La cloaca, Guillermo Ferreyro, Universidad Veracruzana, Colección Ficción 2019. Premio Sergio Galindo a Primera Novela
La extraña naturalidad con la que
un niño cuenta sus descubrimientos en el
submundo de las cloacas de Buenos Aires, una familia disfuncional (como
todas): una madre llena de manías y un padre con secretos, la eclosión de la
sexualidad en el niño protagonista-narrador y el descubrimiento de la
sexualidad de quienes lo rodean, un viejo que vive en las cloacas y que tiene
la extraña perversión de meterse camarones en el culo, una vecina que busca
lograr un embarazo en su cuerpo para apoderarse del estatus de mujer legítima y
con heredero, un grupo de rapaces niños que hacen asociación para compartir sus
descubrimientos sobre el mundo de los adultos, masturbarse en las cloacas y para
indagar los misterios de los submundos de Buenos Aires… todos los personajes y
todas las situaciones de esta peregrina novela son extravagantes, aunque de alguna manera inocentes y sin duda
resultado de una situación social incómoda y frustrante.
Ferreyro nos presentan un teatro de
sombras siempre divertido y ameno, en algunas ocasiones cargante por obsesivo, donde la moral y las buenas costumbres son apenas
malas palabras. Esto es La cloaca de
Ferreyro, galardonada con el premio Sergio Galindo a Primera Novela 2018. Este
argentino con aspecto de espía ruso es un escritor que tiene sin duda un mundo
y un lenguaje particulares, propios, a los que no les encuentro filiación,
aunque tal vez Cortázar, Roberto Arlt, Becket y Rabelais podrían reclamar algún
parentesco.
El niño protagonista, a los once
años o más, asiste a una serie de rituales que no entiende: los adultos se
pasan el tiempo maquinando traiciones u organizando rituales en los que los
camarones son parte fundamental. El cuartito donde guarda sus secretos el padre
(asuntos escatológicos,pornografía escrementicia, recetas de cocina o quién
sabe qué), se convierte en el refugio del niño, que espía a sus mayores a través
de un huequito. Si esta novela tiene algún arte domiante, es el arte de la
tensión no resuelta.
El lector, andado la página 150, no
entiende qué está sucediendo, pero es hábilmente manipulado por Ferreyro que
sabe mantener el interés en la lectura gracias al arte de ocultar, sugerir, y
nunca revelar sino hasta la página final. Después de la cual, sin embargo,
persiste la perplejidad: ¿qué diablos hemos leído? ¿Un embuste, una trama
maquiavélica contra los ingleses que se apropiaron de las islas Mavlinas y de
paso vapulearon en aparentemente indeformable ego de los argentinos, que a
pesar de tener a Borges y aMaradona y más allá a Messi, siguen sufriendo el
oprobio de haber sido humillados por el poderío británico?
Ni comedia, ni
farsa, ni parodia ni drama ni obra de denuncia social, aunque tiene aristas de
todas las anterires, comparte todos los géneros y especies e involucra
disciplinas tan aparentemente dispares como la guerra bacteriológica y la
gastronomía y resulta ser una especie de bufa protesta contra el vil abuso anal
que ejerció el proderoso ejército británico contra la orgullosa pero débil
Argentina.
Novela disfuncional, como la
familia del protagonista, se prolonga en disquisiciones sobre mutaciones
genéticas que desesperan al lector que busca certezas y coherencias. Desmesuras
y absurdos, desafueros, violaciones a la mal llamada realidad, se acumulan como
un alud de excrecencias que arrasan las cloacas de Buenos Aires y que dejan al
lector exhauso y preguntándose qué fue eso que acaba de leer.
Elvio Gandolfo, reconocido escritor
argentino de mi amplio y fatigado kilometraje quiso hacer un prólogo sin
entender a fondo la novela y yo lo he querido emular haciendo esta elusiva
presentación tras alcanzar la misma perplejidad. De muchos escritores a partir
de la primara novela ya se puede decir qué se puede esperar. De Ferreyro lo
único que espero esperar es otra perplejidad.
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