de mi experiencia como fondista: cuando corría cuesta arriba por la empinada calle de Miguel Alemán en Xalapa y súbitamente vi a un hombrecillo que mediría apenas un metro cincuenta y cinco, llevaba a sus espaldas una mochila y en sus pies no unos zapatos de carreras sino uno pobres y gastados zapatos de cuero, y ese hombrecito escuálido me rebasó a buen paso y me dejó atrás, a mí, al atlético Mistercolombias, cuando apenas rebasaba los 30 años, y pensar que había entrenado por varios meses al lado del famoso Otón, el mesero maratonista; o me recordó la ocasión en que, muy cerca de la meta, en el Estadio Xalapeño, vi que una mujer de unos 35 años, con evidente sobrepeso, me rebasaba limpiamente, cuando estábamos a 800 metros de la meta (hay que hacer una salvedad en el segundo caso: luego me enteraría que la mujer no había hecho el recorrido completo, sino que se había sumado a la carrera cuando faltaban mil metros). Terminé de leer De que hablo cuando hablo de correr mientras crucificábamos la ciudad de lado a lado en medio de un calor de barco de vapor... Y al final me doy cuenta de por qué después de rezongar y gruñir contra Murakami he decidido revalorarlo: porque me sentí reflejado en estas líneas que yo firmaría si no las hubiera escrito él ante: Hasta ahora he vivido haciendo sencillamente lo que me gusta y como me gusta. Y nunca, aunque la gente me intentase refrenar o aunque recibiera críticas malintencionadas, nunca he variado mi forma de actuar. Si comparto fervientemente estas palabras, más aun las siguientes: Lo único que se ve allí es mi naturaleza de siempre: individualista, testaruda, falta de compañerismo, a menudo egoísta, y aun así, poco segura de sí misma y que siempre intenta encontrarles gracia (o algo parecido) hasta a las situaciones más penosas. Pero volvamos atrás: a mi Libro de la vida. En alguna parte lo llamé Currículum genital, haciendo más que evidente que esa serie de novelas no era precisamente la saga de un escritor en busca de amor y conocimiento, persiguiendo el difícil arcano del violín y casi de perfil tratando de pergeñar por lo menos una obra literaria de valor: era (o parecía ser) simplemente el inventario de las mujeres que habían caído bajo el encanto de Ventura: en las primeras escenas Barbara Blaskowitz, mujer madura, descendiente de polacos, erudita y de voraz boca competía con Concha Chacón, descendiente casi pura de totonacas, estudiante de psicología, insufriblemente pedante, que cedía sus encantos con apreturas de virgen necia (luego para matizar una castísima Lili, vecina del depredador, que no entregaría su castidad al novelista sino a un cuarentón de enorme coche, que no podía ocultar sus aires de diputado del PRI); luego aparecerían en escena Trilce, la hija de Bárbara, niña prodigio del violín, y Claris, la ex esposa de Ventura (y de pronto un salto: en Mujeres amadas el protagonista no se casa con Irgla, y en Noches de Ventura se dice que nuestro novelista sufre de nostalgias por su ex esposa). Y dentro de la novela principal, para aliviar un poco la sobrecarga de mujeres y de actos eróticos a veces medio circenses, se me ocurrió intercalar capítulos de una novela francamente burlesca o sicalíptica, en la que Ventura se crea un alter ego, Eleuterio Moon, el Doctor Amóribus, que somete a sus tratamientos, siempre lúbricos a: Ranita, la hija de Fernanda, niña de catroce años; a Margarita Seca, criatura dulce y despedazada por la existencia; a Cleopatra Martínez, insufrible y diminuta muñeca de porcelana con naricilla egipcia; a la Korolenko, fantática de Chopin, otra polaca de sofisticación inaguantable: a todas ellas las sometía mi Doctor Amóribus a tratamientos fisicopsíquicos de ersuasión que culminaban, en general en la cama y en el fracaso). Las dos líneas argumentales coincidían: los protagonistas, Ventura y Moon, resultaban inmersos en una desolación tremenda, que… sin embargo presagiaba mejores tiempos. Los de las novelas siguientes: La hermosa vida y La pequeña maestra de violín. En ellas Ventura seduce o es seducido por la hija de su amante titular (que aparece en tres novelas), Bárbara Bláskowitz: Trilce es un diablillo, una Lolita demasiado intelectual (lectora de Mann), una violinista prodigiosa, a la que persigue nuestro protagonista a lo largo de 400 páginas, para arrepentirse inmediatamente después del primer encuentro. Aquí y allá van apareciendo nuevas mujeres, entre ellas una auténtica demonia, que está a punto de dejar a nuestro Ventura en los puros huesos y en el hospital. Y entre tanto estropicio de sexo despiadado y fingimiento de amor van apareciendo como subtexto las novelas que va escribiendo nuestro Ventura, los intentos de dominar las posiciones más elevadas del violín y los asedios de la más esquiva de las hembras: la Fama. Después de El libro de la Vida, que consta hasta ahora con cuatro libros publicados, debe venir (ya está escrito el libro terrible, El sentido de la melancolía, la obra que nunca debí escribir porque nunca hubiera querido vivir lo que motivó su escritura, asuntro doloroso que me exige cambiar de dirección este barco, a la espera de vientos propicios y un estado de ánimo menos grave).
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