Xalapa, 5 de noviembre de 2010
Querido padrecito Gabriel:
Una carta dirigida a GGM debería ser una larga misiva llena de frases inteligentes, poéticas o insolentes. No voy a intentar hacer eso. Lo que tenga de inteligencia, sensibilidad e insolencia lo utilizo en mis libros. Le (te) estoy enviando mis libros recientes (faltan varios, que no considero malos: en general tiendo a creer –como todos los escritores—que todo lo que publico es una obra maestra).
Hace veinte o más años que no lo (te) veo pero te he tenido presente, como millones de personas, gracias a tus libros. (Cambio de tercio… evitaré repetir los elogios que recibes a cubetazos día a día).
El año pasado terminé a reescritura de mi novela Historia de todas las cosas (580 páginas). Es la reescritura de la vieja novela que publiqué en 1975 en ediciones La Flor de Buenos Aires en cuya contraportada se decía que yo era mejor que GGM. Por alguna razón abominé de esa novela y la dejé abandonada, aunque hubo una buena repercusión crítica. Tal vez el hecho de que dijeran que era un plagio de Cien años de soledad contribuyó a que la marginara. En alguna ocasión en que nos reencontramos (en Xalapa) tú llamaste a esa novela La novela de todas las cosas. Su título original era Breve historia de todas las cosas.
Ahora estoy batallando para publicarla. Esta carta no es un llamado de auxilio sino un acercamiento al sol (otra vez caí… regreso). De alguna manera la nueva novela es un homenaje a Cien años de soledad y de alguna (otra) manera es una parodia. Y de alguna otra (tercera) manera no es ni lo uno ni lo otro sino lo contario: una novela independiente, con su propio aire, raíces y nubes: más hija de El Quijote que de Cien años de soledad. Tengo por ahí varias escenas que son semejantes (ahora conscientemente) a las de Cien años: tengo mi Remedios la bella en un personaje que he llamado Californio el simple, escenas de levitación multitudinaria, etc.
Te estoy mandando la novela USB en la memoria que te adjunto… por si te pica la curiosidad. En alguna oportunidad me firmaste un ejemplar de El olor de la guayaba, así: “Para Marco Tulio, de la competencia”. Dedicatoria maestra y en todos sus sentidos elogiosa. Mi Historia de todas las cosas está dedicada a ti y a otras personas. Y en esa dedicatoria aludo a aquella dedicatoria.
En Poéticas y obsesiones, que te estoy enviando, reproduzco los encuentros que he tenido contigo a lo largo de los años (en el local de Alternativa, en el Hotel Xalapa, en una taquería en Coyoacán). Incluso he publicado una visita ficticia que hice (que no hice) a tu casa.
Uno de los grandes deseos que me gustaría cumplirle a mi esposa (criatura encantadora que puedes ver en mi blog www.mistercolombias.blogspot.com) es darle la oportunidad de conocerte): tiene algunos reparos o protestas que hacerte con respecto a El amor en los tiempos del cólera. Y una de mis aspiraciones es verte antes de que yo me muera o antes de que tú nos abandones.
Recibe todo mi cariño, padrecito (y te llamo padrecito como los campesinos llamaban a Tolstoi).
Marco T. Aguilera
No hay comentarios:
Publicar un comentario