Bah,
siento que esto ya perdió su cauce: ya no es una novela sino una relación de
chismes de oficina kafkiana. Pero, amigos, qué voy a hacer: esa es mi realidad.
¿Estructura?, me pregunto. Nunca al escribir he pensado en ella. A veces la
descubro a mitad del escrito. Lo único que me está guiando ahora es el cuento
de las redes neuronales y los coágulos narrativos. Fea denominación ésta
última. Joyce tenía expresiones más elegantes: epifanía, por ejemplo. Momentos
de iluminación. Variaciones sobre las viejas musas que cantan la cólera del
pélida Aquiles. Los héroes. Ese es un tema central en mi vida. Los héroes.
Desde niño, no sé por qué, me he sentido predestinado a ser, digamos, un
Beethoven o un Miguel Ángel. ¿Sabían que Thomas Mann y Goethe sentían asco por
el salvajismo impetuoso, la suciedad, la insolencia de Beethoven. Recuerdo que
el escritor Bache, personaje de mi novela Paraísos hostiles, basado en la
personalidad del malogrado literato y beodo consuetudinario Juan Vicente Melo,
acostumbraba a hacer este tipo de
juegos: ¿Entre Rilke y Saint John Perse? ¿Entre la Quinta de Beethoven y la
Quinta de Malher? ¿Entre los vinos de la Rivera del Duero y los de Vega
Sicilia? ¿Entre Picasso y Rembrandt? Anoto: después de leer Doctor Faustus iniciaré la lectura de Vidas ejemplares, de Romain Rolland. Beethoven, Miguel Ángel,
Tolstoi (frente a ellos Mann se antoja un niño de pecho). Subyace en mi débil
arquitectura mental (acuérdense que soy un mediocre que trabaja) la idea de que
mientras uno escribe debe rodearse de grandes espíritus. Lo mismo hacía Mann:
no que robara ideas a Nietszche, Schoenberg o Goethe, sino que quería
apropiarse de alguna manera de su grandeza. Suena rústico el asunto, pero creo
que en el fondo todos los grandes lo han practicado. No es lo mismo escribir
desde el suelo que hacerlo desde los hombros de los grandes. Creo que fue
Schopenhauer el que dijo esto. Me parece que éstas son las últimas palabras que
escribiré antes de viajar al DF a presentar
Historia de todas las cosas. No
espero apoteosis. Tres amigos, buenos escritores, no genios pero sí entusiastas
lectores y viejos conocidos, hablarán sobre mi obra. Obra que hasta ahora ha
tenido crítica excelentísima, no tanto de fiar, puesto que los autores son,
como dije, amigos, es decir, lectores prejuiciados, cómplices. La novela salió
en edición de lujo. La tengo sobre mi escritorio. A veces la abro al azar y
leo. No me parece mal. Es divertida, ocurrente, irresponsable, feliz, hasta
cierto punto caótica.
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sábado, 26 de enero de 2013
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